Breve pero violento, el recrudecimiento entre Israel y Hamas el 11 y 13 de noviembre es un recordatorio contundente de que la suya es una relación volátil. El hecho de que ocurriese en contra de un aparente avance en las negociaciones indirectas para alcanzar un alto al fuego fue particularmente revelador: sugirió que un incidente aparentemente menor podría agravarse rápidamente a pesar de los deseos contrarios de los dos protagonistas. Mientras Hamas continúa sus esfuerzos de limitar las operaciones armadas, Israel y Egipto deben actuar urgentemente asumir sus responsabilidades conforme a lo establecido en el acuerdo alcanzado y trabajar para paliar el sufrimiento en la Franja de Gaza, que muy a menudo supone una causa inmediata de violencia.
En la primera semana de noviembre, Hamas e Israel comenzaron a implementar el acuerdo de alto al fuego que han estado negociando indirectamente desde principios de verano, con la mediación de la ONU y Egipto. El acuerdo se ha establecido para avanzar en tres fases. El primero implica la mejora general de la dinámica entre Israel y Hamas que, de no cambiar, tiene la capacidad de conducir a ambas partes a un recrudecimiento involuntario. Una vez hayan logrado una relativa calma, supuestamente las partes continuarán con las siguientes fases, que incluyen esfuerzos para una estabilidad más permanente en la Franja de Gaza, y la reconstrucción y reconciliación entre Hamas y la Organización para la Liberación Palestina (OLP), lo cual supondrá la reunificación de Gaza y Cisjordania bajo la Autoridad Palestina (PA) que gobierna los territorios de Cisjordania en manos de los palestinos.
El 11 de noviembre, menos de 72 horas después de que el alto al fuego pareciese que estaba teniendo efecto, las esperanzas de que los actores estuviesen avanzando hacia una calma más duradera se rompieron. Las fuerzas de seguridad de Hamas detectaron y se enfrentaron a una operación israelí encubierta en la Franja de Gaza, conduciendo a un fuego cruzado que amenazó con transformarse en una guerra sin cuartel. Desde entonces, las partes han retrocedido y han reafirmado su compromiso con el acuerdo de alto al fuego. Aun así, la fuerte desconfianza entre las partes y la precaria situación interna de ambas enfatiza la fragilidad de la tregua.
El requisito ahora es que Hamas continúe controlando las protestas populares en Gaza, mientras Israel y Egipto reanudan el cumplimiento de sus compromisos de alto al fuego: suavizar las restricciones impuestas a Gaza a través del mantenimiento de la entrada de combustible e inversiones; aumentar el número de gazatís que pueden viajar dentro y fuera de Israel a través del cruce de Erez y de Egipto, mediante la frontera de Rafah; y aumentar el tipo de importaciones y el volumen de exportaciones de la Franja. Una vez estas medidas hayan estabilizado Gaza, las partes deberían poner el foco en cuestiones más sustanciales relacionadas con la reconstrucción y la reconciliación. Nadie debería interpretar una calma inicial como un indicador de que el alto al fuego se ha logrado: todos deberían hacer continuos esfuerzos en implementar los puntos del acuerdo evitando así una guerra amenazadora.
Las escaramuzas de baja intensidad interrumpidas intermitentemente por importantes recrudecimientos han marcado la realidad de la franja de Gaza durante más de 11 años. Los elementos que rompen este ciclo de violencia y aseguran la estabilidad a más largo plazo son bien conocidos. El acuerdo del presente alto al fuego ofrece un sólido punto de partida, incluso cuando el fuego cruzado que surgió del 11 al 13 de noviembre supone una clara alarma. Si la calma va a persistir ahora que ha sido restaurada, las partes necesitarán garantizar la puesta en práctica no solo la primera fase, sino también las consecutivas del plan de alto al fuego.
Algunos factores dan motivos para mantener la esperanza. Hamas ha demostrado una habilidad para contener su ala militar y otras facciones de resistencia en la Franja de Gaz así como de influenciar la intensidad de la Gran Marcha del Retorno. Pero la habilidad de Hamas depende en gran medida de que Israel y Egipto cumplan sus compromisos para reducir el sufrimiento humano en la Franja de Gaza. La pelota cae ahora sobre el tejado de Egipto e Israel, quienes deberán asumir sus responsabilidades suficiente y urgentemente.
El acuerdo actual de alto al fuego es un reflejo del deseo de Israel de que llegue la calma y de que el compromiso de Hamas sofoque las protestas a cambio de una mejora económica. Este cálculo no debe desviar la atención del hecho de que las raíces del conflicto permanecen –desde la ocupación de Israel de los territorios palestinos a la crisis dentro del liderazgo político palestino. La resolución de estos problemas requerirá, por lo menos, una reconciliación en el frente palestino que incluye superar una fuerte desconfianza, lograr una visión política común y hacer frente a la cuestión de las armas de Hamas. La probabilidad de un resultado tal es extremadamente pequeña. No obstante, mientras estos objetivos a largo plazo no se cumplen, sí hay una alineación de intereses a corto plazo entre las partes interesadas, sobre todo Hamas, Israel y Egipto para reducir la inestabilidad del conflicto en Gaza y evitar la pérdida de vidas humanas. La ruta a seguir está clara. El precio de un alto al fuego fracasado es bien conocido: el interminable ciclo de la guerra.
Este artículo fue publicado originalmente, en inglés, en la web de Crisis Group.