Miles de manifestantes participan en una de las mayores manifestaciones anticorrupción el 15 de marzo de 2025 en Belgrado, Serbia. GETTY.

Por qué la UE debe cambiar de rumbo con Serbia

Al negarse a ejercer presión sobre el presidente Vučić, la UE está dando alas al gobierno serbio. Si Bruselas se toma en serio el apoyo a la democracia en los Balcanes Occidentales, debe empoderar al pueblo serbio, no a sus gobernantes autoritarios.
Iliriana Gjoni
 |  25 de marzo de 2025

Durante más de una década, el enfoque de la UE hacia los Balcanes Occidentales ha sido de prudente pragmatismo, dando prioridad a la estabilidad de la región para evitar grandes perturbaciones en todo el continente, manteniendo a los aspirantes a miembros de la UE en la antesala de la adhesión. En lugar de impulsar reformas reales, Bruselas ha optado por asociarse con líderes fuertes que puedan garantizar la estabilidad a corto plazo.

Pero ahora, uno de los hombres fuertes a los que más ha apaciguado, el presidente serbio Aleksandar Vučić, se enfrenta al desafío más serio a su control del poder y, con él, a la estrategia de la UE en la región.

Bruselas tiene que decidir si sigue apostando por él, a pesar de las posibles consecuencias para Kosovo y Montenegro. Es una elección entre continuar con una política de “estabilitocracia” o adoptar finalmente un enfoque de integración basado en los méritos.

En Belgrado, la UE también se enfrenta al desafío popular. A diferencia de Georgia o Moldavia, los manifestantes serbios, desilusionados con la apaciguación de Vučić por parte de la UE, no han llevado banderas europeas ni han pedido apoyo a Bruselas. Sin embargo, la debilidad de Bruselas por Vučić puede volverse insostenible pronto.

El primer ministro serbio, Miloš Vučević, dimitió a finales de enero, una medida que se interpreta en general como una concesión estratégica en medio de la creciente agitación interna. Su dimisión se produjo tras las protestas masivas encabezadas por estudiantes, las mayores que ha visto Serbia desde la caída de Slobodan Milošević.

El detonante inmediato fue la indignación pública por la tragedia de la estación de tren de Novi Sad en noviembre, en la que una marquesina se derrumbó y mató a quince personas. Sin embargo, esta es solo la última oleada de descontento. Hace cinco meses, los ciudadanos salieron a las calles para protestar por un acuerdo de extracción de litio entre Serbia y Alemania. El acuerdo fue celebrado en Occidente como un medio para reducir la dependencia de China, pero para muchos serbios simbolizaba otro caso de gobernanza irresponsable, que impulsa riesgos medioambientales e intereses extranjeros por encima del bienestar local.

En este contexto, la UE se enfrenta a un dilema. Como mayor potencia económica de la región, no puede simplemente desestimar al gobierno de Serbia. Sin embargo, su apaciguamiento de la administración de Vučić ha tenido consecuencias inesperadas. Al negarse a ejercer presión, Bruselas ha dado una valiosa ventaja a Belgrado, al tiempo que la envalentona para ampliar su cooperación con Rusia y China, sabiendo que habría pocas represalias. La UE ha ofrecido incentivos económicos, pero estos han llegado sin mecanismos reales de aplicación: ha sido todo premios y nada de castigos.

 

«Serbia no es solo otro Estado problemático; su trayectoria puede sentar un precedente para toda la región de los Balcanes Occidentales»

 

En ningún lugar esto es más evidente que en Kosovo, cuyo camino hacia la UE sigue siendo rehén del estancado diálogo entre Belgrado y Pristina. A pesar de los importantes esfuerzos de democratización de Kosovo, la UE sigue exigiendo concesiones unilaterales, incluso tras el ataque de Banjska en 2023, cuando paramilitares respaldados por Serbia mataron a un policía kosovar e hirieron a otros dos. Aunque Bruselas ha insistido en la desescalada, ha evitado imponer consecuencias significativas a Belgrado. Mientras tanto, Kosovo sigue siendo el único país de los Balcanes Occidentales sin estatus de país candidato a la UE, lo que refuerza la percepción de que la adhesión a la UE está dictada menos por el mérito que por la conveniencia geopolítica.

Montenegro, a menudo visto como el favorito en el proceso de adhesión a la UE, es otro ejemplo de ello. A pesar del cauto optimismo de que podría ser el primero en cruzar la línea de meta de la adhesión, su estabilidad política se ve frecuentemente perturbada por la injerencia serbia. La retórica nacionalista sigue marcando el discurso político de Montenegro, lo que dificulta que el país se centre en las reformas impulsadas por la UE. Un Montenegro verdaderamente europeo sería un éxito para la región y para la UE, pero el país sigue siendo vulnerable a las mismas presiones externas que han frenado su progreso durante años.

Una corrección de rumbo por parte de la UE sigue siendo factible. En primer lugar, Bruselas debe volver a poner el pie en el acelerador, especialmente en su relación con Serbia. Ignorar el fraude electoral, la represión de los medios de comunicación y el autoritarismo progresivo no ha beneficiado a los Balcanes Occidentales ni a la UE. Bruselas busca proyectar fuerza a nivel mundial, pero tolerar la erosión democrática en su propio patio trasero solo socava su credibilidad. La idea de vincular los fondos de la UE a reformas genuinas se discute con frecuencia, pero sin su aplicación, sigue careciendo de sentido.

En segundo lugar, la UE podría apoyar los esfuerzos para que los funcionarios acusados de delitos rindan cuentas, como en el caso del ataque de Banjska o en los casos de fraude electoral. También debería dar prioridad al apoyo continuo a Montenegro y Kosovo, ya que la injerencia regional de Serbia no es un factor estabilizador, sino un obstáculo para el progreso.

Por último, la UE debe reconocer que el régimen de Vučić está perdiendo legitimidad. No está claro si Vučić será capaz de capear este temporal, ya sea aumentando la represión, cambiando su apoyo a Rusia, cruzándose de brazos y jugando a dividir y conquistar, o intentando recuperar la credibilidad y la legitimidad convocando elecciones anticipadas. Lo que es seguro es que las recientes protestas señalan un cambio generacional que Bruselas ya no puede ignorar. El gobierno serbio, en su forma actual, no es el socio estratégico deseado. Si Bruselas realmente apoya los valores democráticos, debe alinearse con el pueblo serbio en lugar de con sus gobernantes autoritarios.

Este momento presenta una oportunidad única para que la UE recupere su poder transformador en la región. La juventud de los Balcanes Occidentales, criada en una era de globalización, conectividad y aspiraciones democráticas, podría ser el catalizador de un cambio largamente esperado. Estos jóvenes ven de primera mano los beneficios de las normas democráticas: si la UE les da poder, podrían impulsar a la región hacia un futuro que se alinee con los intereses estratégicos a largo plazo de Bruselas.

Pero, ¿actuará la UE? Hasta ahora, su respuesta ha sido silenciosa. Y, al igual que con la guerra en Ucrania, corre el riesgo de verse superada y eclipsada por las maniobras de la administración Trump. El enviado especial del presidente de Estados Unidos, Richard Grenell, ya ha publicado mensajes en línea en apoyo de Vučić.

La UE debe decidir si aprovecha este momento y apoya a quienes realmente trabajan para cerrar el capítulo de la inestabilidad, o si deja escapar otra oportunidad.

Artículo publicado originalmente en el blog Strategic Europe de Carnegie Europe, el 4 de febrero de 2025.

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