Desde la caída del régimen de los coroneles y el regreso de la democracia (1974), se han celebrado 16 elecciones en Grecia. Las dos primeras, en 1974 y 1977, las ganó la conservadora Nueva Democracia (ND). Los ochenta estuvieron dominados por el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), con un interregno a finales de esa década, principios de la siguiente en el que ND volvió al gobierno. En 1993 regresó el Pasok, que se mantuvo diez años en el poder para ceder el testigo, una vez más, a ND. Y así hasta sumar más de cuarenta años de bipartidismo Pasok-ND. El 25 de enero de 2015, dinamitado por Syriza, el establishment ha saltado por los aires.
En 2007, Grecia era el cuarto país más bipartidista de Europa (España era el tercero), con un 80% de los votos concentrados entre ND y el Pasok, como explica Ignacio Molina. Tras las últimas elecciones, la suma de ambos ni siquiera llega a un tercio (27,8% y 4,7%). El país sigue estando dominado por dos partidos (entre Syriza y ND acaparan el 64,2% de los votos), pero el juego ha cambiado, al menos en lo que a Europa respecta. De una coalición proeuropea pasamos a una coalición crítica con la Unión: Syriza, netamente de izquierdas, gobernará en coalición con los Griegos Independientes (Anel), nacionalistas conservadores. Nuevos tiempos para la política, nuevos tiempos en el sur de Europa (y también en el norte).
El primer asunto de Estado que afrontará el primer ministro, Alexis Tsipras, es la negociación con la troika –Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional– sobre el segundo plan de rescate. “Llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes implica ponerse de acuerdo antes que nada en un doble principio –señala Xavier Vidal Folch–: la deuda no es per se impagable, puede ser sostenible; y su factura debe dejar de asfixiar a la sociedad griega, sobre todo a los más vulnerables”.
En esencia, se trata de esquivar la quita (la deuda puede ser sostenible), al tiempo que se suavizan las condiciones del rescate, tal vez alargando plazos de pago y reduciendo intereses (y así evitar la asfixia). Esta promesa, o una parecida, la formuló el Eurogrupo a Grecia en 2012, siempre y cuando el país alcanzara superávit primario, esto es, que los ingresos públicos superasen a los gastos, sin contar con el pago de intereses de la deuda. Grecia lo acaba de lograr. ¿Habrá acuerdo, entonces? “La clave estaría en que no se produzca una quita, de modo que se pudiera vender el acuerdo en Grecia como un cierto éxito para Syriza, mientras que en los países acreedores se pueda seguir afirmando que Grecia ha honrado sus compromisos gracias a una mayor solidaridad europea”, afirma Federico Steinberg. Es decir, apelar al ingenio (Ulises) más que a la cólera (Aquiles). Sin la segunda no hay batalla, sin la primera no hay victoria.
¿Conseguirá Tsipras lo que no han conseguido François Hollande en Francia o Matteo Renzi en Italia: torcer el brazo a Alemania? Los expertos consideran que lo más probable es que quienes den su brazo a torcer sean los griegos, una vez más. La opinión pública alemana (como la de otros países acreedores) manifiesta un hartazgo de los costes de la crisis, lo que repercute en la solidaridad hacia los países más necesitados. Solo un 18% de los alemanes quieren a Grecia en el euro. Por fortuna para divisa europea, el odio no es recíproco: una mayoría de griegos, además de no plantearse la salida alemana de la moneda única (¿alguien se lo habrá preguntado?), quieren seguir formando parte de la zona euro.
Una vez abordados los asuntos urgentes e importantes, debería llegar el turno de los estratégicos. Hasta ahora, en Grecia se ha hecho más énfasis en la austeridad que en las reformas. Steinberg añade que la “gran frustración del gobierno alemán es que, más allá de las políticas de austeridad (que no han tenido los resultados esperados), los gobiernos griegos no hayan sido capaces de reformar suficientemente la economía (aumentando la competencia, diversificando la estructura productiva y combatiendo la corrupción y el clientelismo) como para hacer que el crecimiento sea más robusto”.
Retos olímpicos para el nuevo héroe de la Hélade. En la mano de Tsipras está el pasar a formar parte de la leyenda como el ingenioso Ulises, a la postre victorioso, o el colérico Aquiles, luchador fatalista.