Sin ánimo de marcar una agenda para el ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Josep Borrell, hemos preguntado a seis expertos por las prioridades en política exterior de España y sobre los obstáculos que encontrará en su camino el nuevo gobierno.
¿Cuáles son las prioridades exteriores de España ¿Qué obstáculos encontrará?
BELÉN BECERRIL | Profesora de Derecho de la Unión Europea y subdirectora del Instituto de Estudios Europeos en la Universidad CEU San Pablo. @Belen_Becerril
En Europa, fortalecer la integración política, frenar la deriva intergubernamental.
La política exterior española pasa necesariamente por Europa. El buen funcionamiento de la Unión es crucial para nuestro país, que ha hecho del proyecto de construcción europeo, en gran medida, su propio proyecto nacional.
La Unión ha salido de su crisis más profunda con un acentuado carácter intergubernamental. Los gobiernos han tomado las riendas en perjuicio de la Comisión y el Parlamento Europeo, las instituciones que representan el interés común y el control democrático. En este escenario, los Estados más poblados han adquirido un protagonismo notable, que ha contribuido a exacerbar la distancia entre unos y otros, a minar la cohesión y la solidaridad.
La Unión dispone ahora de una oportunidad, hasta las próximas elecciones europeas de mayo de 2019, para avanzar en su reforma. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha planteado propuestas que contribuirían a recuperar el equilibrio institucional, fortaleciendo su carácter supranacional: 1) La consolidación del sistema de cabezas de listas para la elección del presidente de la Comisión; 2) La reducción del tamaño de la Comisión con el fin de aumentar su eficacia; 3) La atribución de la presidencia de los Consejos Europeos al presidente de la Comisión; y 4) La elaboración de listas transnacionales para las elecciones europeas.
No será fácil que los gobiernos europeos resistan la tentación intergubernamental y apuesten por fortalecer el espacio político europeo. Algunos se han manifestado ya contra el sistema de cabezas de lista. La reducción del tamaño de la Comisión encontrará resistencias en los Estados menos poblados. Más difícil aún parece la posibilidad, a corto plazo, de hacer realidad la doble presidencia y la elaboración de las listas transnacionales, en contra de la que ha votado el propio Parlamento Europeo.
España puede apostar por estas reformas concretas. Permitirían impulsar nuevas dinámicas para avanzar en la consolidación de una Unión más democrática y más politizada, en el mejor sentido de la palabra.
LUIS BOUZA | Profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, coordinador del programa European General Studies del Colegio de Europa de Brujas y editor en Agenda Pública. @luisbouzagarcia
Aunque no podamos hablar de gobierno interino, con o sin elecciones generales en mayo de 2019, estamos de facto ante una legislatura que termina el “superdomingo” de mayo con las elecciones municipales, autonómicas y europeas. En principio, sería preocupante que el nuevo ejecutivo español no tenga una agenda clara para Europa, pero el tempo tampoco parece caracterizarse por la urgencia europea. Si con frecuencia se ha pensado que los gobiernos hacían reformas domésticas para ganar credibilidad en Bruselas, este modelo da señales de agotamiento. Las reformas del sector público emprendidas por Emmanuel Macron en Francia han tardado en convencer a Angela Merkel de la oportunidad política de abordar la reforma de la zona euro y de momento parecen abordar cuestiones periféricas. La crisis política abierta en Alemania, la agenda xenófoba del gobierno italiano y la adopción por Macron de posiciones más duras en la materia pueden llevar a un nuevo endurecimiento de la política europea de asilo en el próximo Consejo Europeo. Si la decisión de acoger el Aquarius señala la preferencia del gobierno de Pedro Sánchez por mecanismos de solidaridad europea, no parece fácil articular una coalición favorable a dicha posición. Además, se mantiene la incertidumbre sobre el Brexit y las posibilidades de acomodar la salida de Reino Unido mediante la integración diferenciada. Más que a una ofensiva europea del nuevo gobierno, la situación parece invitar a una estrategia conservadora de intentar sumar fuerzas para que tras las elecciones europeas de mayo de 2019 el gobierno alemán se mueva hacia posiciones reformistas en lugar de aceptar el sombrío statu quo.
SARAY ESPEJO | Directora de Asuntos Europeos en Instrategies y profesora en la Facultad de Relaciones Internacionales de Blanquerna-Universidad Ramon Llull. @sarayespejo
En su discurso durante la moción de censura, Sánchez describió al suyo como “un gobierno socialista, paritario y europeísta”, una declaración de intenciones trasladable a la política exterior.
