Por Guillermo Pérez Flórez.
Los colombianos han decidido darse una nueva oportunidad para tratar de vivir en paz y poner fin a un conflicto violento que ya completa casi 50 años. No se trata de un proyecto sencillo, por el contrario, es un proceso complejo, lleno de riesgos y obstáculos, con factores que incluso no controla el país, como son el comercio de cocaína y de armas, elementos de un abstruso entramado de intereses oscuros dentro de la órbita de la globalización. Pero en un acto de sensatez (por parte del gobierno) y de realismo (por parte de la guerrilla), las posibilidades de paz han regresado y esta vez existen moderadas razones para el optimismo.
Como suele decir el presidente colombiano Juan Manuel Santos, parece que los astros se han alineado a favor de la paz. Para comenzar, la correlación de fuerza Estado-guerrilla favorece ampliamente al Estado, a diferencia de la década pasada cuando el presidente Andrés Pastrana (1998-2002) intentó un proceso impulsado por un clamor de paz de una sociedad urbana que sentía que su Estado iba perdiendo fatalmente la guerra.
Durante última década las FARC han sufrido graves reveses militares y políticos. Fueron declaradas terroristas por Estados Unidos y la Unión Europea; sus alianzas con las redes del crimen transnacional, en torno al tráfico de cocaína y a los secuestros, sustituyeron su halo revolucionario por perfiles de mafiosos sin alma; su máxima estructura (el Secretariado) perdió el mito de la invulnerabilidad (tres de sus más importantes miembros fueron dados de baja en operaciones militares, Raúl Reyes, Jorge Briceño y Alfonso Cano, jefe máximo que sucedió a Manuel Marulanda) y fueron literalmente humillados con operativos de visos cinematográficos como la Operación Jaque, con la cual se liberó a 15 secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt y tres norteamericanos; a todo lo anterior hay que añadir que perdieron al menos un 30% de sus efectivos armados.
Sin embargo, las FARC están golpeadas pero no vencidas. Han demostrado que pese a la inmensa superioridad en hombres, tecnología y cooperación internacional de que goza el Estado colombiano, tendrían capacidad para sobrevivir al menos una década, manteniendo en estado de tensión a vastos sectores de la Colombia rural, haciendo daño al aparato productivo, particularmente golpeando la infraestructura (oleoductos, redes eléctricas y de telefonía), y constituyéndose en un peso que lastre la economía, en un momento en el que Colombia siente que puede insertarse en la escena global al lado de países como Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Suráfrica, los llamados Civets. Sí. Las FARC podrían resistir una década más de conflicto, y el Estado colombiano por supuesto también, la pregunta es a qué coste. No es un secreto que la correlación de fuerzas cambió gracias al apoyo financiero, militar y político de Washington, que no sólo le dio a Colombia dólares (más de 7.000 millones), inteligencia y tecnología sino que la convirtió en una potencia militar regional. Tiene cerca de 500.000 hombres en armas y la cuarta flota de helicópteros del mundo. Pero la asistencia financiera norteamericana se ha reducido considerablemente, los juguetes bélicos de que disponen las fuerzas armadas cuesta mantenerlos, como cuestan también las pensiones de jubilación, viudedad e invalidez que el Estado tiene que pagar, una carga que año a año no para de crecer.
Por otra parte, subsiste el riesgo que el conflicto mute (como ya ha sucedido en el pasado), debido a la bonanza minera y petrolera que experimenta el país y que podría tornarse en el nuevo motor de la guerra. Se calcula que en los próximos diez años Colombia recibirá 120.000 millones de dólares de inversión extranjera directa (IED) por este concepto. De hecho, en los últimos cuatro ha recibido más de 30.000 millones por este mismo renglón, lo cual le ha permitido convertirse en el cuarto receptor de IED de América Latina.
