El panorama económico mundial está al borde de un cambio monumental. La rápida aparición de los activos digitales, principalmente a través de las tecnologías basadas en blockchain, presenta una oportunidad sin precedentes para que las economías emergentes desafíen el arraigado dominio del dólar estadounidense. Pero siguen existiendo retos importantes.
El final de la Segunda Guerra Mundial anunció una nueva era de gobernanza económica mundial, minuciosamente elaborada a imagen y semejanza de Estados Unidos y sus aliados occidentales. En el centro de ese nuevo orden estaba el establecimiento del dólar estadounidense como principal moneda de reserva del mundo.
Este sistema se enmarcó con la creación de instituciones financieras fundamentales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, estableciendo el modelo económico neoliberal de posguerra que conocemos.
Esta estructura, reforzada por el poder económico y la influencia geopolítica de Estados Unidos, ha dominado las finanzas mundiales durante más de siete décadas.
La llegada de los ordenadores e Internet impulsó la globalización a un nuevo nivel, sacudiendo el sistema y obligando a los responsables políticos y a las instituciones a ponerse al día. Ahora, la digitalización de los activos está creando una oportunidad para que las economías emergentes recalibren fundamentalmente la balanza económica mundial.
En efecto, los activos digitales representan un cambio transformador en el panorama financiero internacional. Utilizando principalmente blockchain, su estructura descentralizada y su potencial para la desintermediación están perturbando los sistemas financieros tradicionales en tiempo real.
De hecho, para las economías emergentes, los activos digitales no son sólo una innovación tecnológica, sino una herramienta estratégica para mejorar su soberanía económica y su influencia geopolítica. Las naciones que conforman los BRICS+, que comprenden Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y las recientes incorporaciones de Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos, ven cada vez más los activos digitales como una oportunidad para remodelar el orden mundial.
Esto se debe a que el dólar estadounidense sigue dominando las transacciones financieras mundiales, representando aproximadamente el 90% de las mismas, y está gestionado en gran medida por instituciones financieras occidentales. Ese dominio otorga a las naciones desarrolladas, principalmente de Europa, Norteamérica y partes de Asia, una influencia considerable sobre el comercio y las finanzas mundiales.
Para las economías emergentes, la adopción de monedas alternativas respaldadas por activos digitales podría aumentar su control sobre la política monetaria y protegerlas de las fluctuaciones y políticas económicas de Estados Unidos.
«Tokenizar», o convertir activos físicos como el oro o monedas alternativas como la rupia india o el yuan chino en formas digitales en la blockchain, augura varios beneficios.
Para empezar, podría mejorar la eficiencia y la seguridad, potenciar la inclusión financiera y aumentar la liquidez del mercado. El uso de formas digitales simplificaría potencialmente las transacciones, reduciría los costes y ampliaría el acceso a los servicios financieros.
Además, las naciones BRICS+ podrían crear una moneda digital tokenizada común para la liquidación del comercio, reduciendo aún más su dependencia del dólar estadounidense. Una moneda digital unificada del BRICS+ ofrece la perspectiva de agilizar el comercio transfronterizo y mejorar la estabilidad económica al mitigar el impacto de las fluctuaciones de la política monetaria estadounidense. Esta medida podría dar a los países BRICS+ una mayor influencia en el panorama económico mundial.
Las recientes iniciativas para desarrollar sistemas de pago alternativos, como BRICS Pay, ponen de relieve el impulso que están cobrando los nuevos mecanismos financieros independientes del dólar estadounidense. BRICS Pay podría facilitar las transacciones utilizando una moneda digital común del banco central, una forma de efectivo digital emitido por gobiernos soberanos.
Además, la propuesta BRICS stablecoin, un token digital basado en criptomonedas y respaldado por activos estables como monedas fiduciarias (moneda emitida por el gobierno que no está respaldada por una mercancía tangible o metales preciosos), ofrece otra opción viable para los pagos internacionales. Estos esfuerzos pretenden aumentar la autonomía financiera y la eficiencia de las naciones BRICS+ en el comercio mundial.
En resumen, el potencial de los activos digitales para acelerar la aparición de nuevos actores centrales en la economía mundial es inmenso. Esta convergencia de intereses estratégicos, con el auge de los activos digitales, llega por casualidad en un momento en que la confianza en las instituciones financieras de Bretton Woods y en el dólar estadounidense está en su punto más bajo. Aunque es poco probable que el sistema actual sea sustituido por completo, las implicaciones geopolíticas de un sistema más inclusivo y multipolar son profundas.
Sin embargo, siguen existiendo muchos retos. Entre ellos están las disputas estratégicas sin resolver y los distintos ritmos de desarrollo tecnológico entre las naciones BRICS+, la resistencia al cambio de los intereses establecidos y la naturaleza volátil de los activos digitales. Además, hay que abordar cuestiones de regulación y ciberseguridad.
Dicho esto, las recompensas potenciales parecen demasiado grandes para ignorarlas. Para las economías emergentes, invertir en tecnología blockchain, fomentar la innovación y colaborar para desarrollar un ecosistema financiero digital son necesidades estratégicas. Estas medidas podrían permitir a estos países remodelar el panorama financiero mundial, estableciendo normas que aumenten su autonomía e influencia.
La aparición de los activos digitales anuncia un cambio potencialmente revolucionario en el orden económico mundial, que ofrece a las economías emergentes una poderosa palanca para desafiar el statu quo. Al adoptar las monedas digitales, estas naciones pueden mejorar su soberanía económica, reducir su dependencia del dólar estadounidense y fomentar una economía mundial más igualitaria.