“En el mundo se producen alimentos suficientes para satisfacer las necesidades de todos–expone Kul C. Gautam, director ejecutivo adjunto de Unicef–. Por lo tanto, el hambre y la desnutrición no son consecuencias sólo de la falta de alimentos, sino también de la pobreza, la desigualdad y los errores en el orden de prioridades”.
Cerca de mil millones de personas pasan hambre en el mundo, según la FAO. Desde 2008, la crisis financiera y las repetidas crisis alimentarias han empeorado la situación. Los precios de los alimentos fluctúan, con alzas que hacen que el acceso a una alimentación adecuada sea imposible para millones de familias. Según datos del Banco Mundial, en el último año el precio de los alimentos ha aumentado un 36%, debido en parte a la subida de los combustibles. Y se calcula que, desde junio de 2010 hasta abril de 2011, 44 millones de personas han caído en la pobreza como consecuencia de ello.
El peor ejemplo de la crisis alimentaria que azota al mundo en desarrollo lo podemos ver en el Cuerno de África. En Somalia, que vive una grave emergencia nutricional, algunos alimentos básicos han experimentado en 2011 una subida de hasta un 270% con respecto a 2010.
El eslabón más débil de esta cadena de despropósitos son los niños. En el mundo en desarrollo, casi 200 millones de niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica. El periodo que cubre el embarazo y los dos primeros años de vida, los conocidos como 1.000 días críticos, es fundamental para prevenir la desnutrición. En esa etapa es cuando se produce el desarrollo básico del niño, por lo que la falta de atención adecuada afectará a su salud y desarrollo intelectual el resto de su vida.
Según Unicef, la desnutrición es un problema complejo que no está recibiendo los recursos necesarios para prevenir su aparición, tampoco para su tratamiento. Pasa a un primer plano cuando se llega a situaciones de emergencia, como la que vive el Cuerno de África. En esos casos, las actuaciones se centran en lograr la supervivencia de los niños que sufren desnutrición aguda. Se trata de actuaciones “difíciles y costosas”, de acuerdo con Unicef. Luego, vuelve a caer en un segundo plano.
La desnutrición crónica requiere, más allá de las emergencias puntuales, una actuación continuada, cuyos resultados se ven en el medio y largo plazo. “Esto provoca que sea una prioridad secundaria en los programas de ayuda oficial al Desarrollo”, explican en la agencia de Naciones Unidas. Los fondos dedicados a la desnutrición básica
Entre las medidas para atajar la lacra de la desnutrición infantil destaca la creación del Movimiento para el Fomento de la Nutrición (SUN), del que ya forman parte 19 países. La mejora de los fondos, el trabajo sobre el terreno y un enfoque integral son elementos prioritarias. Con ello se busca atajar tanto las causas inmediatas –alimentación insuficiente, enfermedades– como las subyacentes –falta de atención sanitaria, agua y saneamiento insalubres–. Sin olvidar las causas básicas, como la escasa educación de las madres.
La educación de la mujer y su posición en la sociedad tienen una influencia muy importante sobre la alimentación. Un estudio realizado en Pakistán ha revelado que la mayoría de las madres de los recién nacidos con síntomas de desnutrición apenas habían recibido educación. La introducción de alimentos complementarios para los lactantes a partir de los seis meses de edad mejoró cuando las madres recibieron formación.
“Por lo general, la desnutrición es mucho menos generalizada en los sitios donde las mujeres controlan los recursos familiares –afirma Roger Shrimpton, asesor de nutrición de la ONG Hellen Keller International–. Allí donde las mujeres son oprimidas y no son tratadas como iguales, suele haber más desnutrición”.
Para más información:
Kattya Cascante, «Crisis alimentaria: un consenso por la agricultura». Política Exterior núm. 142, julio-agosto 2011.
El número 45 de Economía Exterior está dedicado a la crisis derivada de los precios de las materias primas. Para acceder al índice del número, haga clic aquí.
Unicef. «La desnutrición infantil, a debate». Artículo, noviembre 2011.