La Asamblea General de Naciones Unidas del 29 de noviembre de 2012 tiene ante sí una tarea cargada de simbolismo. El presidente palestino, Mahmud Abbas, ha solicitado elevar su actual estatuto de (entidad) observador permanente al de Estado no miembro observador permanente, como el Vaticano en la actualidad o Suiza hasta 2002. Ello supondría un paso significativo en el reconocimiento del Estado de Palestina, situándolo en la antesala de la adhesión, dando un espaldarazo a las aspiraciones del pueblo palestino de alcanzar, algún día, la plena estatalidad.
Como explica Isaías Barrenada, de Casa Árabe, desde un punto de vista formal, el Estado de Palestina existe desde 1988, tras declaración de Argel. Pero se trata de un Estado desprovisto de sus atributos fundamentales –control efectivo del territorio, soberanía…– por la situación de ocupación. A pesar de ello, Palestina es miembro pleno de diversas organizaciones internacionales regionales y tiene relaciones diplomáticas con numerosos países. Ha sido reconocido bilateralmente por más de 120 países, entre ellos China, India, Rusia, Brasil y Sudáfrica. También se ha elevado el estatuto de numerosas misiones diplomáticas palestinas en Europa, sin llegar al reconocimiento pleno.
La Autoridad Nacional Palestina parece tener asegurada, por lo tanto, una mayoría de los 193 miembros que componen la Asamblea General de la ONU. El rechazo de Israel, Estados Unidos y Alemania es seguro. Francia y España votarán a favor. Reino Unido es favorable a inclinarse por el sí, si los palestinos prometen no traspasar determinadas líneas rojas. ¿Qué consecuencias tendrá sobre el proceso de paz la elevación del estatus del Estado palestino?
“Está claro que ni la admisión ni un amplio reconocimiento internacional cambian la situación en el terreno ni significa que se posibilite de inmediato una soberanía efectiva ni el cese la ocupación –explica Barreñada–. Sin embargo, sí cambian las coordenadas: refuerza una ‘igualdad formal’ entre dos Estados en el conflicto, separa la autodeterminación y la estatalidad del marco negociador bilateral que las tiene secuestradas, y apremia desde el plano multilateral la retirada del ocupante”.
Israel teme que el paso en la ONU abra la puerta a los palestinos para denunciarle ante la justicia internacional por violación de derechos en la ocupación y algunas de sus operaciones militares, vía la Corte Penal Internacional, a la que podrían sumarse como miembros. Además de asentar las fronteras de 1967 que rechaza. El presidente estadounidense, Barack Obama, por su parte, ha pedido más tiempo para preparar una nueva estrategia para Oriente Próximo, ahora que empieza su segundo mandato.
Robert Malley, del International Crisis Group, afirma que lo mejor para Israel y EE UU sería “encogerse de hombros”. Restarían así importancia al acontecimiento, reconociendo que se trata de una apuesta desesperada por parte de Abbas para ganar legitimidad, no una amenaza para Israel o las perspectivas del proceso de paz. Un proceso de paz que, de todos modos, sufre una grave parálisis, pues hace más de dos años que palestinos e israelíes no se sientan a la mesa de negociación. En las últimas semanas, un precario alto el fuego limita la violencia en la zona. “Abbas no tiene, políticamente, otra opción –sentencia Malley–. Esto es menos un acto de confrontación que un acto de supervivencia”.
Para más información:
Hiba I. Husseini, «Palestina y la ONU: el camino legítimo para un Estado». Política Exterior 143, septiembre-octubre 2011.
Diego de Ojeda García-Pardo, «Estado palestino: antecedentes y perspectivas». Política Exterior 143, septiembre-octubre 2011.
Jaime Ojeda, «Carta de América: Obama-Netanyahu: pulso por el proceso de paz». Política Exterior 142, julio-agosto 2011.
Isaías Barreñada, «La iniciativa palestina en Naciones Unidas: expectativas, posibilidades y riesgos». ARI Real Instituto Elcano, septie,bre 2011.
Robert M. Danin, “Palestine’s Muddled Statehood Strategy”. Blog Middle East Matters, noviembre 2012.