¿Por qué la Agenda 2030 es más que una agenda de desarrollo? ¿Cómo se sitúa España respecto a su cumplimiento?
El gobierno español presentó el 18 de julio en la sede de Naciones Unidas en Nueva York el Informe Anual Voluntario sobre las medidas adoptadas para cumplir con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados en 2015. Una vez creado el Alto Comisionado para la Agenda 2030, que dirigirá Cristina Gallach, y a la espera de que España elabore una Estrategia de Desarrollo Sostenible, hemos pedido a cuatro expertos que nos expliquen la naturaleza transformadora de la Agenda 2030 y las acciones que España debe emprender para avanzar en su cumplimiento.
Isabel Garro | Directora general de la Red Española del Pacto Mundial de Naciones Unidas (@isabelgarro)
Estamos en un punto de inflexión en la historia de la humanidad y, como dijo el exsecretario general de la ONU, Ban Ki-moon: “No hay plan B porque no hay un planeta B”. Por tanto, era necesario actuar y crear un plan tan ambicioso como el que recoge la Agenda 2030. Más allá de una agenda de desarrollo, es la hoja de ruta global que desgrana los objetivos de la comunidad internacional en el periodo 2016-2030 para erradicar la pobreza y favorecer un desarrollo sostenible e igualitario. Nuestro planeta está afrontando enormes retos económicos, sociales y ambientales. Para poder combatirlos, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), columna vertebral de la Agenda 2030, han definido prioridades y aspiraciones mundiales que buscan dar solución a los problemas más acuciantes, situando a la persona en el centro, mejorando su bienestar y el del mundo. Estos objetivos representan una oportunidad sin precedentes para situar al mundo en una senda sostenible. Los ODS fueron acordados por 193 países bajo el lema “no dejar a nadie atrás”. Pero la Agenda 2030 no solo implica a gobiernos, también invita, entre otros actores, al sector empresarial, a través de las redes locales del Pacto Mundial, a comprometerse y ser protagonista de esta transformación, desarrollando estrategias de sostenibilidad corporativa que promuevan el crecimiento económico inclusivo, el progreso y la igualdad de oportunidades y la protección medioambiental. En la actualidad, las empresas son consideradas por la ONU agentes clave para la consecución de los ODS, tanto a nivel internacional como local. Esto implica una oportunidad doble. Por un lado, que las empresas dejen de ser meros agentes financiadores o donantes y sean considerados partners imprescindibles. Por otro, la Agenda 2030 brinda a las empresas nuevas oportunidades de negocio que deben identificar y aprovechar.
En cuanto a España, el Pacto Mundial trabaja con el sector privado, en especial con las empresas. Y en este sentido, podemos decir que el sector privado de nuestro país ha llegado preparado y está más sensibilizado sobre la Agenda 2030, y con más antelación, que otros sectores. Llevamos casi tres años trabajando sobre esto. De este modo, se ratifica como un actor clave, tal como señala la ONU. Según la consulta que acabamos de dinamizar para el grupo de alto nivel para la Agenda 2030 del ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, un 87% de las grandes empresas españolas habría incorporado ya alguna medida para contribuir a los ODS; así como un 54% de pymes y microempresas. También sabemos que 26 empresas del Ibex 35 –el 74%– incluye un compromiso con los ODS en su memoria de sostenibilidad. De modo genérico, el 66% de las empresas señala que la principal medida que podría ayudarles a contribuir a los ODS es “acceder a recursos y herramientas que faciliten trabajar los objetivos”. Desde el punto de vista de lo público, España acaba de dotarse de mecanismos, muy recientes, pero en la dirección correcta. Es preciso que todo el trabajo siga siendo igual de colaborativo. Con un enfoque filosófico, hay que recordar que la Agenda 2030 está concebida con el convencimiento de que todos los países están afectados por sus objetivos. España no es una excepción y, sin presentar datos alarmantes en todos los ODS, tenemos mucho margen de mejora.
Iliana Olivié | Investigadora principal de Desarrollo Global en el Real Instituto Elcano y coordinadora del Índice Elcano de Presencia Global (@iolivie)
La Agenda 2030 rompe el perímetro más estrecho de la cooperación al desarrollo para plantear una agenda de desarrollo. Define el desarrollo en toda su complejidad al incluir sus facetas social, económica, política y medioambiental (a diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ceñidos al desarrollo social). Asimismo, supera la lógica Norte-Sur, interpelando al conjunto de los países: cumplir con el objetivo de la erradicación del hambre requiere garantizar la seguridad alimentaria en el Sahel, pero también combatir la malnutrición en los hogares europeos en riesgo de exclusión.
Hace tan solo unos días, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) y la Fundación Bertelsmann publicaban la edición 2018 del SDG Index, una medida del cumplimiento de los países en la aplicación de la Agenda 2030. España se sitúa en el puesto 25 de 156, por detrás de otros 16 Estados miembros de la Unión Europea y, por tanto, lejos (sí, también en esto) del lugar que le correspondería por su tamaño en una UE que hace bandera de su compromiso con el desarrollo y con esta agenda en particular.
El Plan de Acción que presenta hoy en la ONU el gobierno español trata de sentar las bases para el cumplimiento de esta agenda. No obstante, es posible que el plan esté evitando algún que otro “elefante en la habitación”. Por ejemplo, no termina de asumir el hecho de que los problemas de distribución están fuertemente vinculados a la cantidad y también a la calidad del empleo que genera el actual patrón de crecimiento económico.
