Los coloridos dragones chinos pasean sus suculentas colas por Europa. La crisis económica ha resituado al continente europeo, con su mercado único de 500 millones de consumidores, en el foco inversor de China. Las recientes visitas de Wen Jiabao y Hu Jintao, primer ministro y presidente de China, respectivamente, han escenificado el creciente flujo de capital procedente del lejano oriente. La inversión extranjera directa y la compra de deuda pública son los instrumentos estrella del poder blando desplegado por el gigante asiático.
Sin embargo, este maná de capital chino no es tan suculento como cabría esperar de ser otras las circunstancias. Europa no es un socio preferente para China, a pesar de las necesidades que satisface Pekín al hacer negocios con el viejo continente. La política de inversión china tiene una premisa clara, hija de la prudencia: diversifica tus apuestas y ganarás seguro. China tiene que invertir y eso es lo que está haciendo: en África, en América Latina, en Europa y en Estados Unidos. En ese sentido, los europeos no somos especiales; Francia, menos aún. Pocos prestaron atención a este detalle, pero Hu Jintao dio exactamente el mismo discurso en Francia y Portugal. Que bien podrían haber sido países africanos o latinoamericanos.
“La política geoeconómica de China es una sola, lo mismo da que el interlocutor sea europeo, africano u oriundo de América Latina”, afirma François Godement, investigador del European Council on Foreign Relations experto en China. “Los contratos firmados ahora con Francia pueden parecer espectaculares, pero no lo son. Hay que recordar que desde 2007 no se firmaba nada. Los chinos usan muy bien su poder blando, asegurándose el mercado europeo, pero sin dar demasiado a cambio. Podrían dar más, pues sin duda necesitan más aviones, pero no lo hacen”.
La Unión Europea podría demandar una mayor reciprocidad por parte de China y así conseguir una relación más equilibrada en materia económica con el gigante asiático, pero tampoco lo hace. ¿Por qué? La razón es de sobra conocida: la desunión de la Unión. La cantidad de dinero que acaba de aterrizar en el continente junto con el presidente Jintao, afirma Godement, es significativa, pero no desorbitada, y ello se debe a la falta de una actuación estratégica hacia China por parte de Europa. La UE necesita establecer ciertas condiciones cuando negocia con China, pero la discordancia (véase la falta de instrumentos comunes financieros europeos) lo impide por el momento.
China ha escapado de las peores consecuencias de la crisis económica y financiera internacional y se muestra con confianza renovada. Ha tomado el relevo de Japón como la segunda economía mundial y percibe a EE UU menos ávido por ejercer el poder hegemónico que sin duda aún posee. A medida que el resto del mundo pierde influencia, China gana (quizá el verbo sea recuperar), con cautela pero con decisión, nuevos espacios económicos y políticos.
Para más información:
François Godement, “Por una política global de la UE hacia China”. Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Editorial, «El mundo emergente». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Xulio Ríos, «Desarrollo, unidad y democracia ‘a la China’». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Guillermo Marín, «EE UU y China: ¿el próximo gran enfrentamiento?». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Jochen Thies, «UE: instantánea internacional en tiempos de crisis». Política Exterior núm, 138, noviembre-diciembre 2010.