Socialista: la socialdemocracia europea ha encontrado en el gobierno socialista portugués de António Costa un soplo de aire fresco, un país a menudo olvidado por la política internacional española y que puede abrir nuevas oportunidades al ejecutivo de Sánchez. La alianza puede redefinir además la socialdemocracia europea, asunto nada menor ante las elecciones europeas de mayo 2019.
Paritario y feminista: la alta presencia de mujeres del nuevo gobierno ha resituado a España como referente del feminismo internacional, volviendo a estar a la vanguardia (Carme Chacón, la primera ministra de Defensa española, revisando las tropas ya nos había situado allí). Sánchez debería ahora situar los derechos de las mujeres como eje transversal de sus políticas, también en el ámbito exterior. La regresión de los derechos de las mujeres hace muy necesaria una voz feminista en el Consejo Europeo que desbloquee legislación como la Directiva Antidiscriminación. También es clave dar a la cooperación la dimensión de género transversal que a menudo ha sido olvidada. El propio Borrell ha mostrado ya en el pasado que considera África una prioridad, resultado del desafío demográfico, pero no solo.
Europeísta: la revisión del nuevo marco financiero plurianual –con fuertes cambios en la Política Agraria Común–, que coincide con una clara visión del nuevo ejecutivo más verde o la gestión de las políticas de inmigración –que a raíz del Aquarius ha convertido a Sánchez en una voz a la que escuchar–, son citas que requieren de un gobierno que defienda España pero como parte de Europa y no contra ella. La elección de su gabinete demuestra esa voluntad. Confiemos en que la política nacional no le aparte de esa vocación.
ÁLVARO IMBERNÓN | Cofundador de Quantio e investigador nacional del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. @alvaro_ims
Los perfiles tanto de Sánchez como de su gabinete están muy marcados por la política exterior y el europeísmo. Sin duda, tratarán de recobrar el impulso perdido durante los últimos años y mejorar la imagen de España en el exterior tras el procés. Sin embargo, la escasez de apoyos parlamentarios y la cercanía de diversas citas electorales dificultarán que el nuevo gobierno español pueda priorizar la agenda exterior. Ese es el principal reto.
Además, este gobierno nada a contracorriente. Deberá encontrar un relato para una España abierta y multilateral en un mundo (y una Europa) que se cierra, favorece a los hombres fuertes y en el que las instituciones internacionales se ven erosionadas. La conformación del gobierno más femenino de la OCDE y la acogida del Aquarius son toda una declaración de intenciones. Sánchez tendrá que decidir qué tono usar con Donald Trump, Vladímir Putin o Recep Tayyip Erdogan. Especialmente relevante en el caso de Trump es cómo gestionar el hecho de que España sea el tercer país de la OTAN que menos gasta en Defensa.
La prioridad es maximizar la voz de España en la UE. Sánchez se asegura una comunicación fluida con las instituciones europeas gracias a la elección de Borrell (Asuntos Exteriores), Nadia Calviño (Economía) y Luis Planas (Agricultura), aunque las limitaciones presupuestarias pueden suponer un problema. Los actuales gobiernos en Londres, Roma, Varsovia o Ámsterdam sitúan a Madrid como principal socio europeísta del eje franco-alemán. Todo parece indicar que Sánchez se alineará con la ambición de Macron a la hora de avanzar en el proceso de integración. Tras el verano de 2019, España tendrá la oportunidad de recuperar peso institucional en la UE, probablemente a costa de Italia.
El giro a la izquierda está asegurado introduciendo el feminismo en la agenda exterior, estrechando lazos con Portugal, incrementando la ambición de España en la lucha contra el cambio climático y la predisposición a aumentar la ayuda oficial al desarrollo, que en estos momentos se sitúa en un raquítico 0,22% del PIB. Las principales incógnitas que se plantean: ¿cómo afrontar la polarización en América Latina? ¿Será Sánchez capaz de mantener las excelentes relaciones con Marruecos (España es el primer socio comercial de Marruecos y el tercer país en stock de inversión extranjera)? En un momento de debilidad de Mohamed VI y de fuerte presión migratoria en el Mediterráneo occidental, la cooperación migratoria y antiterrorista con nuestro vecino meridional (y el “flanco sur” en general) es clave.
POL MORILLAS | Subdirector e investigador sénior, CIDOB. @polmorillas
La crisis de los 10 años (2008-2018) ha dejado un vacío de poder en la Unión Europea. Alemania dictó las recetas de la crisis del euro, pero no puede ni quiere liderar Europa en solitario, especialmente tras la crisis de los refugiados. El euro-optimismo de Macron tampoco es suficiente para contrarrestar las dudas de Berlín ante una reforma a fondo de la eurozona y de la Política Común de Seguridad y Defensa. Reino Unido se ha auto-descartado con el Brexit, como también lo ha hecho Italia con su coalición de gobierno euroescéptico. Polonia, la otrora esperanza de la Europa ampliada, sigue la senda del iliberalismo que lidera Hungría. Y las dinámicas renacionalizadoras en el Consejo Europeo ponen trabas a la actividad legislativa del Parlamento Europeo y ningunean a la Comisión y sus iniciativas.
