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El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov (C) y el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi (R), se encuentran con el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán, Shah Mahmood Qureshi y un representante de Irán en Tayikistán, el 16 de septiembre de 2021. GETTY.

Oriente Próximo y las nuevas esferas de influencia

En un mundo donde regresan las esferas de influencia, Oriente Próximo parece haber quedado en tierra de nadie, de nuevo campo de batalla de las grandes potencias. Irán e Israel son las piezas clave del tablero.
Luis Esteban G. Manrique
 |  1 de febrero de 2022

En una reciente comparecencia de prensa en la que abordó la crisis de Ucrania, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, insistió en que ninguna potencia puede dictar políticas de alianzas a otras naciones. “Nadie tiene derecho a ejercer esferas de influencia, una noción que debe ser arrojada al basurero de la historia”, dijo. El sumario de la National Defense Strategy de 2018 subrayaba, por su parte, que el mayor desafío para la seguridad de EEUU son las potencias “revisionistas” que quieren convertir el siglo XXI en la era del supremacismo autocrático. Pekín y Moscú quieren que Washington acepte de manera explícita sus respectivos dominios geopolíticos, es decir, una especie de regreso al sistema de Yalta, pero con Rusia, China y EEUU compartiendo, en condiciones de igualdad, un orden global tripolar. Vladímir Putin y Xi Jinping parecen temer sobre todas las cosas a vecinos de historia y cultura comunes –Ucrania, Taiwán– pero democráticos, porque pueden contagiar a la Federación Rusa y a la República Popular China ideas políticas incompatibles con la supervivencia de sus autocracias.

El problema, señala Peter Beinart en The New York Times, es que Washington nunca ha respetado la doctrina Blinken, recordando que en su séptimo mensaje anual al Congreso, James Monroe, quinto presidente de EEUU, estableció una esfera de influencia hemisférica que ha durado, con algunos altibajos y reveses, hasta hoy.

Washington ya no ejerce la doctrina Monroe como antes, pero lo que ha cambiado son las formas, no el fondo, con las sanciones económicas como método coercitivo. Las líneas rojas que trazó Monroe siguen vigentes de una u otra manera. Según Erika Pani, historiadora del Colegio de México, los gobiernos mexicanos han sido siempre muy conscientes de los límites que impone a su soberanía la vecindad con EEUU.

 

Bautizos de fuego, doctrinas revisionistas

En último término, las esferas de influencia las marca el poder militar. Desde 2008, el tamaño de la economía china se ha triplicado. Entre 1990 y 2016, su PIB aumentó 12 veces, un lapso durante el cual su presupuesto de defensa se multiplicó por 10. El PIB de Rusia, por su parte, se duplicó y su gasto militar se cuadruplicó entre 1998 y 2014.

La reconversión militar del ejército ruso lo ha convertido una sofisticada maquinaria bélica que utilizó Siria como laboratorio para probar armas, refinar  tácticas y ganar experiencia de combate. Según su ministro de Defensa, Sergéi Shoigu, todos sus comandantes del ejército de tierra, el 92% de sus pilotos y el 62% de sus marinos han tenido ya bautizos de fuego en misiones en la cuenca del Donbás, el Cáucaso y Oriente Próximo.

David Ignatius señala en The Washington Post que Putin no quiere regresar a 1989, sino a los años cuarenta, cuando Stalin construyó un “telón de acero”, como lo llamó Churchill, para resguardar y dar mayor profundidad estratégica a la Unión Soviética. Para el Kremlin de Putin y los siloviki, Rusia no es nada si no es una gran potencia. Según las encuestas, el 50% de los rusos culpa a la OTAN por la escalada de tensiones en la frontera ruso-ucraniana, y solo el 4% a su gobierno.

 

«El 50% de los rusos culpa a la OTAN por la escalada de tensiones en la frontera ruso-ucraniana, y solo el 4% a su gobierno»

 

En Foreign Affairs, Angela Stent sostiene que el revisionismo ruso reformula y actualiza para el espacio exsoviético la doctrina Brézhnev, que estableció la  soberanía limitada de los países del Pacto de Varsovia, que al final solo invadió a sus propios miembros, como a Hungría en 1956 y a Checoslovaquia en 1968.

El ministro de Exteriores ruso, Sergéi Lavrov, dice que Rusia busca una transición hacia un mundo “posoccidental”. Xi, a su vez, defiende una “Asia para los asiáticos”. Tras recuperar Hong Kong y Macao, a Pekín solo le falta Taiwán para  recuperar la geografía imperial heredada de la dinastía Qing.

El Global Times, que refleja las opiniones del Partido Comunista Chino, subraya que los países occidentales parten de un malentendido: China no ha alcanzado a los países industrializados. China está de retorno. No es lo mismo.

Incluso si China o Rusia se convirtieran en democracias liberales, sus agravios históricos y aspiraciones territoriales permanecerían intactas. Fyodor Lukyanov, asesor de Putin en asuntos exteriores, equipara la caótica retirada de EEUU de Afganistán y la caída de Kabul con la del muro de Berlín en importancia geopolítica porque marca, según él, el principio del fin de la pax americana.

 

¿Tierra de nadie?

