Un niño palestino suelta globos en protesta contra la visita del presidente estadounidense Joe Biden a Cisjordania el 14 de julio de 2022. GETTY.

Necedades occidentales

Occidente sigue vivo, sí, pero su liderazgo está cada vez más cuestionado y fragmentado. La mala integración económica con China en el comercio internacional, la amenaza irreconciliable de seguridad con Rusia y la guerra contra el terror desencadenaron recelos en un mundo que torna lentamente su espalda a Occidente. La Guerra en Gaza es prueba de ello.
Andrés Ortega
 |  7 de noviembre de 2023

Quizás debido a la embriaguez del fin de la Guerra Fría y al espejismo del momento unipolar, eso que se viene a llamar Occidente, y muy especialmente su líder, Estados Unidos, ha cometido algunos errores de bulto en lo que va de siglo. Un tiempo que empezó con los ataques terroristas del 11-S y la reacción que provocaron, y en el que ahora ha explotado la guerra de Gaza, con grandes repercusiones aún por determinar. Occidente contribuyó a cambiar el mundo, pero no como creía que iba a resultar, y no parece haberse percatado de que el mundo ha cambiado profundamente en este tiempo. “El liderazgo estadounidense es lo que mantiene unido al mundo”, ha afirmado recientemente el presidente Biden. ¿Realmente?

 

China

Al celebrar a principios de siglo el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, el entonces presidente de EEUU Bill Clinton consideró que “al adherirse a la OMC, China no está simplemente aceptando importar más productos nuestros, sino que está aceptando importar uno de los valores más preciados de la democracia: la libertad económica. Cuando los individuos tengan el poder (…) de realizar sus sueños, exigirán una mayor participación”. Esta idea, muy extendida, respondía en buena parte a un profundo desconocimiento de China, y a una hubris (arrogancia) del modelo liberal, incluso neoliberal, occidental. Ahora bien, que cientos de millones de personas hayan salido o estén saliendo de la pobreza, en China, India y otros países, debe, sin embargo, ser motivo de satisfacción general. ¿No es lo que se buscaba?

Ahora tocan sanciones tecnológicas a China. Podrán frenar, pero no parar, el desarrollo de China. Quizás por un tiempo, pero a la vez provocando la aceleración de un modelo tecnológico más autárquico. Huawei y YMTC (Yangtze Memory Technologies Corp) anunciaron recientemente la fabricación de un chip avanzado. No lo es tanto como los de diseño americano, pero se va acercando, más rápidamente de lo esperado. Las sanciones a China están acelerando estos avances.

Al no saber integrar como hubiera correspondido a China en las estructuras existentes del orden mundial, necesarias como se está demostrando, Pekín está impulsado un orden paralelo, o cuando menos complementario. A la vez que se pide a China, que se está situando en el mundo con habilidad, que frene a Putin en sus amenazas del uso del arma nuclear, y medie en las guerras de Ucrania y de Gaza.

 

Rusia

La OTAN no ha sabido gestionar sin enemistar a Rusia su ampliación al Este, que empezó tras la Guerra Fría, haciendo caso omiso de las promesas verbales hechas a Gorbachov. Durante un tiempo, sí lo logró, pero las cosas se torcieron con Ucrania en 2014, tras la revolución del Maidán y la anexión de Crimea y partes del Donbast por Rusia, y finalmente a la invasión y la consiguiente guerra que empezó en febrero de 2022. En su apoyo a Ucrania, y librando de hecho una guerra por interpuesto con Moscú, Occidente se ha encontrado bastante solo. Buena parte del mundo ha condenado la invasión, pero no ha secundado las medidas occidentales. Ha habido, sí, contención mutua, un pacto probablemente no escrito por el cual las fuerzas ucranianas, con material bélico, no tropas (sí “asesores”): occidentales, no llegarán profundamente al territorio ruso, y Rusia no atacará las líneas de abastecimiento en el Este europeo, para evitar una guerra entre la OTAN y ese país poseedor de una imponente fuerza nuclear.

No acaba ahí. Las sanciones económicas contra Rusia recuerdan un poco la ceguera occidental frente a China. La economía rusa, tras un cierto retroceso, también debido a la salida de mucho joven bien formado que quería evitar la movilización, vuelve a crecer este año. El FMI ha revisado al alza sus previsiones hasta el 2,2% para 2023. Sus líneas comerciales (exportaciones de gas y petróleo a un precio más alto, otras materias primas, armamento, etc., e importaciones de todo tipo) se han diversificado porque el mundo había cambiado. Occidente ha intentado ahogar a la industria rusa, y lo que ha conseguido no lo había logrado antes el gobierno ruso: dejar de comprar “las cosas” fuera, para fabricarlas ella misma. En Rusia, la obligada sustitución de importaciones está provocando una siempre demorada revolución industrial. Según las cifras oficiales, la industria ha pasado de una contracción del 3,7% el año pasado, a, en el actual, un notable crecimiento. En el caso de la industria militar, de dos cifras.

