Desde que Junichiro Koizumi, primer ministro del Partido Liberal Democrático (LDP) entre 2001 y 2006, abandonó el cargo, la proliferación de cabezas en el poder ejecutivo japonés ha sido notable. A Koizumi lo sustituyó Shinzo Abe, que duró un año en el cargo; a Abe, Yasuo Fukuda, otro año en el poder, y a Fukuda, Taro Aso, un año más como primer ministro, todos ellos del LDP.
En septiembre de 2009, el Partido Democrático de Japón (DPJ) gana las elecciones y rompe con más de cincuenta años de hegemonía liberal, pero no con la tradición ejecutiva. De hecho, la mejora. Yukio Hatoyama no alcanza el año en el poder: el 8 de junio de 2010 es relevado por Naoto Kan, actual primer ministro. Dados los antecedentes, en Japón pocos apuestan a que Kan vaya a ser el hombre que rompa tan peculiar racha.
Las turbulencias políticas en Japón marchan a la par que las económicas. En 2010 el país se vio superado como la segunda economía mundial por China. Los expertos sitúan a la economía nipona a la cola de los países en cuanto a la salida de la crisis. El crecimiento de su Producto Interior Bruto (PIB) pasará del 4,2% en 2010, según datos de The Economist, al 1,5% en 2011, equiparable al crecimiento de la zona euro, otra de las grandes perjudicadas de la crisis económica y financiera.
Uno de los fenómenos que vienen afectado al desarrollo económico de Japón es el envejecimiento de su población, cuya pirámide poblacional podría para 2055 haberse dado la vuelta. Los otros achaques de la economía japonesa pueden resumirse en las tres D: deuda, déficit y deflación. Durante muchos años modelo económico para el resto del mundo (a día de hoy Japón sigue a la cabeza en numerosas áreas), en los últimos tiempos se suele señalar al país asiático como modelo de un declive lento pero seguro.
Las cosas podrían estar cambiando, no obstante. Kan quiere luchar contra su destino como primer ministro (pasar con más pena que gloria un año a la cabeza del ejecutivo y luego dejarle el paso a otro hombre tan poco extraordinario como él) y el de su país como potencia en decadencia. Para ello ha presentado un ambicioso paquete de reformas que pretenden sacudir a Japón de su presunto letargo.
Entre las propuestas, destaca el plan para unirse al Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica, un área de libre comercio, en el que compartiría mesa con Estados Unidos entre otros. A lo que hay que sumar un plan de reforma agrícola para promover las exportaciones en este terreno. Además de la propuesta de subir el impuesto sobre el consumo (en la actualidad del 5%, la tasa más baja del mundo desarrollado) para poder hacer frente a una puesta a punto del sistema de seguridad social y enfrentarse al desafío que supone la jubilación de los baby boomers.
Los retos a los que se enfrenta Kan son notables. Japón es un país que se caracteriza por acoger en su seno fuertes resistencias a las reformas audaces. Habrá que seguirle la pista.
Para más información:
Jaume Giné, «Asia: diplomacia entre gigantes». Política Exterior núm. 130, julio-agosto 2009.
The Economist, «A special report on Japan: Into the unknown». Artículos, noviembre 2010.
The Economist, «Bold, or plain reckless?». Artículo, febrero 2011.