En 1895, un viajero francés encontró en un patio del museo de Palermo dos estelas de piedra con inscripciones jeroglíficas a las que nadie había prestado mucha atención. Con los años se descubrió que eran parte del antiguo sistema de medición de las fluctuaciones de los niveles del Nilo que describió Plinio el Viejo en su Naturalis Historia (79 d.C.). Por ello se consideran uno de los mayores hallazgos arqueológicos del antiguo Egipto.
Las estelas fueron talladas durante la V Dinastía, en el siglo XXV a.C., para registrar los altibajos del Nilo, con datos que se remontaban a los tiempos de la primera dinastía (3100 a.C.). Los Nilometros permitían a los faraones mejorar el rendimiento de los cultivos y, con ello, la recaudación de los tributos. Los de la isla Roda en El Cairo se utilizaron entre el 861 y 1887, ilustrando la estrecha relación entre los sistemas hidráulicos y los grandes reinos e imperios.
Alrededor de 7000-6000 a.C. los pueblos sedentarios de la antigua Mesopotamia comenzaron a construir canales de irrigación a lo largo del Tigris y el Éufrates, cuna de la cultura sumeria. Esta civilización fue la primera que dejó constancia, a través de su escritura cuneiforme, de sus asuntos políticos, literatura, filosofía, leyes, agricultura, medicina y vida familiar.
Ríos de poder
El crecimiento de la población global, que pasó de 6.700 millones a 7.700 millones entre 2008 y 2020, hará aun más importantes a los grandes ríos y sus afluentes. En 2050, el 70% de la población será urbana, frente al 55% actual, un ritmo de crecimiento equivalente a añadir tres Shangháis al año durante 30 años.
Para alimentar a casi 10.000 millones de personas, se tendrá que duplicar la producción de alimentos en condiciones adversas. Según la agencia de biodiversidad de la ONU, un 75% de los cultivos dependen de procesos de polinización hoy en peligro por el uso intensivo de pesticidas por la agroindustria.
El agua es el único recurso escaso para el que no hay sustituto y también el menos regulado internacionalmente pese a que, entre otros muchos casos conflictivos, Israel, Jordania, Palestina, Siria y Líbano comparten el Jordán, hoy casi un arroyo cuando llega al mar Muerto.
«Según las proyecciones demográficas de la ONU de aquí a 2035, la megaciudades se duplicarán hasta el medio centenar desde las 28 de 2015»
En 1950 China se anexionó el Tíbet, lo que le dio el control de las cabeceras de ríos que fluyen a la India, Bangladesh, Myanmar, Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam. En Rivers of power (2020) Laurence Smith señala que el 63% de la población global vive a 20 kilómetros de media de un gran río. Un 84% de las ciudades de entre un millón y 10 millones de habitantes –que serán 759 en 2035– están a orillas de ríos.
Las grandes ciudades costeras –donde vive el 20% de la población– son en realidad ciudades rivereñas de grandes deltas. Entre las megalópolis –de más de 10 millones de habitantes– son el 93%. Según las proyecciones demográficas de la ONU de aquí a 2035, la megaciudades se duplicarán hasta el medio centenar desde las 28 de 2015. Nueva Delhi será la mayor, seguida de Shanghái, Tokio, Dhaka y El Cairo. Nueva York será la decimotercera.
Venas (y arterias) abiertas
Sobre las venas y arterias del sistema circulatorio planetario se ciernen las amenazas del crecimiento demográfico, la contaminación y el cambio climático. Utilizando las imágenes captadas por satélites de la NASA, del programa europeo Copérnico y de la Universidad de Carolina del Norte, se ha descubierto que ríos y lagos cubren 773.000 kilómetros cuadrados, un 44% más que las estimaciones previas. Pero solo representan el 0,58% de la superficie terrestre no glacial.
Unos 4.000 millones de personas sufren escasez aguda de agua al menos un mes al año. Unos 900 millones viven en China y 1.000 millones en India. Chennai en India, Sao Paulo en Brasil y Ciudad del Cabo en Sudáfrica han sufrido en los últimos años cortes de suministro persistentes por las sequías y el exceso de consumo.
La ONU prevé que la demanda mundial de agua potable se duplicará de aquí a 2050, un aumento de seis billones de metros cúbicos anuales. Los cultivos agropecuarios cubren actualmente unos 5.000 millones de hectáreas, el doble que la superficie de América del Norte. Si la frontera agrícola sigue avanzando a ese ritmo, en 2050 se habrá deforestado una superficie similar a la de una India y media.
Para alimentar a tanta gente se necesitarán 7,4 trillones de calorías adicionales al año. Y muchos querrán que sean proteínas animales. El ganado –vacuno, bovino…– consume más agua y pastos por caloría que cualquier cultivo agrícola. En Brasil, producir carne de vacuno es 100 veces más intensivo en uso de tierra que la soja, que por otra parte, se utiliza casi siempre como forraje. La ganadería representa el 80% de la tierra agrícola aunque solo produce el 20% de sus calorías. En esas condiciones, si el Sur Global quiere comer las tres hamburguesas a la semana de un estadounidense medio, la selva amazónica no sobrevivirá mucho tiempo.
Zonas de muerte
Otro problema es químico. Debido al uso de fertilizantes nitrogenados y pesticidas, que casi siempre terminan en ríos y luego en el mar, cada vez hay más zonas marinas con bajos niveles de oxígeno, la temida hipoxia (menos de dos miligramos de oxigeno por litro) que extingue casi toda forma de vida.
