¿Pueden, deben Alemania y España reforzar sus lazos tras la marcha de Reino Unido de la Unión Europea? ¿Desempeñará España un papel diferente en el nuevo escenario? El histórico eje París-Berlín, que podría volver a resintonizarse, la actitud desafiante del gobierno italiano y, sí, la salida de Reino Unido de la Unión son circunstancias que dejan espacio a España para que asuma un liderazgo más fuerte en una especie menàge à trois o G3 integrado por alemanes, franceses y españoles.
Sin embargo, como ha apuntado recientemente el ministro de Exteriores español, Josep Borrell, y como recordó la directora general de la unidad de Europa Occidental, Central y Sudeste de Europa del mismo ministerio, Aurora Mejía, no se trata de un directorio a tres entre Alemania, Francia y España. “No es suficiente porque hay más gente y una troika no sería atractiva para conseguir que participaran otros pueblos”, aseguró Borrell.
En todo caso, conviene calibrar la sintonía entre los países llamados a liderar la UE en este contexto inédito. Para ello, echamos mano del reciente informe del Real Instituto Elcano sobre la relación España-Alemania, en cuya presentación su coordinador, Miguel Otero, hizo hincapié en un rasgo esencial de la relación entre ambos países: la asimetría. Mientras los españoles miran al país alemán con admiración por su dimensión económica, su sentido del compromiso y por ser europeísta, Alemania percibe a España como poco problemático, tolerante y relativamente serio, sí, pero también como pobre y muy tradicional-religioso. Como consecuencia, un 6% de los alemanes considerarían con ojos favorables un acercamiento hispano-alemán, frente al 62% de los españoles.
Estas cifras evidencian la asimetría y suponen un reto para una España que busque posicionarse como aliado estratégico de Alemania. Para ello sería necesaria una apuesta más estable (y atrevida) de Madrid por los acuerdos alcanzados el seno de la Unión, según el periodista alemán Hans Günter Kelner menciona la postura inestable de España en cuanto a las decisiones que se toman en la UE, su falta de contundencia, su “ir y venir”.
Sin embargo, el clima para la cooperación es propicio, según Otero, que percibe cómo Alemania y España se exigen mutuamente más atrevimiento en sus respectivos liderazgos y menos aversión al riesgo. En esta línea, Borrell y su homólogo alemán, Heiko Maas, acercaron posturas en un acto en la Universidad Complutense de Madrid, queriendo plasmar la buena sintonía hispano-alemana. El ministro alemán aseguró que la crisis del Brexit debe verse como una oportunidad para fortalecer a Europa. Aunque sus palabras dan a entender que Alemania y Francia lideran los retos y desafíos de la UE, aseguró que “desde Alemania se mira hacia España, donde hay una grandísima aprobación de los valores europeos y un gobierno claramente europeísta”, añadiendo que “nos hace falta más España para afianzar ese futuro y dar impulsos y llegar a acuerdos mucho más estrechos”.
Ambos coinciden en el abordaje de cuestiones que conciernen al devenir de la UE como el euroescepticismo, los nacionalismos y el secesionismo, conscientes de los efectos negativos de las políticas de austeridad desarrolladas durante la crisis. Frente al euroescepticismo, Maas propone “rehacer la prosperidad en una Europa que haga una redistribución razonable de la renta”. A lo que habría que sumar una mayor beligerancia contra las fake news, aliadas de los euroescépticos, que fundamentan sus argumentos políticos en las emociones y sentimientos, puro populismo. El europeísmo debe dar “una respuesta nada aburrida con hechos y datos”, defiende Maas.
En cuanto al nacionalismo y al secesionismo, Borrell y Maas advierten de que estos ponen en peligro la libertad, la seguridad y el bienestar de los ciudadanos, y que el aumento de más Estados en Europa no resuelven ningún problema, al contrario, debilita el proyecto de cohesión europeo. Maas es claro: “La respuesta al ‘América primero’ debe ser ‘Europa unida’”.
Para ello, para una Europa más unidad y cohesionada, es imprescindible una relación más armoniosa entre España y Alemania, dos países con clara vocación europeísta y llamados a liderar esta nueva –una vez más– Europa.