La región de Oriente Próximo se ha quedado en medio de las disputas, casi como una tierra de nadie entre las esferas de influencia emergentes. Irán, que vende a China medio millón de barriles diario de crudo, es una pieza clave del tablero. En diciembre de 2019, el país realizó maniobras militares conjuntas con Rusia y China en el océano Índico y en septiembre de 2020 repitieron, pero esta vez en Rusia. El pasado enero, el ministro de Exteriores iraní, Hossein Amir Abdollahian, se reunió en Pekín con su homólogo chino, Wang Yi. En marzo del año pasado, Wang había firmó en Teherán un acuerdo de 25 años de “asociación estratégica integral” que incluye, según los borradores filtrados a la prensa, inversiones chinas en energía e infraestructuras y transferencias de tecnologías militares. A su vez, el presidente del país, Ebrahim Raisí, eligió Moscú como destino de su tercer viaje al exterior. Tenía una deuda que pagar. En septiembre del año pasado, Moscú apoyó el ingreso de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái. Teherán estaba esperando su  admisión desde 2005.

 

«La economía iraní crecerá este año un 8%, lo que reduce para el régimen la urgencia de un acuerdo nuclear, pese a las presiones internacionales, incluida la rusa»

 

Irán, si embargo, no está dispuesto a ser un Estado vasallo de nadie. En la sexta ronda de negociaciones en Ginebra con el G5+1 –los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania–, Moscú presiona a Teherán para que acepte un acuerdo interino a cambio del levantamiento de algunas sanciones. Tras la retirada de EEUU en mayo de 2018 del acuerdo nuclear de 2015, Teherán volvió a enriquecer uranio.

Aunque con una inflación del 40%, la economía iraní crecerá este año un 8%, lo que reduce para el régimen la urgencia de un acuerdo nuclear. Mijaíl Ulyanov, jefe de la delegación rusa en Ginebra, ha logrado que Irán vuelva a aceptar las inspecciones de la Organización Internacional de la Energía Atómica. Tras reunirse con Lavrov el 21 de enero en la ciudad suiza, Blinken dijo que las negociaciones con Irán son un ejemplo de cómo Moscú y Washington pueden trabajar juntos en asuntos de interés mutuo.

 

Israel, manzana de la discordia

En 2006, durante la guerra con Hezbolá, cuatro marinos israelíes murieron por el impacto contra su barco de un misil chino Silkworm que Pekín había vendido a Irán. Pero la relación sobrevivió. En 2011, tecnológicas chinas e israelíes firmaron 10 acuerdos por valor de 31 millones de dólares. En 2018 fueron 72, que sumaron 4.800 millones. En 2001, el comercio bilateral rondaba los 1.000 millones de dólares anuales. Hoy es 10 veces mayor.

En 2015, Israel firmó un contrato con SIPG –la empresa china que opera el puerto de Shanghái, que mueve 43 millones de contenedores al año, 15 veces más que Israel– para renovar el puerto de Haifa y concederle la gestión durante 25 años. Ashdod, el segundo puerto israelí, será operado por una compañía holandesa, pero está siendo construido por China Harbor. Las universidades de Tel Aviv y la Hebrea de Jerusalén albergan Centros Confucio. Según una encuesta de Pew, dos tercios de los israelíes ven a China con buenos ojos.

Todo ello explica la presión de Washington para que Israel se aleje de China. Según Haaretz, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, ha discutido el asunto con Yair Lapid, ministro de Exteriores israelí, al menos dos ocasiones. El Pentágono ha logrado que Israel le permita monitorear las actividades chinas en Haifa. Es la primera vez que el Estado israelí accede a que EEUU supervise actividades extranjeras en su territorio.

 

El Golfo, en el punto de mira

Al mismo tiempo que Amir Abdollahian, llegaron a Pekín los ministros de Exteriores de cuatro de los seis miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG): Arabia Saudí, Kuwait, Omán y Bahréin, además de su secretario general, Nayef Falah Al Hajraf, para tratar sobre el suministro energético y el acuerdo nuclear con Irán.

De momento, EEUU tiene una gran ventaja sobre sus rivales en el Golfo: el suministro de armamento. En 2013, cuando Egipto no pudo comprar cazas, tanques y misiles a Washington, recurrió a Francia, China y Rusia. China y Rusia no dejarían pasar la oportunidad si pueden hacer algo similar con los países miembros del CCG.

Entre 2015 y 2020, las ventas de armas de EEUU a Arabia Saudí rondaron los 3.000 millones de dólares. La Casa Blanca ha aprobado la venta a Riad de 280 misiles aire-aire por valor de 650 millones de dólares, a pesar de que Joe Biden prometió dejar de vender armas ofensivas a los saudíes para acabar con todo apoyo a la guerra de Yemen.

Washington no está solo en el esfuerzo por mantener a los países árabes del Golfo en la órbita occidental. En diciembre de 2021, Francia firmó un acuerdo con Emiratos Árabes Unidos (EAU) para venderle 80 cazas Rafale por 19.200 millones de dólares. El general James Mattis, exsecretario de Defensa de Donald Trump, llamada a los EAU la “Esparta del Golfo”. Soldados emiratíes lucharon en Afganistán y sus pilotos bombardearon posiciones de Dáesh en Irak y Siria. En 2019 se retiraron de Yemen.

Más de la mitad de los aviones de combate saudíes desplegados en operaciones en Yemen son británicos. Entre julio y septiembre de 2020, tras el levantamiento de la prohibición de venta de armas a Riad, Reino Unido firmó acuerdos para venderle armas por valor de 1.900 millones de dólares, incluyendo cazas Typhoon y Tornado, bombas Paveway y misiles Brimstone y Stormshadow.

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