“El control del norte del país por parte de grupos extremistas suponía ya un peligro de talibanización de los tuareg. Corríamos el riesgo de que creara un ‘Yihadistán’ en el centro de África”.
Entrevista con Jean-Pierre Filiu por Jordi Bertran
Francia lanzó el 11 de enero una operación militar en suelo africano para evitar que la capital de Malí cayera en manos de grupos terroristas. El avance hacia Bamako de los grupos extremistas que desde principios de 2012 se habían contentado con controlar y declarar la independencia del norte de ese país precipitó la intervención gala. Sobre el terreno, 2.000 efectivos franceses, apoyados por fuerzas del maltrecho ejército maliense y soldados principalmente de Chad, repelieron con aparente facilidad el avance de los grupos rebeldes y retomaron las principales ciudades del norte (Tombuctú, Gao, Kidal), en manos hasta entonces de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), el MUYAO y Ansar al Din. Sin embargo, a mediados de marzo parecía que lo más complicado estaba por llegar: erradicar AQMI de las vastas extensiones del norte de Malí, relevar a los efectivos franceses por soldados africanos y reconstruir el Estado de Malí.
afkar/ideas ha hablado sobre este conflicto con Jean-Pierre Filiu, catedrático en Historia de Oriente Medio contemporáneo en Sciences Po y autor, entre otros libros, de Las nueve vidas de Al Qaeda (Icaria, 2011).
afkar/ideas: En primer lugar, ¿porqué cae el norte de Malí?
jean-pierre filiu: La crisis se larva a partir del año 2009 cuando AQMI mató a un coronel maliense y el ejército cayó en una emboscada al intentar vengar esa muerte. Desde entonces, el norte de Malí –excepto las ciudades– quedó en manos de grupos yihadistas, como AQMI y el MUJAO, así como de tuaregs huidos de Libia que volvían con un gran arsenal. Ese retorno dio un nuevo impulso a la insurrección tuareg que acumulaba mucha frustración por la falta de avances del acuerdo de paz apadrinado por Argelia en 2006. En enero de 2012 los grupos tuareg, el MNLA y Ansar al Din –con conexiones con Al Qaeda–, conquistaron las ciudades. Al poco, se expulsó al MNLA –más laico– y las ciudades se repartieron entre tres grupos principales: Gao (MUYAO), Kidal (Ansar Dine) y Tombuctú (AQMI). Esta situación provocó además un nuevo golpe de Estado que ahondó la crisis de legitimidad del poder en Bamako.
a/i: El problema se veía venir y Francia había impulsado una resolución de la ONU en diciembre.
j.p.f.: Francia buscaba el respaldo de la ONU para la restauración de la integridad territorial mediante el apoyo europeo al ejército de Malí y con presencia de tropas africanas de los países de la Comunidad Económica de Estados del África Occidental (CEDEAO). Y Argelia apoyaba esta solución con negociaciones con la parte de Ansar al Din. Pero el 9 de enero, el plan se descalabró cuando los yihadistas atacaron el sur de Malí.
a/i: ¿Qué riesgo se corría de no haber actuado?
j.p.f.: La conquista de Bamako y la consiguiente toma de centenares de rehenes habrían sido una catástrofe, un 11-S africano. Solo el control del norte del país por parte de grupos extremistas suponía ya un riesgo de talibanización de los tuareg. Como ha pasado con los pastún de las zonas tribales de Afganistán y Pakistán, que han acabado viendo en el yihadismo su propia forma, muy peligrosa, de expresar reivindicaciones nacionalistas étnico-territoriales. Si los tuareg hicieran esa mutación tendríamos un Yihadistán en el centro de África.
a/i: ¿Cuáles deberían ser los siguientes pasos de Francia?
j.p.f.: Desde el punto de vista militar, la operación Serval ha sido casi perfecta. Pero ahora hay que crear una arquitectura compleja para reconstruir Malí. Primero, legitimidad. No puede haber estructuras golpistas. Como decía François Hollande en Tombuctú “Celebrad elecciones en julio”. Eso es lo más importante, elecciones libres, pluralistas, que puedan dar legitimidad a nuevas autoridades. Y después es necesario forjar un acuerdo para atender las reivindicaciones legítimas de las poblaciones del Norte. Sería una locura no darles respuesta. Pero esto es una cuestión maliense que contará probablemente con la intervención de Argelia, que conoce a todos los actores y no tiene ningún interés en que lo que pase en Malí se contagie a la importante población tuareg del sur del país.
