Real-time Diplomacy. Politics and Power in The Social Media Era, de Philip Seib. Palgrave MacMillan. New York, 2012.
Por Juan Luis Manfredi, periodista y profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha. http://juanluismanfredi.es/ y @juanmanfredi
El nuevo libro de Philip Seib no es una crónica de la “primavera árabe”. Ni siquiera es una reflexión sobre las redes sociales o del fenómeno Wikileaks, que tanta bibliografía han generado. Se trata de un análisis de la transformación de la actividad diplomática, cuyas funciones centrales (negociación, representación y comunicación) se han visto volteadas por la comunicación internacional, los medios digitales y diplomacia en tiempo real.
La primera idea clara es la consolidación de la comunicación internacional como un área de interés creciente para las relaciones internacionales. El efecto CNN, que descubrimos en los años noventa, ha queda ensombrecido por la multiplicación de las televisiones internacionales. Al Yazira, que ya había demostrado su capacidad periodística (léase este artículo, «Al Yazira y la comunicación en el mundo árabe», en Política Exterior 113), ha aprovechado la “primavera árabe” para agregar, seleccionar y multiplicar los contenidos exclusivos. Hoy día es un medio de comunicación de referencia por encima de muchos de sus competidores europeos y estadounidenses. En otro orden, la diplomacia pública, antes relegada a un segundo nivel de decisión o aminorada en forma de campañas de relaciones públicas, se ha convertido en uno de los ejes de la acción exterior como fuente de competitividad y diferenciación. Los townterviews de Hillary Clinton y la renovación del proyecto Marca España son buenos ejemplos de lo que se apunta. A medio plazo, la diplomacia dedicará más recursos y más personal a estas tareas para incrementar su capacidad de influencia en los públicos extranjeros.
La segunda lección es la irrupción de los medios digitales. Se ha generado un nuevo ecosistema informativo, más abierto y participativo a la opinión de los ciudadanos. Twitter y Facebook han demostrado su capacidad para poner en contacto a ciudadanos con inquietudes parecidas. Son los micropoderes, organizaciones o ciudadanos que conforman un nuevo tipo de influyente. Dotados de un teléfono móvil, pueden alterar sustancialmente el orden político. El debate ahora es saber cuánto o cómo afectan los nuevos medios a la estructura política, pero no hay dudas sobre el impacto. Como muestra nos valen dos historias recogidas en el libro. Wael Ghonin, el ejecutivo de Google, acabó transformado en activista digital y convocante de la manifestación que acabó en la protesta de la Plaza Tahir, o aquella del telepredicador Amr Khaled, con 900.000 seguidores en Twitter, y su creciente influencia en los usos y costumbres de los creyentes. El entorno digital transforma la estrategia. El discurso de Hillary Clinton cuatro días después de la caída de Mubarak es una declaración de intenciones. Internet es la nueva esfera pública y para que la libertad y la democracia se expandan se requiere el respeto a los derechos individuales y el libre acceso al ciberespacio. El bloqueo de páginas en Irán o la segregación de contenidos en China son indicadores de que no todos los países ven igual el futuro de la libertad en Internet.
El tercer desafío es, quizás, el mayor. “Some of the major powers still seem enamored of strategies that worked well during the cold war”, explica el profesor Seib. En efecto, y como repite en varias ocasiones, las revoluciones árabes pillaron por sorpresa a unos servicios de inteligencia pendientes de otros asuntos y sin planes de contingencia. Más aún, los cables de Wikileaks informan sobre el enriquecimiento y las actividades de las elites corruptas, pero revelan poco sobre los cambios sociales ó como apoyar los procesos democratizadores. Sin esta información contextual, los cables o documentos tienen poco valor.
El nuevo entorno estratégico requiere un nuevo modelo de diplomacia y, especialmente, un nuevo tipo de diplomático. Seib lo califica de “diplomático expedicionario”, con nuevas competencias (más movilidad y más capacidad de adaptación) y con una fuerte actividad comunicativa. Los nuevos medios serán un apoyo esencial para desempeñar las funciones. Al mismo tiempo, la transparencia se consolida como una obligación. Nadie puede asegurar la seguridad plena de las comunicaciones, luego más vale que exista coherencia entre el decir, el hacer y el ser. Qué nivel de transparencia emplear o cómo conjugar la instantaneidad informativa con la negociación diplomática son cuestiones pendientes.
En síntesis, Seib, profesor de Periodismo en la University of Southern California y director del Center on Public Diplomacy, ha culminado una obra cuya lectura es recomendable a todos quienes quieran aprovechar los nuevos medios para transformar la actividad de la acción exterior. Todo un reto.
Para más información:
Borja Bergareche, «Umbrales de transparencia en la era WikiLeaks». Política Exterior 148, julio-agosto 2012.
Rory Medcalf, «Diplomacia, transparencia y opinión pública». Política Exterior 141, mayo-junio 2011.
Luis Esteban G. Manrique, «Libro: Prensa, secretos y libertad de información». Política Exterior 141, mayo-junio 2011.
Charlie Beckett, «Periodismo, redes y la nueva política interconectada». Política Exterior 141, mayo-junio 2011.
Editorial, «La información gana. Gobiernos, prensa y WikiLeaks». Política Exterior 139, enero-febrero 2011.