El European Council of Foreign Relations (ECFR) publicó en mayo un documento de Ellie Geranmayeh sobre la ronda de negociaciones entre Francia, Reino Unido, Alemania, China, Rusia y Estados Unidos (E3+3) e Irán sobre su programa nuclear, cuando estas entraban en su recta final. El documento barajaba cuatro posibles escenarios: pacto definitivo, extensión de las negociaciones, bloqueo del acuerdo en el Congreso de EE UU o la ruptura. El resultado terminó siendo una extensión de las negociaciones, cuyo plazo vence (una vez más) el 24 de noviembre. La paz en Oriente Próximo y la normalización de las relaciones entre Irán y Occidente están en juego.
Aunque existen discrepancias respecto a las “necesidades reales” que tendría un programa nuclear civil en Irán y sobre la retirada de las sanciones, las posibilidades de un acuerdo son significativas. El momento es idóneo y las ventajas para ambas partes, innegables. Mientras que en EE UU encontramos una presidencia más moderada y realista que la de su predecesor, también en Irán el cambio de gobierno ha sido imprescindible para el acercamiento con Occidente. Hasan Rohaní cuenta con el apoyo de la mayoría de la sociedad iraní, que prefiere un liderazgo más diplomático que ideológico y que tan solo aspira a integrarse en la comunidad internacional. La sociedad es consciente de que la normalización de las relaciones con EE UU es un paso obligado para normalizarlas con el resto del mundo. Por otro lado, Washington también necesita a Irán. Pasada la época de las dictaduras aliadas en la región y tras la decepción que ha supuesto la primavera árabe, Barack Obama necesita nuevas alianzas para luchar contra el Estado Islámico y estabilizar Oriente Próximo, como indica Roberto Toscano en #PolExt157.
Pero el acuerdo también cuenta con saboteadores dentro y fuera de estos países. El principal obstáculo es el Congreso de EE UU. Hay quienes dicen que si las sanciones hasta ahora han apaciguando a Irán, deben apretarle más el cuello hasta someterlo. Además, no todas las sanciones lo son por su programa nuclear, algunas derivan de abusos de los derechos humanos y apoyo al terrorismo. Otros no confían en Rohaní, pues opinan que está llevando a cabo una estrategia de negociación para debilitar a Washington y que tiene un as en la manga. En definitiva, el Congreso se opone a dar un paso que podría acabar con 35 años de una política exterior destinada a aislar a Irán. Por último, si los demócratas no conservan la presidencia en las próximas elecciones de 2016, un posible acuerdo quedaría en el alero y Teherán lo sabe. Por su parte, Rohaní también se ha ganado la enemistad de los radicales en el parlamento iraní.
Un pacto con el enemigo pondría en una situación delicada las alianzas tradicionales de EE UU en la región. En primer lugar, Arabia Saudí se siente amenazada por el protagonismo que podría tener una potencia como Irán. Pero principalmente Israel, que ha tratado por todos los medios de que se ataque a su vecino musulmán. Por su parte, Irán no pondrá en riesgo la alianza con Estados Unidos por sus relaciones con Hezbolá, más importante como factor disuasorio que por su cercanía religiosa e ideológica.
A pesar de los obstáculos, hay que hacer un balance de resultados. La ruptura de las negociaciones probablemente daría lugar a un programa nuclear iraní sin supervisión ni restricciones. El aislamiento del país daría lugar a una política de rearme y una hostilidad muy negativa para la paz en la región. Para Irán las consecuencias no serían menores: ostracismo económico y de seguridad en una zona en la que está rodeado de enemigos.
¿Puede contribuir Europa a las negociaciones?
La Unión Europea, a través de Catherine Ashton, Alta Representate para la Política Exterior y de Seguridad, viene desempeñando un papel nada desdeñable. Muchos ministros europeos han visitado Irán desde la elección de Rohaní, contribuyendo a aumentar la confianza entre las partes. Al contrario que en EE UU, las tensiones internas de la UE no afectarán a las condiciones del acuerdo. Y desmantelar las sanciones resultaría más sencillo en Bruselas que en Washington.
Los beneficios para la Unión Europea de reestablecer la normalidad de sus relaciones con el Estado persa son numerosos. Empezando con la estrategia de seguridad energética que ha puesto en evidencia la necesidad de diversificación después de las tensiones con Rusia. Además, el sector empresarial europeo desea explotar las oportunidades que Irán ofrece sin las trabas de los últimos años.