La Unión Europea sigue con muchísima preocupación lo que está sucediendo en Cataluña. En una semana, el asunto ha copado reiteradamente las portadas de los principales medios europeos, se ha discutido por primera vez sobre Cataluña en la reunión del colegio de comisarios europeos y el Parlamento Europeo ha dedicado un debate especial sobre la cuestión. En realidad, lo ha debatido de forma doble, porque además del debate específico, donde solo han tomado la palabra los líderes de los grupos, varios eurodiputados españoles y europeos emplearon el debate sobre política general para hablar también sobre Cataluña.
No es difícil comprender por qué la crisis en Cataluña tiene una dimensión europea. La amenaza de secesión de una región respecto a un Estado miembro produciría la primera quiebra –ilegal y sin acuerdo– de las fronteras de la UE desde sus orígenes. La salida automática de Cataluña de la Unión Europea –si los independentistas lograran su objetivo de una u otra forma– no sería un accidente temporal y subsanable, sino una señal de que su proyecto de separación tiene componentes antieuropeos. No es casual que el lema de la UE sea “unidos en la diversidad” y que la convergencia de identidades plurales y la integración cada vez más próxima de economías y sociedades sea la constante vital de la UE.
La independencia de Cataluña con la que amenaza el gobierno catalán podría provocar un efecto dominó que disparase tensiones territoriales similares en otros Estados de la Unión que tienen también regiones con movimientos nacionalistas, más o menos controlados en el momento actual. Las pulsiones nacionalistas en Córcega (Francia), Flandes (Bélgica), Véneto o Tirol del Sur (Italia), Baviera (Alemania) y Escocia (Reino Unido) siguen con mayor o menor intensidad vigentes.
Es comprensible por qué los líderes de estos países rechazan la idea de que Cataluña se separe de España. Si esto sucediera parece poco probable que facilitasen la entrada de Cataluña en la UE tras su salida; estarían avivando la llama del nacionalismo dentro de sus fronteras.
La Comisión Europea no ha dejado de repetir que la crisis en Cataluña es un asunto español. Pese a que se escuchan voces que piden una mediación europea –algunos actores españoles, catalanes y europeos lo han hecho: el partido político de Podemos, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, el gobierno de la Generalitat, el grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo y algunos diputados de forma individual–, es muy poco probable que esta se produzca.
Mediaciones de la Unión Europea para dummies / HILO
— Miquel Roig (@miquelroig) 2 de octubre de 2017
Como resume mi colega Miquel Roig, la UE es una suerte de club de Estados (28), que tienen a su vez regiones (350). Aunque las regiones tengan canales de participación, el interlocutor fundamental de Bruselas en la UE son los Estados, cuyos líderes se sientan alrededor del Consejo Europeo. Que la Comisión jugase un papel mediador entre Cataluña y España sería situar a un Estado y una región en un mismo nivel. El gobierno español tratará de evitar esta opción a toda costa. Tiene las de ganar: ¿favorecerían el resto de Estados miembros esta fórmula sabiendo que un día podrían “sufrirla” ellos mismos?
La UE ha desarrollado labores de mediación fuera de sus fronteras (entre Serbia y Kosovo, por ejemplo) y también lo ha hecho en casa. Jugó un papel en las negociaciones entre Irlanda y Reino Unido en el Ulster y lo ha hecho también recientemente entre España y Portugal a cuenta de su disputa por la construcción de un cementerio nuclear. No hay precedentes de mediación en un conflicto territorial de un Estado miembro en donde se hayan puesto al mismo nivel la región y el Estado.
La Comisión no se ha ofrecido (de momento) a mediar y Angela Merkel, a través de su portavoz, Steffen Seibert, ha reiterado que debe respetarse el Estado de Derecho en España y descartado mediar en el asunto. Si la mediación llegara a producirse es fácil presumir cuál sería la premisa (que España formalmente lo solicite) y el marco de discusión (el ordenamiento constitucional español).
Mensaje de @TimmermansEU Vicepresidente de la Comisión Europea a @KRLS : «el respeto del Estado de Derecho no es una opción» pic.twitter.com/RcVQWGsIxA
— C Carnicero Urabayen (@CC_Urabayen) 4 de octubre de 2017
El respeto al Estado de Derecho es uno de los pilares sobre los que se asienta la Unión Europea y como ha reiterado el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, su cumplimiento “no es una opción”. Aceptar su machaque para conseguir fines políticos sería una invitación abierta a otros actores europeos para seguir idéntico camino.
Europa observará de cerca lo que sucede en Cataluña y presionará todo lo que pueda para que se respete el orden constitucional y haya diálogo. Que el asunto tenga una dimensión europea y los actores en Bruselas y el resto de capitales sean conscientes de lo que hay en juego, no quiere decir que eso vaya a provocar una mediación de la UE en el conflicto catalán.
En el contencioso en torno a Cataluña parecería que estamos condenados a ver la realidad según el punto de vista de cada quien. El autor de esta nota hace suyo por entero el punto de vista del Gobierno de España. Hoy mismo, Suiza anunció su voluntad de mediar en el conflicto. Claro está, Suiza no es parte de la UE pero que la mediación de la propia UE no haya ocurrido antes no significa que no podrá ocurrir. La historia produce rupturas, aunque también continuidades. Pese a que no soy independentista, me niego a aceptar que la ley es el argumento definitivo en contra de quienes quieren ejercer su derecho a decidir.