Las “zonas de muerte” comenzaron a aparecer en los años sesenta y setenta. Las más de 400 que existen hoy cubren unos 245.000 kilómetros cuadrados. Las mayores están en torno al delta del Misisipi, donde las concentraciones de nitratos son ocho veces mayores que en la era preindustrial. Otras están en el estuario del Elba y la bahía de Kiel en Alemania, los estuarios del Loire y el Sena en Francia, el del Támesis en Reino Unido y el del Yangtsé en China.
En noviembre, el bajo nivel del Misisipi, la principal vía fluvial de Estados Unidos, impidió navegar a casi 3.000 embarcaciones con una carga equivalente a la de 210.000 camiones. Por sus cauces y los de sus afluentes se transportan cada año 17.000 millones de dólares de grano, carne y productos agrícolas. En Alemania, este verano las sequías hicieron innavegables largos tramos del Rin, por el que se transporta el 80% de la carga embarcada del país.
Sabiduría ancestral
Las soluciones son tan diversas como las amenazas. En junio el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley de conservación de vida salvaje que dirigirá 1.300 millones de dólares a zonas protegidas. Los 574 pueblos originarios del país, que ya gestionan reservas naturales que cubren 40,5 millones de hectáreas, van a recibir parte importante de esos fondos. Desde 2000, la reserva de la Nación Navajo, de 7,2 millones de hectáreas, ha multiplicado algunas especies amenazadas –truchas, castores, tejones…– preservando manantiales, arroyos y otras fuentes de agua.
«Las técnicas de irrigación precolombinas pueden costar hasta 100 veces menos por pie cúbico de agua que represas convencionales»
En Perú, las poblaciones andinas están recuperando canales de piedra prehispánicos (amunas en quechua) para aprovechar el agua de lluvia y reabastecer acuíferos subterráneos con ayudas de compañías cerveceras y agencias de ayuda al desarrollo europeas y del Imperial College de Londres.
Las técnicas de irrigación precolombinas pueden costar hasta 100 veces menos por pie cúbico de agua que represas convencionales. Lima, que tiene un déficit hídrico de 100 pies cúbicos de agua por segundo, es tras El Cairo y Karachi la tercera ciudad más grande levantada sobre un desierto, en su caso en una estribación del de Atacama. Un 98% de las lluvias se producen al este de la cordillera andina. El problema es que dos tercios de los 33 millones de peruanos vive en la costa árida.
Tecnologías punta
Otras soluciones son tecnológicas. En los próximos años y décadas se van a producir los mayores trasvases de ríos de la historia, entre otras cosas por el paulatino colapso de los glaciares del Himalaya, que está reduciendo ya los caudales del Indo, el Ganges, el Brahmaputra y el Yangtsé entre un 5% y 20%.
Los trasvases del sur húmedo al norte árido chino están ya muy avanzados. El Consejo de Estado aprobó el plan definitivo en 2002 con un presupuesto de 77.000 millones de dólares para interconectar las cuencas del Yangtsé, el Huai, el Hai y el río Amarillo y trasvasar 45.000 millones de metros cúbicos (mmc) anuales de agua. Los más grandes trasvases de California mueven 14.000 mmc. La primera etapa se completó en 2013. El canal de 1.300 kilómetros entre el río Han y Pekín, que ahora lleva el 70% del suministro de agua de la capital china.
El plan Transaqua africano, que requerirá una inversión de 50.000 millones de dólares, planea trasvasar agua de la cuenca del Congo a la del Chari, que desemboca en el lago Chad, casi 2.500 kilómetros al norte, a través de una canal de 1.500 kilómetros que llevará 50.000 millones de metros cúbicos de agua anuales para irrigar 70.000 kilómetros cuadrados en Camerún, Chad, Níger y Nigeria. En el último medio siglo, el lago Chad ha perdido el 90% de su superficie, de 22.000 kilómetros cuadrados a menos de un millar.
Ambos proyectos palidecen, sin embargo, al lado de los megaproyectos indios que reconfigurarán los sistemas fluviales de la península Indostánica para llevar agua del noreste, que recibe 50 veces más lluvias que el resto de India, a las partes áridas del país. Las inversiones del National River Linking Project superarán los 168.000 millones de dólares para construir 15.000 kilómetros de canales y túneles que trasladarán 174.000 millones de metros cúbicos de agua al año. Esto supondrá un aumento de 30% en las áreas cultivadas del país.
Ojos en el cielo
Otro campo prometedor son los micromolinos hidráulicos que se pueden adaptar a presas ya existentes en uso u obsoletas para generar electricidad limpia. Los ríos recuperan sus antiguos cauces y características naturales con gran rapidez una vez que se les libera de barreras y obstáculos artificiales. Tras la demolición de presas y diques en el río Elwha en Oregon, en el Estado de Washington, el salmón recolonizó sus antiguas vías fluviales en poco tiempo.
Otras soluciones provendrán del espacio exterior. El 16 de diciembre, la NASA, la francesa CNES, la canadiense CSA y la británica UKSA lanzaron el satélite SWOT (cuyo nombre son las siglas en inglés de superficie de agua y topografía oceánica) que usará tecnología láser para hacer mediciones tridimensionales de los niveles de millones de ríos y lagos. Programas de inteligencia artificial analizarán los millones de petabytes de imágenes (toda la biblioteca del Congreso de EEUU contiene 0,01 petabytes de data) para detectar en cambios de color o temperatura información vital para su conservación.