La firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, realizada el 23 de junio, supone un motivo de júbilo y esperanza en Colombia. Pero también representa un punto de inflexión para Cuba, el país que más se ha comprometido en la mediación entre ambas partes. Ofreciendo la Habana como sede de diálogo entre el gobierno y la guerrilla, la isla ha hecho valer su capital diplomático como potencia mediadora en América Latina.
No siempre fue así. A medida en que se ha debilitado el papel de Venezuela como principal valedor del gobierno cubano, arrancando un deshielo –hasta ahora exitoso– con Estados Unidos, la política exterior cubana experimenta un cambio de rumbo. La Habana, antes volcada en exportar la revolución más allá de sus fronteras, busca hoy convertirse en un garante de estabilidad regional.
En el pasado, y tan pronto como se comprobó que la hostilidad de EEUU le era incondicional, el gobierno cubano emprendió una política de apoyo a movimientos afines en el resto del hemisferio, con el fin de exportar sus valores y aupar a futuros aliados al poder. Aunque la iniciativa cubana más célebre en América Latina fue una intervención en Bolivia (1967) que terminó con la muerte de Ernesto Che Guevara, las primeras acciones se remontan a finales de 1959 y principios de 1960. Pero la VI y VII reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos (1960) limitaron las políticas intervencionistas de Cuba, afeando su apoyo a movimientos revolucionarios en la región.
La respuesta de La Habana fue pivotar a África, entonces iniciando su proceso de descolonización. Cuba intervino con una ambición desproporcionada con su peso geopolítico: envió a instructores militares a Argelia (1962), la República Democrática del Congo (1965, también con Che Guevara al frente), el Congo (1965) y Guinea-Bissau (1966). Siria y Yemen del Sur también recibieron apoyo militar cubano. Las misiones las integraban pequeños grupos de expertos en guerra de guerrillas, médicos y en ocasiones personal educativo. En África La Habana procuraba, a petición de sus aliados, enviar a cubanos negros que se integrasen con los rebeldes autóctonos. Aunque algunas de estas misiones fueron exitosas, otras colapsaron debido a una gestión improvisada y temeraria. “Altruismo, autodefensa e ignorancia iban de la mano”, observa Piero Gleijeses, autor de dos libros de referencia sobre la política exterior de Cuba en África.
En Etiopía (1978), Fidel Castro llegó a enviar 16.000 soldados para apoyar al país durante la Guerra de Ogadén. La mayor intervención cubana, sin embargo, tuvo lugar en Angola. Tras el desmantelamiento del Imperio portugués, Cuba envió asesores militares para entrenar al MPLA de Agostinho Neto, enfrentado con otros dos grupos rebeldes: la UNITA de Jonás Savimbi (apoyada por EE UU y Suráfrica) y el FNLA de Holden Roberto (apoyado por China y Mobutu Sese Seko).
Aunque el MPLA era el movimiento mejor organizado del país, Cuba necesitó enviar hasta 30,000 soldados para defender Luanda ante los ataques de UNITA, el FNLA y el ejército surafricano. Durante la batalla de Quifangondo (1975), tropas de élite cubanas recién aterrizadas en Luanda rechazaron el principal ataque del FNLA, apoyado por tropas de Mobutu. “La intervención de las tropas cubanas fue una sorpresa absoluta”, admitiría el entonces secretario de Estado Henry Kissinger, que había apostado por derrocar al MPLA y vio sus planes frustrados por una isla de menos de diez millones de habitantes.
Cuba mantuvo su presencia militar en Angola durante más de una década. El punto culminante de la intervención tuvo lugar en 1988, cuando el ejército cubano y las fuerzas del MPLA repelieron el ataque definitivo de Suráfrica y UNITA en Cuito Cuanavale, al sureste del país. La batalla impactó decisivamente la política exterior de Suráfrica, que terminó por abandonar su intervención en Angola y la ocupación de Namibia.
Tras la caída de la URSS, Cuba, que dependía de armamento y apoyo logístico y soviético, dejó de poder permitirse una política exterior tan ambiciosa. Las misiones de los médicos cubanos continúan siendo reconocidas a nivel internacional y han jugado un papel importante en las relaciones de Cuba con Venezuela y Brasil. Pero a partir de los 90, el país adoptó un perfil exterior más discreto, acorde con el empobrecimiento y la austeridad que trajo el fin de la Guerra Fría. El éxito mediando el conflicto colombiano permite esbozar una nueva etapa en la política exterior cubana: aún activista, pero implicada en mediaciones antes que en revoluciones.