Desde que Ollanta Humala tomó las riendas del poder en Perú, en julio de 2011, tras ganar las elecciones presidenciales con un 48% de los votos, el país ha sufrido dos crisis ministeriales, un incendio en el sector de la minería y un repunte del terrorismo y el narcotráfico. Humala no termina de dar con la música de su mandato. En busca de fuerza y estabilidad, su perfil más duro se ha ido reforzando a medida que pasan los meses, alejándose de los sectores de izquierda y de centro que lo apoyaron durante las presidenciales. Sus problemas de gestión le pasan factura, pero por el momento la aprobación a su gobierno supera todavía el 50%, tras alcanzar un 70% de aprobación por su actitud conciliatoria posterior a las elecciones.
Los problemas con las actividades de su entorno familiar enturbiaron los primeros días de mandato. El viaje a Moscú de su hermano menor, Alexis Humala, supuestamente para negociar en nombre del presidente electo contratos con el gobierno y empresas rusas, consiguió que la popularidad de Humala bajase 30 puntos. Este había prometido durante la campaña atacar la corrupción y el nepotismo. Ese oscuro episodio familiar supuso un traspiés.
En segundo lugar, los controvertidos proyectos mineros han minado la imagen de Humala como defensor del medioambiente, imagen recurrente durante su campaña electoral. La población de las áreas afectadas por proyectos como el de Conga se opone a ellos, mientras una mayoría de los ciudadanos los aprueban, al tiempo que abogan por una resolución del conflicto mediante la vía del diálogo. Esta crisis le costó el puesto al primer ministro, Salomón Lerner, el pasado diciembre.
Tercero, el conflicto con la minería informal en el sur del país. Los mineros se han movilizado, organizando mítines y tomas de carreteras contra los decretos legislativos del gobierno que regulan la actividad minera informal. Las protestas pronto se tornaron violentas, con muertos y heridos. En mitad de este conflicto reaparece el grupo terrorista Sendero Luminoso, con el secuestro de 36 trabajadores de un proyecto gasífero en la región de Cuzco. El gobierno desató una ofensiva donde hubo episodios de incompetencia y descoordinación. La gestión de la nueva crisis le ha costado el puesto al los ministros de Defensa e Interior.
El último revés política se acaba de producir con el abandono de cuatro congresistas de su partido, Gana Perú, en discrepancia con la gestión del gobierno.
A pesar de estos traspiés políticos, la economía sigue creciendo con fuerza. Entre 2001 y 2008, el PIB peruano creció a un promedio anual del 6,7%, uno de los más altos de América Latina, debido en gran parte a las exportaciones. Tras el frenazo de 2009 debido a la crisis internacional, en 2010 el PIB recuperó el ritmo elevado, con un aumento del 8,8%. Las ultimas estimaciones del FMI indican un crecimiento del 5,5% para 2012, la tasa más alta de la región, que crecerá al 4,1%.
Para más información:
Francisco Javier Urra, «Perú, el desafío del optimismo». Política Exterior 140, marzo-abril 2011.