Aún es pronto para saber quién será el próximo presidente de Perú. Según los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) al 99,395% de actas procesadas, Pedro Castillo de Perú Libre sería el elegido, como se encargó de proclamar el propio candidato, el 8 de junio, ante sus seguidores congregados frente a la sede del partido, en Lima. Sin embargo, la distancia con su contendora, Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, es de poco más de 83.000 votos en un país cuya población electoral roza los 25 millones de personas. No es la primera vez que una segunda vuelta está tan reñida: Pedro Pablo Kuczynski superó sacó solo 41.057 votos más que Fujimori en el 2016.
En esta ocasión, sin embargo, al ajustado resultado se suman una serie de fenómenos negativos que amenazan la estabilidad de la joven democracia peruana: una alta división ciudadana, campañas del miedo y acusaciones de fraude por parte de la líder de Fuerza Popular.
Polarización a la peruana
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales se ha desarrollado en medio de una alta división de la ciudadanía peruana. Como se puede ver en el gráfico, la mayoría de regiones del país ha votado a favor de Castillo. De 26 distritos electorales, el líder de Perú Libre supera a Fujimori en 18 (69%). Puno (89,3%), Huancavelica (84,9%), Ayacucho (82,6%) y Cajamarca (71,3%) son las regiones más pobres del país y coinciden con las cifras más altas de apoyo a Castillo. Esto se debe, en parte, a que el candidato de Perú Libre se presentaba como una opción de cambio, no solo económico, sino constitucional.
La promesa de una nueva constitución era parte principal del plan de gobierno de Castillo. A ello ha sumado un discurso populista, presentándose como el candidato del pueblo. “El pueblo es sabio. El pueblo entiende lo que sucede con el país. Y esta vez se ha identificado con alguien que también es del pueblo”, sostuvo después de saberse los resultados de la primera vuelta, cuando ya estaba claro que pasaría al balotaje.
Fuente: ONPE con el 99,395% de las actas procesadas. Elaboración propia.
De lado opuesto, las regiones más competitivas de Perú, la provincia constitucional del Callao (67,4%) y la capital Lima (64,6%), encabezan el apoyo a Fuerza Popular, que también ha logrado el apoyo mayoritario de los peruanos en el extranjero (PEX). Ante todos ellos, Fujimori se presentaba como la continuidad del modelo económico y la promesa de programas estatales de subsidios y bonos económicos.
La campaña del miedo (rojo)
Uno de los mensajes principales de la campaña de Fuerza Popular fue azuzar el miedo contra lo que denominaban el “gobierno comunista” de Castillo. Fujimori habló de los problemas económicos de Venezuela y Cuba, señalando que ese sería un posible final de un gobierno de Perú Libre. En Lima y diversas zonas del país se presentaron paneles millonarios con estos mensajes. El miedo hacia el fantasma comunista consiguió contrarrestar en parte el rechazo a Fujimori, una de las políticas con mayor antivoto de Perú. Pero no parece haber sido suficiente.
En campaña, Fujimori no pedía el voto para ella, sino para la democracia y la libertad. Así cosechó también el apoyo de figuras altamente anti-fujimoristas, como el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, así como el de diversos artistas, futbolistas y políticos. En este sentido, Fujimori logró subir exponencialmente su apoyo. Castillo, por otro lado, tuvo una relación bastante lejana con los medios tradicionales de la capital. Su estrategia se enfocó en el recorrido por diversos pueblos del país.
Fuente: Ipsos Perú.
Perú se encontraba así ante candidatos contrapuestos, una a favor (Fujimori) y otro en contra (Castillo) del establishment. Un número importante de empresas y medios de comunicación apoyaban la candidatura de Fuerza Popular. Muestra de ello es que el 7 de junio, el Tribunal de Ética del Consejo de la Prensa Peruana hizo pública su preocupación por “la contravención de estos principios durante el proceso electoral por diversos medios de comunicación, puesta de manifiesto en: portadas y titulares que no reflejaban con exactitud los hechos acaecidos; la presentación de opiniones interesadas revestidas como análisis imparcial, y una cobertura desigual a las actividades de las candidaturas presidenciales, en tiempo y espacio, pese a que se trataban de mítines y eventos de similar importancia”.
¿Fraude?
El 7 de junio, la lideresa de Fuerza Popular señaló que existían “indicios de fraude en la mesa”. Esto se contradice con lo señalado por los observadores electorales nacionales e internacionales. La directora de la Asociación Civil Transparencia, Adriana Urrutia, señaló que la jornada electoral se desarrolló en completa normalidad. “No tenemos evidencia que se pueda hablar de un fraude sistemático”, afirmó Urrutia. A pesar de ello, una parte de la ciudadanía y de la prensa cuestiona el resultado de las elecciones.
Ante un escenario polarizado, estos cuestionamientos perjudicarán sin duda a la democracia peruana. También son negativas para Fujimori, pues si al final acaba ganado, ya se habrán instalado las dudas sobre el proceso. En el caso de Castillo, su gobierno no será legítimo para una parte de la población, a pesar de sus promesas de formar un gobierno “respetuoso de la democracia, de la Constitución actual”.
Este no será, sin embargo, el único reto del futuro presiente. La fragmentación en el Congreso sin duda dificultará el gobierno. Hoy hay 10 partidos en la Cámara y ninguno tiene mayoría: Perú Libre (28%), Fuerza Popular (18%), Acción Popular (12%), Alianza para el Progreso (12%), Renovación Popular (10%), Avanza País (5%), Juntos por el Perú (4%), Podemos Perú (4%), Somos Perú (4%) y Partido Morado (2%).
Las alianzas en Perú son débiles. A pesar de que Fuerza Popular las haya generado con Alianza para el Progreso, Renovación Popular y Avanza País, nada garantiza que las pueda mantener en el tiempo. Castillo, por su parte, solo ha presentado una alianza con Juntos por el Perú: sería él quien tendría más problemas de gobernabilidad. El uso habitual de medidas extremas de control político, como la vacancia presidencial, hace que el próximo presidente sea institucionalmente débil.
Por otra parte, el anti-fujimorismo y el anticomunismo se posicionan como fuerzas políticas a tomar en cuenta. Así, la victoria de Fujimori o de Castillo no significaría necesariamente el apoyo hacia estos candidatos, sino más bien el rechazo hacia la otra opción. En un contexto de pandemia y crisis económica, los peruanos se encuentran descontentos con su clase política. La búsqueda de legitimidad tendría que ser una de las principales metas del próximo presidente.