La globalización es un fenómeno lo suficientemente complejo como para que los alfileres con que intentamos sujetar su realidad salten a veces por los aires. Un ejemplo: el poder. En época de la guerra fría, el poder era cosa de dos. Medirlo resultaba relativamente sencillo, todo lo sencillo que cabe imaginar cuando tratamos con realidades complejas como los Estados. ¿Cuántos tanques tenía la Unión Soviética? ¿Cuántos Estados Unidos? Y misiles de medio y largo alcance, ¿cuántos por barba?
Hoy día vivimos en un mundo no solo multipolar sino multidimensional, y medir realidades multifacéticas es tarea complicada. El poder, de nuevo. No solo se trata de portaaviones, sino de PIB per cápita, patentes y películas situadas entre las más taquilleras. Del poder duro de los recursos militares hemos pasado al poder blando de las capacidades económicas y culturales, entre otras.
Pero vayamos más allá. ¿Y si lo que queremos no es medir realidades más o menos sólidas (poder) sino vaporosas, como la presencia internacional? Es decir, no medir directamente el poder o la influencia ejercida por los Estados en la escena internacional, sino la posición de estos en diferentes ámbitos. Lo que luego afectará, claro, al ejercicio de ese poder o influencia. Aquí entran en juego experimentos de nuevo cuño como el Índice Elcano de Presencia Global (IEPG), que mide precisamente eso, la proyección exterior de los países en diferentes terrenos: económico militar, científico, social y cultural.
El IEPG lleva en marcha desde 2011 y tres años después de su lanzamiento, estrenan herramienta web. Hemos decidido probarla y para ello se nos ha ocurrido comparar su ranking con uno de los índices de referencia de la actualidad, el Índice de Percepción de la Corrupción (CPI) de Transparencia Internacional, cuya última actualización acaba de salir hoy. Este índice también cuantifica y ordena realidades vaporosas, como la percepción de la corrupción, ofreciendo una clasificación de 175 países según su nivel de corrupción, en función de la percepción que tienen a este respecto los ciudadanos de dichos países y diversos especialistas y colectivos consultados por diferentes organismos internacionales.
El experimento ha dado pocos resultados, pero aquí os dejamos algunos apuntes. ¿Cuántos países entre los veinte primeros en el IEPG están entre los veinte primeros en el CPI? Casi la mitad: nueve. Las mayores discrepancias se dan entre China y Rusia, que ocupan el cuarto y sexto puesto en el IEPG, respectivamente, y los puestos 100 (China) y 136 (Rusia) en el CPI. ¿Mina la corrupción la presencia internacional de los países? En la medida en que afecta a sus variables políticas y económicas, sin duda. Dar con las correlaciones y (lo difícil) las causalidades, es harina de otro post.
Estudiemos el caso de España. En 2010, España ocupaba el puesto 30 en la lista del CPI. En 2011 bajó un puesto (31), en 2012 lo recuperó (30) para en 2013 perder diez (40). En 2014 ha vuelto a recuperar posiciones, subiendo hasta el puesto 37. En este índice, España no está ni en cabeza de carrera ni en el pelotón perseguidor, sino en el que persigue a los perseguidores. En el IEPG, en cambio, España se sitúa cerca de cabeza de carrera, y la variación entre 2010 y 2014 ha sido mínima: del puesto diez al once.