a/i: ¿Hasta cuándo va a quedarse Francia en Malí?
j.p.f.: Estamos en 2013. Venimos de los sonados fracasos de Afganistán e Irak. Ahora no hay legitimidad para intervenciones extranjeras duraderas. Piense, por ejemplo, que en 1894 los franceses conquistaron Tombuctú y al día siguiente ya sufrían el ataque de guerrillas. Es decir, la conquista de las ciudades nunca ha sido la solución en el norte de Malí. La solución debe proceder del mismo país, de la comunidad internacional a nivel de la ONU o de la organización regional de la CEDEAO. Y Europa debería ayudar en los comicios y en la reforma de un ejército que respete los derechos humanos. No pueden haber más abusos contra los peaux rouges (pieles rojas), como llaman a los tuaregs. Hay un problema étnico que Francia, potencia colonial histórica, no puede asumir. No funcionaría.
a/i: El coste de la intervención es muy alto.
j.p.f.: La misión francesa en Afganistán fue mucho más cara. En Malí, la cuestión primordial de la ecuación no va a ser el coste económico porque Francia no va a quedarse. Y, en cualquier caso, asegurada la estabilidad en el norte del país, la victoria para Malí será política o no será.
a/i: Lo cierto es que malienses y franceses respaldan la operación.
j.p.f.: De entrada hay un gran apoyo a la intervención entre la sociedad maliense. Y no solo en el país. Yo vivo en Francia, cerca de Montreuil, conocida como la segunda ciudad de Malí, y allí hay un soporte popular enorme a la operación militar. El 65% de la sociedad francesa también la respalda ya que la perciben como una respuesta a una amenaza directa. AQMI es muy conocida por el secuestro de franceses, por sus amenazas al territorio nacional y por el desmantelamiento de redes en Francia. Aparte de eso, el relato sobre la intervención del presidente Hollande ha sido inteligente al utilizar el discurso de la deuda: muchos malienses integraron los tirailleurs sénégalais ((tiradores senegaleses) que tanto contribuyeron a la liberación de Francia en la Segunda Guerra mundial con un alto coste en vidas. En cambio, también ha habido declaraciones funestas, como la del ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, hablando de “guerra contra el terrorismo”, que son todo un error.
a/i: Da la sensación que Europa y Estados Unidos tardan en reaccionar.
j.p.f.: En Europa tenemos un problema de decisión y de capacidad de implementarla. Esto es fatal cuando se trata de salvar a un país del yihadismo con una acción rápida. En vez de criticar a Francia, ahora debería europeizarse el apoyo a la reconstrucción de Malí, con ayudas prioritarias a la reforma del ejército y después a las elecciones. El problema en la UE, pero también en EE UU, es que la decisión sobre Malí se está tomando en un nivel infrapolítico, burocrático. Nadie marca la línea política que después va a defenderse. Por eso EE UU presentó a Francia una factura elevadísima al principio de la operación en Malí por el material militar suministrado. Las discusiones políticas que enseguida tuvieron lugar acabaron con la retirada de esa factura.
a/i: ¿Hay relación entre el ataque terrorista de In Amenas, en Argelia, y el conflicto en Malí?
j.p.f.: No hay vasos comunicantes entre ambas cosas. Belmojtar había sido excluido de AQMI y había planificado el ataque para volver al frente del yihadismo. La intervención francesa en Malí le granjeó la posibilidad de aparecer como un campeón yihadista. En cualquier caso, Argelia sufrió un ataque al corazón de su sistema de intereses, los hidrocarburos, y se ha visto forzada a entender de nuevo que AQMI es también un problema argelino. De hecho, AQMI lo integran argelinos por lo que, como diría Freud, Argelia debe hacer frente al “retorno de lo reprimido”.