Ante un hecho social recién identificado, Guillermo O’Donnell acostumbraba preguntarse: “¿Qué tipo de animal es este?”. Tras décadas de “vuelta a la democracia” en América Latina, acaso haya llegado el momento de hacer la pregunta. Las razones de fondo tienen que ver con ese conjunto de rasgos del funcionamiento de los regímenes con origen electoral que han llevado a llamarlos “democracias limitadas” o “de baja intensidad”, u otras figuras retóricas que aluden a sus insuficiencias.
Las insuficiencias no son secundarias y corresponden no solo a los derechos sociales, prometidos constitucionalmente e incumplidos en los hechos. También en el terreno de los derechos civiles la mayor parte de las democracias latinoamericanas exhiben un saldo insatisfactorio. Si a los abusos policiales sistemáticos e impunes se suma la respuesta tardía e insuficiente de los sistemas de justicia a demandas y denuncias, debe admitirse que el Estado de Derecho es un bien distante en la región.
Más grave aún, en una parte acaso mayoritaria de los países de la región no se ha logrado implantar, o mantener, el control del Estado en todo el territorio. La ausencia del Estado o su colonización por intereses particulares ha permitido, y permite, la impunidad, la subsistencia de múltiples formas de discriminación y la veloz multiplicación de la corrupción.
En el terreno de la desigualdad, tampoco las insuficiencias son menores. Si la democracia es un medio y no un fin en sí misma, su gran deuda pendiente corresponde al rubro de la desigualdad de oportunidades. Con servicios públicos en degradación tanto en el terreno de la educación pública como en el de la salud, acceder a ambos bienes mediante organizaciones privadas tiene un precio que es alto para muchos y, en buena parte de la región, casi inalcanzable para las mayorías. Como resultado, para un sector creciente de población el camino es el del delito, que en América Latina aumenta en las diversas modalidades del crimen organizado.
En cuanto al funcionamiento del régimen político, las instituciones representativas sufren un notable deterioro; en particular, los mecanismos electorales se ven contaminados por la financiación desigual de los mismos, cuando no por su carácter ilegal, y los organismos donde se da la representación por excelencia se encuentran muy alejados de los ciudadanos. Como resultado, las encuestas muestran periódicamente los niveles existentes de insatisfacción con la democracia, no solo con “la calidad de la democracia” sino con el régimen democrático. Las razones probablemente no atañen a preferencias personales y sí tienen mucho que ver con esos rendimientos insuficientes que ofrecen, uno tras otro, los gobiernos elegidos en las urnas.
Desde tal preocupación, la pregunta provocadora por “el tipo de animal” que es esta democracia será respondida en Latinoamérica Análisis por un conjunto de científicos sociales latinoamericanos.