Aunque en la actualidad la actividad consular y la diplomacia son dos herramientas perfectamente diferenciadas, en el pasado han influido la una en la otra, por lo que al estudiarlas sería un error disociarlas. Los pueblos mediterráneos de la antigüedad, Grecia y Roma, ya mostraron el valor de la diplomacia. Cualquiera que fuera el cometido de sus enviados, eran considerados representantes de sus pueblos, actuaban en su nombre y disfrutaban de un trato deferente.
La diplomacia es el instrumento a través del cual los pueblos se comunicaban pacíficamente. Resultaba una actividad temporal. Una persona era enviada con una misión y una vez cumplida, regresaba a su lugar de origen. Era representativo de las micro sociedades: mundo indostánico, antiguo Egipto o China.
Para los occidentales, esta práctica empieza en la antigua Grecia. Los pueblos griegos fueron los primeros en dar a la diplomacia una estabilidad, por su utilización frecuente. Las polis griegas tenían un sentimiento de comunidad. Las relaciones que existían entre ellos, ya fueran conflictos o asuntos culturales o comerciales, ofrecían la posibilidad de que surgieran estas figuras.
Los kerykes, cuya traducción latina era heraldos, se movían al servicio de quien los contratara, recorriendo diversos estados y publicando las noticias, encomendadas, en voz alta. Junto a ellos se construyó la figura de los “enviados”, los denominados presbeis. Estaban al servicio de un ente “público”; una polis, un poder o un rey, entre otros. No eran profesionales contratados, sino funcionarios. Solían ser personas que gozaban de una competencia completa. Generalmente, se reunían con otros representantes en consejos y asambleas con el objetivo de informar, negociar, proponer o pactar. La última de las figuras griegas, angeloi, en latín, ángeles, era el mensajero se encargaba de transmitir las pretensiones y conclusiones de una polis o ente a otra.
Las tres figuras convivieron, cada una en su especialidad. La principal diferencia se daba entre los kerykes y las otras dos instituciones. Estos primeros estaban investidos de una tradición social y religiosa que les proporcionaba una suerte de inmunidad sacra; era un estatus original de este grupo. Así, se considera, que este es el precedente del estatus diplomático. Además, contaban de documentos oficiales de acreditación para llevar a cabo su cometido y sus reuniones se celebraban en lugares sagrados.
En un plano multilateral, tenían lugar discusiones sobre asuntos comunes, en las asambleas de las ligas anfictiónicas. Su sede en un principio fue el santuario de Deméter en Antela, hasta que se trasladaron a Delfos. Esta institución desaparece con la conquista romana.
La diplomacia en Roma
Roma no era un microcosmos, era un imperio egocéntrico. La diplomacia no era considerada como un instrumento para relacionarse con el exterior, que se conseguía a través de la guerra y la invasión. Sin embargo, de forma poco rigurosa, terminaron aceptando el sistema diplomático griego.
En un primer momento se introdujo una figura similar al keryke, los fetiales, que constituían un colegio sacerdotal. Eran los especialistas en relaciones internacionales y encargaban de la actividad exterior de Roma en sus primeros años. Entre sus cometidos se encontraban la firma de acuerdos, su salvaguarda y la declaración de guerra y de paz. Persistía en ellos la idea de ser una figura sagrada, llegando a tener una influencia considerable dentro de Roma.
Durante la época republicana, llegaron a convertirse en el órgano asesor del Senado, ofreciendo una dirección a la política exterior. Terminaron transformándose en funcionarios que intervenían en el seno de este órgano. Los fetiales eran convocados para cualquier acción que fuera más allá de las fronteras del estado para que expusieran su opinión. De esta manera el término para referirse a ellos cambió a oratori.
Este cuerpo de funcionarios de los asuntos exteriores actuaba, no fuera, sino en el interior del estado, en el centro de poder, donde se tomaban las decisiones. Los enviados, legati o legados, eran propuestos por ellos. Ejecutaban la acción fijada por los funcionarios. Los legati, proponen un avance significativo en el envío de misiones al exterior y con ellos ya no se manda a una sola persona, sino a un grupo, ya que en principio no tienen ese carácter sagrado y precisan protección. Para avisar de su llegada, llevaban consigo estandartes y una gran banda de música. El jefe de misión recibía el nombre de princes legationis.
Entre el siglo II y el siglo V estas figuras fueron asumidas, no por el poder sucesor al romano, sino por el poder particular que mantenía una influencia sobre el mundo de la época: la Iglesia Cristiana y el Papado. Utilizaba estas mismas figuras como enviados pastorales (missi) o enviados personales del Papa (nuntii).
Roma queda dividida en dos zona y en el mundo romano oriental se mantuvo la idea de este sistema, pero con formas distintas. La realidad es que no se prescindió de algunas figuras. Entre ellas destaca el enviado a hablar con el Papa, el prokuration, a quien se mandaba con cualquier objetivo o misión con plenos poderes. Sus competencias eran muy diversas, desde anunciar o llevar un mensaje, hasta declarar la guerra. Disponía de la total confianza del Basileo.
Por otro lado, el apocrisario era un enviado del Papa de Roma ante la corte de Bizancio. Sin unas funciones concretas, resultaba una especie de coordinador. El apocrisario era un enviado permanente, un representante que residía en el exterior del imperio Romano de Occidente. Por primera vez aparecía la figura de la misión diplomática permanente.
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hola muy interesante, hay fuentes de información, me ayudaría mucho
gracias