Laura Ruiz Jiménez | Investigadora del Instituto Universitario de Derechos Humanos, Democracia y Cultura de PAZ (DEMOSPAZ), Universidad Autónoma de Madrid.
La aprobación de la Agenda 2030 en el seno de la ONU en 2015 supuso la puesta en marcha de una acción colectiva mundial para acabar con la pobreza y la desigualdad y para promover un desarrollo sostenible. Aunque esta acción colectiva deba ser liderada por los gobiernos en sus diferentes niveles (central, regional y local), su consecución implica a otros actores como la sociedad civil, los organismos internacionales, el sector privado o la universidad, que asumen en ella responsabilidades acordes a sus competencias y capacidades. Por primera vez en la historia, contamos con una agenda en cuyo diseño han participado todos estos actores y que tiene como objetivo garantizar el desarrollo y el bienestar de las personas en un planeta de recursos finitos, garantizando oportunidades para generaciones futuras.
La Agenda 2030 es una propuesta muy ambiciosa y compleja que, además, cuestiona tantos intereses creados y privilegios, que va a ser complicada de llevar a cabo, de ahí la urgencia de articular cuanto antes los mecanismos que permitan alcanzarla; y en esto España lleva un importante retraso. Es cierto que el gobierno anterior creó la figura del Embajador Especial para la Agenda 2030 y que las Cortes aprobaron dos propuestas no legislativas referidas a su aplicación (¡ambas decisiones se tomaron en 2017!). Pero España no cuenta aún con una Estrategia de Desarrollo Sostenible que haga posible alcanzar las metas pactadas en la ONU. El informe voluntario que España presentó el 18 de julio en la ONU sobre sus avances en el cumplimiento de la Agenda 2030 es, básicamente, un diagnóstico sobre la situación del país respecto de los diferentes ODS, diagnóstico que identifica también acciones, a menudo dispersas, que el gobierno central, los gobiernos autonómicos y algunos locales están aplicando para avanzar en el cumplimiento de las metas. Este diagnóstico es necesario, pero a tres años de la aprobación de la agenda resulta claramente insuficiente.
Por ello, es urgente que el nuevo gobierno articule los medios que aseguren el diseño y aprobación de una Estrategia de Desarrollo Sostenible que sea fruto de la discusión y el consenso entre todos los actores concernidos por la Agenda 2030. Entre ellos, pueden ser especialmente útiles las aportaciones provenientes de organizaciones y plataformas de la sociedad civil (como Futuro en Común o REDS), que llevan años trabajando en esta cuestión y que han elaborado, incluso, una propuesta de indicadores concreta para España (Oxfam Intermon, WWF y Unicef). Dicha Estrategia de Desarrollo Sostenible deberá tener un sólido corpus de políticas transformadoras, un presupuesto suficiente para alcanzar las metas fijadas y mecanismos de seguimiento y evaluación abiertos a la ciudadanía. Los tres objetivos mencionados requieren, no obstante, de un paso previo: el conocimiento y apropiación por parte de todas las instituciones, organismos y ciudadanos de la Agenda 2030, una apropiación que será imposible sin una labor de divulgación amplia y de educación en la que España también va retrasada.
José María Vera | Director general de Oxfam Intermon (@Chema_Vera)
La Agenda 2030 es la del futuro de la humanidad, ya que recoge los principales desafíos que enfrentamos para sobrevivir todas y con dignidad. Es una agenda del desarrollo, pero rompe con el concepto desarrollista clásico que ampara una visión tradicional de la ayuda. Como su predecesora, la del Milenio y sus ODM, la Agenda 2030 aborda objetivos indispensables: luchar contra la pobreza, erradicar el hambre o garantizar la educación. Pero en lugar de limitar su consecución al empuje financiero doméstico con endeble apoyo internacional, los enfrenta con aquellos objetivos sistémicos que bloquean su consecución y constituyen los verdaderos retos globales. Me refiero a la lucha contra el cambio climático, la transformación del modelo productivo, energético y de empleo o la reducción de la desigualdad desbocada.
Su carácter universal, además de romper de una vez por todas con el caduco verticalismo Norte-Sur, nos coloca frente al espejo de lo que seremos y que está en nuestra mano. Un desierto desigual, donde unos pocos se aíslen en su burbuja de oro. O un planeta en el que vivan mujeres y hombres en un espacio justo y seguro, que no deja a nadie fuera, que no permite que nadie acapare poder, riqueza, recursos y energía.
España se sitúa regular en su consecución, como muestran varios estudios y baterías de indicadores, entre ellos los producidos por Oxfam, Unicef y WWF. La caída brutal de los recursos de la cooperación es una señal más de la dejación de responsabilidades globales en los últimos años, donde la agenda exterior se empequeñeció centrada en intereses económicos y de control migratorio. En lo doméstico, también tenemos desafíos notables: contribuimos más al calentamiento global, estamos entre los países más desiguales de la UE, la precariedad crece y nuestro medio ambiente se degrada. La Agenda 2030 es tan pertinente como urgente para nuestro país, y solo tiene sentido si se toma como Agenda de Gobierno de forma valiente y verdadera, sin rehuir las tensiones que comporta.