Como broche de fin de año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado el Informe Mundial sobre el Paludismo 2014. Este documento da datos esperanzadores respecto a una de las enfermedades más devastadoras del mundo: la malaria o paludismo. Desde 2000, las muertes por paludismo se han reducido en casi un 50%. En África, a pesar del aumento demográfico del 43%, el número de infectados pasó de 173 millones en 2000 a 128 millones en 2013. Además, en este continente la mitad de la población tiene acceso a mosquiteros tratados con insecticida, cuando hace diez años solo lo tenía un 3%. También ha aumentado la disponibilidad de pruebas de diagnóstico y tratamiento eficaces. Según Pedro Alonso, director del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y recientemente nombrado por la OMS como director del Programa Mundial de la Malaria, en los últimos años se han hecho progresos extraordinarios como no se habían visto nunca antes. Estos datos hacen posible cumplir el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir la incidencia del paludismo.
Sin embargo, y aunque se han hecho avances indiscutibles, aún existen muchos retos que dificultan la erradicación de esta enfermedad. Por un lado, aunque los fondos se han triplicado desde 2005, suponen tan solo la mitad de los que se estiman necesarios para vencer al paludismo. Por otro lado, el brote de ébola supone un retroceso en la lucha contra la malaria ya que Guinea, Sierra Leona y Liberia, donde la malaria está muy extendida, también han sido los tres países más afectados por la epidemia de ébola. La consecuencia de esta crisis es la reducción del número de consultas y el cierre de hospitales. Además, se ha observado resistencia a los insecticidas en 49 países, y aunque 82 Estados afirmaron estar monitorizando la resistencia, solo 42 han aportado datos a la OMS, lo cual es insuficiente y peligroso. También hay que centrar más la atención en los grupos de riesgo, los niños menores de cinco años, que aún no han desarrollado inmunidad, y las mujeres embarazadas que la pierden parcialmente. Aún y todo, la falta de voluntad política y de recursos económicos no son el único obstáculo, ya que este parásito es excepcionalmente complejo, lo que dificulta el desarrollo de fármacos seguros y eficaces así como de tratamientos preventivos (vacunas).
Tal vez el avance más importante en el ámbito científico para la erradicación de la malaria es el desarrollo de una vacuna. Hoy en día, la más prometedora es la RTS,S, tras la que hay 20 años de investigación en la que han participado instituciones americanas, europeas y africanas en colaboración. Para el desarrollo de la misma no ha faltado el apoyo económico (500 millones de euros) de la Fundación Bill y Melinda Gates. Aunque los resultados son prometedores, el objetivo es aumentar su eficacia, que de momento es tan solo parcial, entre un 30 y un 60%, lo cual está muy lejos de la eficacia habitual de las vacunas, que reaproxima al 100%. De hecho, su eficacia no es de por vida, sino que dura dos años. Sin embargo, por su baja peligrosidad podría ser una opción a tener en cuenta a corto plazo. Según Pedro Alonso, «la vacuna va a ser registrada y podrá comercializarse. Ahora hay que plantearse si se usará en niños. Es un dilema ético complejo”.
El investigador también ha destacado el papel de las contribuciones españolas en la lucha contra la malaria, que ascienden a 177 millones de euros. Según ISGlobal, “las aportaciones españolas han ayudado a definir nuevas políticas globales en la lucha contra la enfermedad y ha permitido a España posicionarse al frente de los países e instituciones internacionales en la toma de decisiones”. Estas aportaciones son tanto públicas como privadas y se han mantenido a pesar de la crisis.
En general, se ha hecho un importante esfuerzo en la lucha contra la malaria. Hay razones para pensar que esta enfermedad podría ser erradicada, aunque esté lejos de ocurrir a corto plazo. Aún queda mucho camino por recorrer para vencer a la que es considerada la madre de las enfermedades relacionadas con la pobreza, no solo porque afectan a los grupos más pobres sino por su papel impidiendo el desarrollo. La lucha contra la malaria y contra la pobreza son objetivos que van de la mano.