La firma del Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur) es el posible reinicio de la construcción multilateral suramericana. Traza una ruta para empezar de cero la búsqueda de la quimera de la integración/acercamiento de los doce actores de la región. Lo paradójico es que ese momento ya se vivió con las cumbres suramericanas de presidentes en 2000, 2002 y 2004 promovidas por Brasil –sí, por Brasil, y no por Chávez como se suele decir- y dieron origen a la breve Comunidad Suramericana de Naciones en 2005, semilla de la ahora agónica Unasur cuyo tratado constitutivo fue firmado en la propia Brasilia en 2008.
Unasur ha sido el punto más avanzado de la suramericanización, un proceso de construcción regional soportado en varios pilares: defensa, salud, infraestructura y cultura, entre otros. Ya sabemos del apaciguamiento de la organización, fruto del ocaso brasileño y de la falta de interés regional en las organizaciones creadas; indiferencia que también han vivido la Comunidad Andina (CAN) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). El camino de concertación para la Unasur fue largo, pleno de encuentros previos y negociaciones. Prosur se presenta como un organismo rápido, coyuntural, cuyo objetivo de “avanzar hacia una integración más efectiva que permita contribuir al crecimiento, progreso y desarrollo de los países de América del Sur” puede ser el de muchas otras organizaciones que también apoyan la democracia y el entendimiento regional. Para ser propiamente suramericano, requiere que así lo sea, y no con la ausencia de Bolivia y Venezuela, siendo este país la preocupación actual, no sólo para Prosur, sino también para el Grupo de Lima, la Organización de los Estados Americanos (OEA) y los más de 50 países que reconocen al presidente interino Juan Guaidó.
El giro a la izquierda de Luiz Inácio Lula da Silva y compañía marcó una era y contó con todo el impulso del ahora inexistente liderazgo brasileño. Prosur tiene a su favor el acercamiento del eje Iván Duque-Sebastián Piñera, apoyado por Mauricio Macri, Jair Bolsonaro, Lenín Moreno, Martín Vizcarra y Mario Abdo, más los vicecancilleres de Bolivia, Surinám y Uruguay, quienes miraron el parto prematuro del nuevo foro con cierta prudencia.
Así como algunos pensaron que la Unasur debería haber sido la unión de la CAN y Mercosur, hubiese sido más práctico pensar en liderar un cambio de preferencias en la Unasur, llenarla de nuevos objetivos, dinamizarla con líderes y una agenda fresca, puesto que ya contaba con una nutrida experiencia en diversas áreas. La evolución del multilateralismo es también fruto del trabajo, perseverancia y del aprendizaje de los errores, si no, que lo digan en la Unión Europea y en la propia ONU. ¿Qué tal haber cambiado a la OTAN por la PROTAN porque ya la URSS no existía?
Una dualidad surrealista parece marcar el escenario político de Suramérica. Dos presidentes en Venezuela, dos expresidentes brasileños en prisión y dos organizaciones débiles que representan dos momentos de la región, uno que fue de la izquierda y el de ahora bajo el control de la derecha.
Solo el tiempo dirá si Prosur es el futuro del multilateralismo (surlateralismo) suramericano, y si puede ayudar al cumplimiento de las exigentes tareas pendientes de la región: promover el desarrollo, aliviar la pobreza, disminuir la desigualdad, consolidar redes de infraestructura, respetar la democracia, separar los poderes, velar por los derechos humanos y el derecho internacional… Esto significaría un inmenso paso para el futuro de una región que aún lucha por consolidar su identidad. Tal y como nos muestra la historia, Suramérica aún carece de la madurez y sensatez necesarias para hablar de integración.