El 14 de enero tomó posesión como presidente de la República de Guatemala Alejandro Giammattei, un histórico de la política del país centroamericano. El nuevo presidente tiene encima de la mesa una serie de desafíos, pues Guatemala no pasa por sus mejores momentos. La crisis provocada por la expulsión de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y la cuestión migratoria han erosionado la imagen país. Además, aunque la situación macroeconómica es estable, la inversión extranjera directa ha descendido de manera preocupante durante los últimos cuatro años de gobierno. A corto plazo, el gran reto del nuevo ejecutivo será la mejora de la imagen del país y el aumento de la confianza en sus instituciones, de ciudadanos, entidades empresariales, el resto de Estados y organizaciones internacionales.
Giammattei es consciente de todo lo anterior. En cierto sentido, durante su discurso de toma de posesión, ha hecho hincapié en estas cuestiones y en muchas otras. Por ejemplo, afirmó que su gobierno “acabará con el despilfarro, la sobrevaloración de las obras y las obras inexistentes pagadas como si fuesen hechas”. El mensaje pretende ser una declaración contra la corrupción. Para cumplir con la citada promesa, el nuevo gobierno diseñará una nueva comisión contra la corrupción de ámbito estrictamente nacional y vinculada a la estructura del Estado guatemalteco.
Además de la lucha contra la corrupción y la mejora del sistema de compras y contrataciones del Estado, el nuevo gobierno desea generar una estrategia real de lucha contra la desnutrición. El año 2019 ha sido malo para Guatemala en términos de lucha contra la pobreza. Las cifras de desnutrición crónica y de desnutrición crónica severa son realmente preocupantes, según datos del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). Giammattei ha declarado “que los niños malnutridos son el gran fracaso de nuestro país”.
Además de la corrupción y de la batalla contra la desnutrición, el nuevo presidente señaló que la seguridad, como no puede ser de otra forma, ser convertirá en una prioridad de política pública. Es sabido que los grandes problemas identificados por la población guatemalteca a lo largo del tiempo han sido el desempleo y la seguridad, como reflejan los datos del Latinobarómetro del 15 de enero de 2020. Además de una defensa clara de la mujer y de la lucha contra la violencia de género, el nuevo presidente ha señalado que su primera propuesta de ley intentará luchar contra las maras declarando a las mismas como organizaciones terroristas. Durante su discurso, ha llegado incluso a proponer una acción coordinada por parte de todos los países en la subregión centroamericana para derrotar definitivamente a las pandillas.
Además de todo lo anterior, el nuevo gobierno desea recuperar parte de la agenda estructural que ya se venía discutiendo en el país. Inevitablemente, se debe mantener y así lo ha prometido Giammattei, la estabilidad macroeconómica que ha caracterizado desde hace años a Guatemala. Control de la inflación, conservar una baja deuda pública sobre el PIB y fomentar el desarrollo del mercado común centroamericano y la promoción de zonas económicas que puedan contribuir al surgimiento de oportunidades de empleo para la ciudadanía.
Otra de las grandes políticas estructurales será la educación. Giammattei afirmó que esta será uno de los ejes centrales de su administración. Otro elemento relevante es el compromiso mostrado por el nuevo presidente con el colectivo de discapacitados. En su discurso afirmó que “a mis compañeros discapacitados aquí estoy, hoy uno de ustedes es presidente”. Obviamente, estas declaraciones no se han concretado aún en plan o programa alguno. Sin embargo, parece que Giammattei se muestra sensible a las demandas de este colectivo.
Por último, el nuevo presidente no ha evitado hablar de las reformas (algunas urgentes) que debería afrontar el país. En su momento, en 2015 y después de la presión social y ciudadana que llevó a la cárcel al presidente Otto Pérez Molina y a la vicepresidenta Roxana Baldetti, se fijó una agenda país que implicaba la reforma de las siguientes leyes: Ley de compras y contrataciones del Estado; Ley de Servicio Civil; Ley Electoral y de Partidos Políticos, y Reforma del Organismo Judicial.
Ya hemos señalado el esfuerzo que el nuevo gobierno desarrollará para modificar la primera de las cuestiones. Además, durante su intervención en la toma de posesión, Giammattei indicó que no se puede esperar más para modificar la Ley de Servicio Civil y la reforma del Organismo Judicial. Ambas son políticas públicas de extrema necesidad, pues como el presidente electo ha comentado, tanto la Justicia como la Administración Pública contribuyen a solidificar e institucionalizar un Estado al que le falta presencia en gran parte del territorio nacional. La mejora de estas dos dimensiones favorecerá una reducción drástica de la incertidumbre e inestabilidad que impera en el entorno político y social guatemalteco.
Si tuviésemos que resumir en una palabra el gran desafío que tiene este gobierno, dicha palabra sería confianza. El nuevo gobierno tiene que ser capaz de mejorar los niveles de confianza, pues se encuentran por los suelos en este momento. De lograrlo, la democracia guatemalteca daría un paso de gigante en favor de la consolidación. Todo lo anterior sería muy positivo, también, para la región latinoamericana, marcada en la actualidad por tendencias autoritarias e inestabilidad política. El nuevo gobierno disfruta de un amplio apoyo popular para conseguir los objetivos que se ha propuesto, además de un Congreso favorable. Veamos cómo se desempeña en la tarea con la que dice estar comprometido