Sebastian Kurz, el dirigente más joven de Europa, se convirtió ayer en el primer canciller destituido por una moción de censura en Austria. El jefe de los conservadores del Österreichische Volkspartei, (ÖVP, partido popular austriaco) ha sido también el que cumplió un mandato más breve. Con solo 525 días en el cargo, cae año y medio después de alcanzar la cancillería. El escándalo de corrupción en el que se vieron sumidos sus socios ultraderechistas le acabó costando el puesto.
Aliado con el Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ, Partido de la Libertad de Austria) y por tanto corresponsable de sus actos, una primera paradoja es que Kurz siga gozando de gran aceptación entre el electorado. Apenas se ha visto salpicado por las constantes polémicas de los populistas. La gestión del dirigente realizada con la ultraderecha ha estado caracterizada por la dureza en la política de asilo y migración, los recortes sociales y reformas económicas para reducir el déficit. Con tan solo 32 años, 10 de ellos en la política, y sin formación universitaria o experiencia en el sector privado, ha logrado convertir el ÖVP en el partido con más respaldo, tras una década siendo socio menor en coaliciones con los socialdemócratas. Llegó a la jefatura del partido conservador hace dos años, provocando la ruptura de la gran coalición. Sus críticos le recriminan falta de diálogo con la oposición y el parlamento, su obsesión por la imagen, el marketing y el control de la comunicación.
La moción fue presentada por la pequeña lista progresista ‘Jetzt’ (Ahora), una escisión de los Verdes, y aprobada por los principales partidos de la oposición, diez días después de que estallara el escándalo “Ibizagate” que acabó con la coalición con la ultraderecha del FPÖ. La coalición ÖVP-FPÖ saltó en pedazos después de que el 17 de mayo se publicara un vídeo trampa grabado en 2017 en la isla de Ibiza con cámara oculta. En el vídeo el vicecanciller y líder del FPÖ Heinz-Christian Strache proponía a una supuesta sobrina de un magnate ruso la adjudicación de contratos públicos austriacos a cambio de apoyo electoral y una posible financiación ilegal. De paso, prometió cobertura mediática sesgada desde uno de los principales periódicos del país. En resumen: Strache se comportó como si fuera dueño y señor de la república alpina y sus ciudadanos.
Se prueba una vez más que los populistas de derechas no buscan reformar Europa, sino más bien destruirla. Su modelo político está inspirado en parte en Rusia y en parte en el fascismo. Desde hace años son muy cercanos a Vladímir Putin. Al igual que el mandatario ruso quieren liberarse del lastre de la democracia, gobernar con poder absoluto, vigilar a jueces y fiscales y enriquecerse.
Strache tuvo que dimitir de todos sus cargos y Norbert Hofer le sustituye como líder de la formación ultra. El futuro del exvicecanciller podría estar en la Eurocámara. Nueva paradoja. Strache ocupaba el último puesto en la lista de los ultranacionalistas austriacos confeccionada antes del escándalo. No obstante, puede beneficiarse del sistema de ‘votos preferenciales’ que existe en Austria y permite priorizar a unos candidatos sobre otros en las listas.
Kurz forzó la destitución del ministro de Interior, como muestra de cesión al SPÖ. En respuesta, los otros ministros del FPÖ abandonaron el Ejecutivo, dejando al partido conservador gobernando en solitario. Junto a la vicecancillería la ultraderecha ocupaba cinco ministerios, entre ellos las carteras clave de Interior, Defensa y Exteriores. En el corto mandato de la desafortunada coalición vienesa, el canciller permitió que los radicales de derecha realizaran toda clase de controvertidas declaraciones y los escándalos se sucedieran.
Al más difícil de controlar fue al titular de Interior, Herbert Kickl. El ministro desmanteló la sección de los servicios de inteligencia a cargo de indagar los delitos cometidos por la ultraderecha. Los países vecinos prefirieron dejar de cooperar con Viena debido a la pérdida de confianza en temas de seguridad. Amplió su influencia en la Policía y el Ejército. Los musulmanes fueron denigrados y puestos bajo sospecha. Kickl convirtió los centros de acogida para los solicitantes de asilo en centros de salida y aseguró que la gente debía ser “concentrada” en esos lugares. La frase no era accidental sino intencionada. Asimismo la derecha intentó intimidar a la prensa y lanzó una campaña contra la radiotelevisión pública ORF.
Kurz ha asegurado que tras desvelarse el vídeo por parte de dos medios alemanes y los indicios de abuso de poder no quedaba otra opción que finiquitar el acuerdo y convocar elecciones. Sin embargo, la oposición consideró que el jefe del Gobierno debía compartir el fracaso del paso de la ultraderecha por el poder. Mientras, el FPÖ criticó a Kurz por su gestión de la crisis. Para Strache, cínico aunque involuntario protagonista del “vídeo de Ibiza”, exigir la salida del canciller era algo “comprensible y lógico”.
La FPÖ (51 diputados), su otrora aliada, decidió votar contra el canciller alineándose con los socialdemócratas de la SPÖ (52). En una Cámara Baja de 183 escaños ambas formaciones alcanzaron una mayoría de 103 escaños. A ella se sumaron los ocho de ‘Jetzt’. Junto al ÖVP (61) se opuso a la destitución del dirigente conservador el partido liberal Neos (10 escaños), con el argumento de que el país necesita estabilidad y recuperar la confianza de la población en la política.
Kurz, quien pensaba mantenerse en el poder con la incorporación de tecnócratas y erigirse en baluarte de la “estabilidad”, acusa a socialdemócratas y extrema derecha de haber formado “una coalición” para derrocarlo. Muchos acusaron al canciller de haberse hecho cómplice de los populistas de ultraderecha, para “orbanizar” Austria al estilo húngaro reviviendo, a la vez, el fascismo. Pero su popularidad bien podría incluso verse reforzada de cara a las elecciones legislativas anticipadas convocadas para principios de septiembre tras el estallido del “Ibizagate”.
El mejor resultado en las elecciones europeas
Otra paradoja más es que la moción en Austria se produjo después de que el ÖVP de Kurz obtuviera el domingo el mejor resultado jamás logrado por un partido austriaco en unas elecciones europeas desde la adhesión del país en 1995. Con el 35% de los votos superó en 8 puntos porcentuales el resultado de 2014. Fueron 12 más que los socialdemócratas del SPÖ (Partido Socialdemócrata de Austria) y el doble que la extrema derecha del FPÖ.
El presidente de Austria, el economista y miembro del partido Verde, Alexander Van der Bellen, consciente de la importancia de respetar de modo escrupuloso el proceso marcado por la Constitución, debe designar jefe de Gobierno interino. No era impensable que pudiera encargar esa tarea al propio Kurz desvirtuando así el contenido de la moción. ¿Puede suceder todavía? Sería una última paradoja de la cada vez más esperpéntica política austriaca.
Ha nombrado a Hartwig Löger (actual vicecanciller y ministro de Finanzas), que sucede a Kurz hoy a las 11.30 horas. Este tendrá que integrar un equipo provisional sin dilación. Además, el jefe del Estado ha indicado las características del gobierno técnico que sucederá a Löger. Serán profesionales que actuarán con “inmediatez, pero también con diligencia”. Van der Bellen quiere que cuenten con un “amplio apoyo” en el Parlamento, para lo cual ha instado a los partidos a asumir su responsabilidad.
Austria se encuentra en la peor crisis desde 1945. En estos momentos todo depende del presidente federal.