España ha estado ausente de los centros de poder de Bruselas, pero puede ahora rellenar parte del vacío existente mediante propuestas constructivas de aquí a mediados de 2019, año del Brexit y de elecciones europeas. Borrell es un buen conocedor de la maquinaria de Bruselas (como el anterior ministro, Alfonso Dastis), pero además ha fraguado su carrera en batallas políticas como el rechazo a la Constitución Europea en 2005 o la ampliación de 2004. Es decir, conoce la política y no solamente las políticas europeas. Calviño y Planas tienen también buenos interlocutores en Bruselas, y Sánchez trae un aire fresco que se suma al éxito de la izquierda en Portugal. En una UE crecientemente fragmentada, la socialdemocracia del sur de Europa ve la oportunidad de llenar parte del vacío de poder (e ideas) generado por la poli-crisis europea. No bastarán políticas, sino mucha política.
MARÍA SOLANAS | Coordinadora de Proyectos del Real Instituto Elcano. @Maria_SolanasC
La prioridad más evidente en política exterior es retomar impulso en el seno de la UE, promoviendo una agenda eficaz que fortalezca el perfil de la Unión en un escenario internacional líquido y deslavazado en las grandes cuestiones pendientes del siglo XXI: las migraciones, la igualdad de género, la transición ecológica y la sostenibilidad económica, entre otros. El proyecto europeo necesita avanzar en la construcción económica, pero también en políticas comunes que redimensionen su capacidad (política) de transformación. El Sur emergente, en particular África subsahariana, es ya una nueva prioridad. Un papel activo en el G20 (donde también están México, Brasil y Argentina, además de China, India, Japón y Corea) es relevante para coordinar esfuerzos y apuntalar los frágiles instrumentos de gobernanza global. UE y G20 son espacios prioritarios, y la Agenda 2030 una hoja de ruta en la doble dimensión nacional e internacional.
El nuevo gobierno español, no obstante, se encontrará con varios obstáculos. En el exterior, la UE atraviesa un momento de renacionalismo que deja poco oxígeno para un eventual impulso del proyecto colectivo. Hay temas que no están en la agenda (como el de la igualdad de género). Y países clave que no buscan las respuestas en Europa. Traer a estos países a un consenso europeo no será fácil. En el interior, será relevante contar con algunos consensos esenciales, acordando grandes líneas de política exterior con las fuerzas políticas parlamentarias. La inestabilidad en ese terreno puede ser un obstáculo para poner en marcha una política exterior ambiciosa.
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Coincido plenamente con la Profesora Belén Becerril en la preminencia del Cosejo Europeo sobre el Parlamento y la Comisión. Está claro que vivimos un auge lamentable del nacionalismo (mal endémico de las naciones y pueblos europeos), que explicaría esta supremacía del Consejo, aunque D.Tusck es un europeista como Junker. Pienso que, desgraciadamente, el Plan Jean Claude Junker que tan bien detalla la Profesora B. Becerril, no saldrá adelante y no solo por los de Visegrado, Italia fundadora de la UE está encerrándose en un nacional.populismo xenófobo, y más pronto que tarde la Liga Norte prescindirá de los «estrellinos» que tampoco son nada eurófilos.
Disiento de la Directora Saray Espejo en que nuestra política de exteriores sea africanista o mire a Marruecos, más bien es muy europeista (nuestra mejor baza) y que Josep Borrell conoce muy bien. Y la conexión política iberolusitana puede dar muchos frutos, no olvidemos que portugueses están dirigiendo los grandes foros mundiales. Por ello coincido plenamente en el análisis del Cofundador Álvaro Imbernón, Nadia Calviño, Luis Planas es un trío de ases no sólo europeistas sino plenamente europeos; no puedo coincidir en lo que comenta de nuestro «flanco sur»; sin duda nos espera por ahí sufrimiento.
El Subdirector Pol Morillas piensa que el euroentusiasmo de Emmanuel Macrón no es suficiente para contrarrestar el Brexit, el deuxausterizato alentado por los del Norte frente a la crisis de el euro; pero coincido en que nuestro M. de AA.EE. conoce muy bien la política y no solamente las políticas europeas.
La Coordinadora María Solanas relata con suma precisión los obstáculos que tiene nuestro Gobierno en Bruselas, el declive del proyecto común, temas imprescindibles que ni están en Agenda y algunos (demasiados) países que no buscan ni quieren las respuestas de Europa.
Gracias.