Los colombianos están llegando a la paz por pragmatismo y realismo. Las FARC han abandonado la agenda maximalista que exhibieron en San Vicente del Caguán hace 12 años. No aspiran a conseguir una revolución en la mesa de negociaciones, es más, su principal pretensión es satisfacer lo que puede calificarse como su mito fundacional: la cuestión agraria, la madre de todas las violencias colombianas.
Las lógicas militares que gobiernan el conflicto podrían favorecer un des-escalamiento de las hostilidades, una humanización de la guerra como propone el expresidente Ernesto Samper (el más activo de los expresidentes en este asunto); aunque los combates siguen, las FARC ya no tienen que demostrar fortaleza porque lo han hecho durante años, y con fiereza durante los últimos dos. Igualmente, la discreción y prudencia con la que se están manejando las conversaciones en La Habana (Cuba), más el apoyo casi unánime que ha recibido el proceso, incluyendo a la única fuerza opositora, el Polo Democrático Alternativo, hacen pensar que esta vez la paz va a cuajar.
Una de las novedades positivas de este proceso es que muy pocos sectores anhelan convertirlo en una especie de árbol de navidad al que cada quien le cuelga su propia aspiración. Para el líder de la oposición en el Senado, Jorge Enrique Robledo, la negociación debe ser entre gobierno y FARC. “Son las guerrillas las que tienen que ponerle precio a sus fusiles, y el gobierno quien dice si lo paga o no. En eso nosotros tenemos poco qué decir. Nos parecemos al Papa tras la segunda guerra mundial”, afirma Robledo cuando se le pregunta si respalda o no el proceso, tras decir que sí, sin reserva alguna.
Esta semana Noruega le abre las puertas a Colombia, será el debut de Iván Márquez, el más chavista de la elite de las FARC, y quien aparecía como el menos amigo de la negociación; se iniciarán lo diálogos y el mundo podrá saber cuáles serán las perspectivas.
Los astros se han alineado a favor de la paz en Colombia. EE UU, Cuba y Venezuela apoyan las negociaciones. Esto solo es ya un magnífico presagio. ¿Podrá jugar la Unión Europea –y en particular España– un papel determinante en el post-conflicto? Cabe esperar que sí. En este campo hay todo un mundo de grandes y buenas oportunidades.
Guillermo Pérez Flórez es periodista y consultor en asuntos de riesgo político en América Latina.
Para más información:
Guillermo Pérez, «Adiós al ‘sheriff’: Colombia sin Álvaro Uribe». Política Exterior 135, mayo-junio 2010.
Dan Rather, «El Presidente». Vídeo Dan Rather Reports, octubre 2012.
International Crisis Group, «Colombia». Especial, Octubre 2012.
Gracias Guillermo por el aporte de varios elementos que, en mi caso, contribuyen a dibujar el perfil de la nueva perspectiva de paz. Ah¡, si tuviéramos la capacidad de beber en la fuente de los antiguos, especialmente en la sumisión del divino Sócrates al derecho de su ciudad y en Sofoclés que supo crear un bellísimo cuadro de coherencia y consecuencia en la actitud de Antígona, obrando en consonancia con su pensamiento y reivindicando todo el ritual religioso antiguo, a partir del cual se edificó todo el andamiaje de sociedades desacralizadas. Ignoro si el periodista Perez Florez ha leído el libro V de la Ciudad antigua, el texto de Foustel, pero si no, amigo, vale la pena leerlo. Ese texto nos ayuda a comprender tantas cosas. Perdón por la sugerencia, pues me produce la sensación de que todo lo ha leído. Gracias.
Juicioso analisís. Es importante agregar factores que se visibilizaran en la mesa de negociaciones: 1.-La profunda desigualdad que existe en Colombia.2.-Cambios culturales que nos lleve a una Cultura Democratica donde tengamos respeto por el otro y 3.-Cómo lidiar con los enemigos «violentos» de la PAZ.
[…] un recorrido europeo destinado obtener el apoyo político y económico de la Unión Europea a las negociaciones de paz que mantiene con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde finales de 2012. En […]