La reforma de la constitución es un punto poco tratado en los debates últimos sobre Escocia. Alex Salmond, ministro principal, ha perdido el referéndum, de acuerdo: pero pone en marcha un proceso por el que los escoceses habían peleado los últimos 50 años.
Un contraste insalvable con España: las dos constituciones, la de Reino Unido y la de España, se transforman por vías enteramente distintas. La Constitución de 1978 ha vivido y mantenido su fuerza al integrar a la sociedad española durante 36 años. Pero España choca con un problema que, en fase de reforma constitucional, todo lo invade. No hay tradición española de reformas constitucionales. Y eso pone en peligro cualquier transformación verdadera. Para empezar, en España el referéndum no se hará. En la Generalitat hay un gobierno responsable, presidido por Artur Mas, descendiente directo de Jordi Pujol. El señor Mas, es seguro, no cometerá actos ilegales. El problema de Escocia es otro: allí sí puede darse un cambio profundo. Y allí, como aquí, urge, por caminos muy distintos, la reforma constitucional. En España, por el contrario, entrañaría un proceso largo y tortuoso. La reforma constitucional es hoy para los españoles una asignatura pendiente.
Volvamos sobre Salmond, ministro principal, al día siguiente de su derrota, instalado en Edimburgo. Londres le ha enviado un mensaje: puede usted ganar o perder, pero nosotros, desde Westminster, mantendremos nuestro compromiso. Devolveremos a Escocia las bazas que nos reclama. Queremos decir, Salmond avanzaría con su victoria del referéndum de 18 de septiembre; pero ganaría también en caso de perder. Las devoluciones a Escocia eran de muy largo alcance.
La reina Isabel II deslizó solo once palabras: “Espero que la gente piense con mucho cuidado sobre su futuro». Han bastado. La reina, desde luego, no interviene en política. Pero claro que interviene. Así.
Y no solo la reina. El primer ministro, David Cameron; el líder del laborismo, Ed Miliband; el líder liberal, Nick Clegg; las dos Cámaras; los empresarios británicos y no británicos; los sindicatos… todos han intervenido para pedir, no sin apariencia de humildad: por favor, no se marchen. Pero repetimos: Salmond pierde y gana.
Azarosa historia constitucional
Reino Unido tiene una constitución no escrita, casi milenaria. España tiene una Constitución escrita, la de 1978. Antes hubo una Constitución de la Segunda República (las leyes dictadas por Francisco Franco no eran leyes sino dictados del dictador). Desde 1876 hasta 1923, 47 años, vivió como pudo la Constitución canovista. La constitución más duradera del siglo XIX vivió 23 años, 1845-68. La Constitución de Cádiz sobrevivió primero dos, 1812-14; después tres, 1820-23; y después uno, 1836-37. Otra tentativa constitucional se mantuvo ocho años, 1837-45. Esta es la azarosa historia de las constituciones españolas.
Cameron planteó la consulta escocesa. Con buen sentido, la limitó solo a Escocia, 5,3 millones de habitantes. Y tanto Cameron como Salmond han logrado un gran resultado: la falta de violencia, queremos decir, la falta de violencia verbal, la ausencia de toda exacerbación. A pesar de las enormes tensiones, los votantes han dado la sensación de hacer frente a sus problemas. Y este era un problema arriesgado.
Acabamos de escribirlo, el final de campaña ha sido testigo de una gran oferta a Escocia. Muy grande en el orden impositivo. Permanezcan en Reino Unido. No rompan este reino. Aquí también es difícil intentar paralelismos con España. Las competencias de las Comunidades Autónomas españolas implican otro salto competencial. Escocia ha avanzado de golpe gracias al talento de Salmond, el perdedor. Reino Unido ha dado otra lección al mundo. Ha rememorado quizá a Guillermo, que en 1066 logró fijar al sur de la isla, en Hastings, reducido campo de batalla, la base del imperio que ocho siglos después se convertiría en el primero del mundo.
Por Darío Valcárcel, consejero-delegado de Estudios de Política Exterior SA.