Quince años después del 11-S

Julio de la Guardia
 |  22 de septiembre de 2016

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 marcaron el comienzo del siglo XXI. Aquel ataque múltiple y casi simultáneo contra los principales símbolos de poder –financiero, militar y político– del mundo occidental marcó el comienzo de una guerra de naturaleza desconocida hasta entonces, que a día de hoy mantiene varios frentes abiertos. Una guerra que no conoce fronteras, ni nacionales ni continentales, y que amenaza con prolongarse de manera indefinida, dada la aparente imposibilidad de derrotar al adversario yihadista.

Como todos los años a mediados de septiembre desde que comenzara su andadura institucional en 2000, la prestigiosa conferencia anual de contraterrorismo de Herzliya acaba de dedicar sus cuatro jornadas a analizar las últimas tendencias del terrorismo internacional y los nuevos patrones de comportamiento de las diferentes organizaciones armadas que practican la violencia con fines políticos, concentrándose en las de naturaleza islamista radical.

En esta XVI edición el director del Instituto Internacional de Contra-Terrorismo (ICT, en sus siglas en inglés), Boaz Ganor, estableció cuatro categorías para definir “el arte del contraterrorismo”. Entre ellas: la comprensión de la lógica de los terroristas (para los que cada opción elegida determina unas consecuencias y para los que cada acción tiene una relación coste-beneficio); la aplicación de la ecuación contra-terrorista (entendida como una fórmula en la que se actúa tanto contra sus motivaciones como contra sus capacidades operativas); la resolución del “dilema democrático” (según el que la eficacia de los métodos empleados es inversamente proporcional al respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas); y, por último, el fortalecimiento de la capacidad de resiliencia de nuestras sociedades.

 

Dáesh vs Al Qaeda

Quince años después de que tuvieran lugar los atentados del 11-S planificados y ejecutados por la red Al Qaeda, nos encontramos con que esta ha cedido protagonismo a favor del Estado Islámico o Dáesh, especialmente desde que el 29 de junio de 2014 su líder, Abu Baker Al Bagdadi, declarara el autodenominado Califato y poco después sus acólitos comenzaran a perpetrar atentados en territorio europeo.

No obstante, la periodista de The New York Times especializada en yihadismo Rukmini Callimachi trazó las intenciones de hacerlo hasta 2013, dado que en enero de 2014 la policía griega arrestó junto a la frontera con Turquía a un combatiente extranjero de nacionalidad francesa, Ibrahim Boudina, en posesión de un manual para la fabricación de bombas redactado en francés bajo el título de Cómo construir bombas artesanales en el nombre de Alá. Su posterior detención en Niza, interrogatorio y registro de su ordenador personal por parte de la policía francesa permitió conocer el tipo de explosivos que pretendían utilizar (TATP, fabricado a través de la combinación de peróxido de hidrógeno con agua oxigenada y acetona), así como la lista de potenciales objetivos que barajaba (instalaciones militares e instituciones judías).

Según el director de la Task Force de Contra-Terrorismo (CTITF) de Naciones Unidas, Jehangir Khan, la dicotomía entre Dáesh y Al Qaeda no constituye un debate especialmente relevante, en el momento en que aunque entre ambas tiene lugar una relación de competición a nivel estratégico, también hay otra de colaboración a nivel táctico, tal como se ha podido apreciar en la ejecución de algún atentado. Para Brian Jenkins, asesor de contra-terrorismo del presidente Barack Obama y miembro de la Rand Corporation, la buena noticia es que ninguno de los dos ha sido capaz de convertirse en un movimiento global. Ambos siguen siendo grupos minoritarios, por lo que el problema mayor radica en que todavía disponen de ingentes recursos que les permiten volver a atentar contra Occidente.

Paul Cruikshank, editor de la revista CTC Sentinel ligada a la Academia de West Point –cuyo último número está dedicado a las lecciones aprendidas tras el 11-S– vaticina una rivalidad temporal por el liderazgo yihadista a nivel mundial, y piensa que Al Qaeda será más longeva que Dáesh. Los bombardeos sistemáticos llevados a cabo por Estados Unidos y Rusia contra sus posiciones en Irak y Siria están degradando sus capacidades y reduciendo su territorio de forma considerable. Al estar mucho más expuesto que Al Qaeda se convierte en un objetivo más fácil, y el hecho de emplearse con tanta brutalidad y crueldad en las ejecuciones sumarias practicadas contra aquellos que consideran apóstatas –musulmanes pertenecientes a otras ramas del islam, cristianos locales o ciudadanos occidentales– hace que se hayan ganado una animadversión todavía mayor que la profesada hacia Al Qaeda.

 

arte de contraterrorismo

 

Por su parte, el creador del portal especializado Jihadology (en el que se pueden encontrar las revistas proselitistas Dabiq e Inspire, entre otras publicaciones propagandísticas del islamismo radical), Aarón Zelin, hizo una reflexión crítica sobre cómo los gobiernos occidentales tardaron bastante en reaccionar tras la emergencia de Dáesh. En su opinión, el momento clave estuvo no tanto en 2014 con la detención de sus primeros activistas con afán de atentar con explosivos, como en 2012, cuando comenzó el retorno de los primeros combatientes extranjeros a sus países de origen.

Desde el ámbito institucional y aunque sin justificar esa actitud más reactiva que proactiva por parte de los gobiernos, el secretario general adjunto del Servicio de Acción Exterior Europeo, Pedro Serrano de Haro, planteó la necesidad de diseñar una estrategia de intervención que sea global a la vez que integral. No solo basada en un enfoque eminentemente securitario y, por tanto, reduccionista, sino también incorporando otros elementos como la ayuda humanitaria, la cooperación al desarrollo, las comunicaciones estratégicas y la buena gobernanza. Para ello se remitió a la revisión de la Estrategia Europea de Seguridad que tuvo lugar el pasado mes de junio.

Quizá en estos momentos el peor de los escenarios posibles a los que se enfrenta la UE sea aquel en el que una organización o célula yihadista sean capaces de hacerse con algún arma no convencional, sea química, biológica o radiológica. Por este motivo la sesión que puso final a la conferencia de Herzliya fue un simulacro donde varios de los ponentes simularon las posibles reacciones tanto por parte del gobierno alemán como por parte de la OTAN en su conjunto ante un ataque con agentes químicos acaecido en el centro de Berlín. Un escenario inimaginable hace unos años pero que, por desgracia, cada vez parece más plausible y real.

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