Por no hablar de la alianza estratégica que la situación ha impulsado entre Rusia y China.

 

El Sur Global

Occidente ha propiciado, o al menos no ha sabido evitar o limitar, el surgimiento de un Sur Global, no del todo unido, pero con un resentimiento común por el pasado colonial o imperial del Norte. El recelo de muchos países del Sur hacia Occidente había ya aumentado con la invasión de Afganistán, limitada al principio, pero que derivó en una inútil ocupación que costó muchas vidas humanas y mucho dinero. Acabó el 30 de agosto de 2021 con la precipitada y vergonzante huida occidental ante el regreso de los talibanes. Y con la injustificada invasión de Irak en 2003, destruyendo no solo un régimen sino un Estado (como en Libia en 2011, generando una guerra civil que dura hasta hoy), y que impulsó un movimiento terrorista de gran alcance como el ISIS. Lo que en su libro Testigo de un tiempo incierto señala Javier Solana sobre la guerra de Irak vale para otros comportamientos de Occidente: “Generó muchos más problemas, a todos los niveles, de los que resolvió.”

De poco sirve que a estas alturas Biden diga que la ira provocada por el 11-S le nubló la vista a EEUU, el entonces senador incluido, y llevó a cometer errores. Hay que sumar que la mala percepción en el Sur Global de la congelación de los activos financieros rusos también ha provocado muchos recelos: “Hoy es Rusia, pero mañana puedo ser yo”.

 

La guerra de Gaza

Tras el brutal ataque de Hamás a Israel -que la BBC se resiste a calificar de “terrorista”, pese a la lluvia de críticas que le está cayendo (en la guerra de las Malvinas de 1982, la BBC, a diferencia de otras cadenas del país, nunca quiso hablar de “nuestros soldados”, sino de “los soldados británicos”)- los objetivos (acabar con Hamás) pueden estar justificados pese a su falta de realismo, pero no los medios cuando van contra la población civil, aunque Hamás la use de forma torticera, y el derecho internacional de la guerra. El predominante apoyo occidental a Israel en la actual guerra contra Hamás, también pesa. El Sur Global tiende a ver demasiados dobles raseros por parte de Occidente. De nuevo, el Sur Global ve que Occidente (y el propio Sur) había dejado caer en el olvido la causa de los palestinos, y no ha podido parar la ira israelí.

Algunos países le hicieron un feo a Biden al no querer reunirse con él en Amman tras pasar por Israel. Está guerra está poniendo de relieve los límites de la influencia global de EEUU. No digamos ya de la Unión Europea, dividida por sus complejos pasados, ahora con dos guerras en su vecindad, y, a su vez, con divisiones en sus sociedades (como en España). Además de ayuda humanitaria, dosificada por los contendientes y Egipto, la gran aportación, hasta ahora, de la UE reunida su máximo nivel ha sido proponer una nueva Conferencia Internacional de Paz, de momento vacía y sin objetivo concreto.

Algunos países europeos son percibidos como responsables del desaguisado histórico. Se recuerda cómo, sin haber pisado esas tierras, los diplomáticos Sykes y Picot trazaron en 1916 unas envenenadas líneas de reparto entre británicos y franceses de control e influencia de la región. Además, esta guerra está mermando en partes de Europa la libertad de expresión y de manifestación. Rusia, por su parte, y en cierta medida no militar también China, se ha hecho fuerte en esta región, a la que EEUU había mandado señales de desinterés. Hoy en Siria, mandan Rusia e Irán. Se podrían citar otros casos, por no hablar del nada edificante comportamiento occidental a la hora de proporcionar al Sur vacunas contra el COVID-19 para ayudar a salir de la pandemia.

Occidente sigue vivo; sí, aunque más dividido de lo que parece, entre sociedades y dentro de sus sociedades. En él se vive, todavía, generalmente mejor que en otras latitudes. Sigue inventando, innovando, y creciendo; sigue siendo militarmente más poderoso. No en términos demográficos. Pero es urgente que tome conciencia de que el mundo ha cambiado profundamente, y obrar en consecuencia. Con inteligencia, y, ¿es mucho pedir?, sabiduría.

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