Tras un año de protestas, Siria se ha convertido en un foco de preocupación en una región ya de por sí vulnerable. Este conflicto corre el riesgo de desbordarse y alcanzar a los países vecinos, ninguno ajeno al aumento de la violencia que se vive dentro del país. Akfar/Ideas 33 se pregunta cómo logra el régimen de Bashar al Assad soportar la presión, en este artículo en abierto de Bassam Haddad y en este editorial.
Más allá del miedo de la población o de la política exterior, la pervivencia de Al Assad se explica por el apoyo de las sociedades urbanas más privilegiadas. Solo cuando estas le abandonen, se pasará a la siguiente fase del levantamiento –quizá decisiva–, incluso en ausencia de una mayor militarización del conflicto.
En Líbano, mientras tanto, la primavera parece no llegar. Como expone Juan Ruiz, 2011 ha demostrado la incapacidad del país para articular un movimiento social transversal, que aglutine un descontento pluriconfesional contra el creciente coste de la vida, el paro juvenil o la atrofia del suministro eléctrico.
En el resto de países, el panorama se ha alterado profundamente. El último número de Afkar/Ideas tantea las fronteras de las revueltas. En este nuevo escenario, Catar desempeña, a través de su diplomacia y de Al Yazira, un papel creciente, prolongación de su activa y cada vez más sobresaliente política exterior de los últimos años, según explica Khaled Hroub en este artículo en abierto. Del otro lado del Golfo, Irán intenta ganar peso como potencia regional, como relata Arshin Adib-Moghaddam. Sin embargo, las demandas sociales y las luchas políticas reducen su capacidad. La política exterior de Turquía, por su parte, era hasta ahora ambivalente: afianzaba sus relaciones con los regímenes árabes, al tiempo que se convertía en fuente de inspiración para las fuerzas de la oposición. Esta política se ha vuelto ahora insostenible –en palabras de Meliha Benli Altunisik–y debería ser revisada si quiere mantener su influencia en la región. En el caso de Israel, la “primavera árabe” constituye una revolución geopolítica: el auge en los países árabes del islamismo, denunciador y deslegitimador del Estado hebreo, refuerza la idea de un Israel sitiado, según expone Alain Dieckhoff. En África Subsahariana, hacía tiempo que en países como Senegal o Camerún, los movimientos sociales manifestaban su descontento, pero ni los orígenes, ni la situación de las revueltas árabes es extrapolable al conjunto de la región, como argumenta Fátima Valcárcel.
Perspectivas de la “primavera árabe”
Un año después del comienzo de las revueltas, el marco parece propicio para establecer reglas democráticas, pero habrá que inyectar visiones y proyectos de sociedad, de las organizaciones y de las fuerzas vivas. Uno de los retos de los nuevos gobiernos islamistas, como explica Luis de Vega, es desarrollar políticas de cooperación con sus vecinos más inmediatos, especialmente del Norte. Por su parte, Saad Kiwan explica en esta entrevista que “la relación entre gobernantes y gobernados árabes se ha invertido: los primeros conocen la fuerza de la disensión popular, los segundos invocan el Estado de derecho y un nuevo contrato social”.
En el plano económico, Mohammad Pournik afirma en este artículo en abierto que la experiencia árabe prueba que es posible, pero insostenible, un crecimiento económico alto sin abordar la exclusión política, por lo que hay que impulsar el desarrollo rural y la integración económica.
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