Nuevo número de Política Exterior: turbulencias en el Sahel

 |  13 de marzo de 2013

 

El 11 de enero Françoise Hollande anunció por televisión “el apoyo del ejército francés al ejército maliense” para contener la acción combinada de las fuerzas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental (Muyao) y Ansar Dine contra el sur de Malí. La guerra ha regresado al Sahel bajo el liderazgo de Francia, un país que lleva 15 años intentado normalizar su política africana para dejar de ser el gendarme del continente. Como es obvio, todavía no lo ha conseguido.

En el último número de Política Exterior analizamos el turbulento escenario del Sahel, convertido en un foco de inseguridad. La desestabilización de Malí, el secuestro de ciudadanos occidentales, el asalto a la planta de gas argelina de In Amenas… En los últimos meses la zona ha entrado en ebullición, con grupos salafistas bien implantados en toda la región. La “primavera árabe” ha ampliado el alcance de estos. Unos han optado por un mayor activismo político (Egipto, Túnez) y otros (Malí, Mauritania), por nuevas ofensivas violentas gracias al flujo de armas desde Libia y a los ingresos de los tráficos ilícitos. El Magreb y Europa comparten los riesgos.

De fondo, como decíamos, la “primavera árabe”, un fenómeno que, por su impacto y duración, se ha convertido en el gran cambio geopolítico del paso del siglo XX al XXI. Se trata de una nueva reedición de la tensión entre premodernidad y modernidad que los árabes no han sabido resolver aún. Desde hace siglos, el mundo árabe lucha por una emancipación que no llega.

Entre las cuestiones más de actualidad, Política Exterior 152, marzo-abril de 2013, estudia la renuncia de Joseph Ratzinger, que ha revolucionado, a su manera, la función papal. A partir de ahora, el pontificado entra en una categoría moderna de funcionalidad. ¿Cuáles serán las consecuencias para el gobierno de la iglesia católica? Junto a ello, un análisis del nuevo Barack Obama, quien para su segundo mandato ha recuperado con fuerza el credo demócrata, dejando de lado las inhibiciones bipartidistas de sus primeros cuatro años. Y las elecciones en Israel, cuyo futuro inmediato pasa por la obligación de alcanzar una coalición amplia que recoja el voto heterogéneo de las elecciones. Mientras el Partido Laborista sigue con su crisis de identidad, el ascenso de Yesh Atid muestra la demanda social de reformas que no ha sabido satisfacer la coalición formada por el Likud e Israel Beitenu, que ha descendido de 42 a 31 escaños.

En relación a España, analizamos los problemas asociados a su proyección exterior, en Europa y el resto del mundo. La pérdida de autoridad de España en la UE es real y la crisis no es la única explicación. Sería necesario diseñar una nueva política europea. Asimismo, la propia crisis podría servir de revulsivo a la introversión de un país que, pese a su transformación, sigue mirando desde dentro al exterior.

 

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