El 18 de abril, los cancilleres de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú enviaron una carta al ministro de Relaciones Exteriores boliviano, Fernando Huanacuni, donde indicaban que dejarían de participar temporalmente en Unasur. Señalaban la falta de consenso para elegir un nuevo secretario general, tras la salida de Ernesto Samper en enero de 2017, y una “alarmante situación de indisciplina”. El canciller peruano, Hugo Zela, se lamentó al no poder designar un nuevo líder: “Lo que está ocurriendo es que la institución prácticamente ha dejado de funcionar”. Asimismo, el canciller chileno, Roberto Ampuero, declaraba: “No podemos estar lanzando ese dinero a una institución que no funciona”.
Al respecto, Huanacuni aclaró que ningún país remitió nota para abandonar la organización: “Lo que nos llegó indica que seis países no participarían en reuniones de Unasur, hasta que resuelva la acefalía del cargo de secretario general del bloque”. Ante esta situación, el presidente venezolano, Nicolás Maduró, pidió “conciencia suramericana” a los países que dejan temporalmente Unasur, y dijo que los movimientos sociales y revolucionarios de América del Sur defenderían a la organización si algún gobierno de derecha tratara de apuñalarla, mismo término utilizado por el excanciller argentino y actual diputado del Parlasur, Jorge Taiana, quien además resaltó que esta acción era un paso a raíz de la VIII Cumbre de las Américas celebrada en Lima. Por su parte, el canciller uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, señaló que su país se mantendría en la organización y que se trata de un momento para reflexionar sobre los mecanismos de toma de decisión de la misma.
El documento de la salida temporal concluye así: “Dadas las circunstancias actuales, los países firmantes hemos decidido no participar en las distintas instancias de Unasur a partir de la fecha hasta tanto no contemos, en el curso de las próximas semanas, con resultados concretos que garanticen el funcionamiento adecuado de la organización”.
Réquiem precipitado por Unasur
Ante esta crisis, diversos medios y analistas han señalado el ocaso de la organización. Argumentan que se trata del fin de las instituciones promovidas por el fallecido Hugo Chávez, cuyo proyecto se desmorona en Venezuela actualmente, pero nada más alejado de la realidad.
Unasur es la fase más avanzada del proceso de suramericanización promovido históricamente por Brasil. La organización lleva a cabo parte de la estrategia de liderazgo brasileño, que incluye la integración y autonomía de sus doce vecinos regionales. Sus orígenes están en las Cumbres Suramericanas de Presidentes que dieron nacimiento a la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN) en 2005. Es cierto que Chávez presionó en la Cumbre Energética de Isla Margarita en 2007 para que la CSN se denominara Unasur, la cual nace formalmente en Brasilia en 2008 con la firma de su Tratado Constitutivo. Pero en aquel momento la organización funcionó como un espacio audaz para resolver crisis internas e interestatales en la región, al tiempo que promovía medidas de transparencia en cooperación y defensa en Suramérica a través del Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (CEED) y el Consejo de Defensa Suramericano (CDS). Con la publicación en 2012 de un valioso informe sobre el gasto en defensa en la región, pudimos ver que no existía una carrera armamentista, como promovían irresponsablemente ciertos sectores.
Como toda organización, Unasur está en proceso de consolidación. La gestión de sus secretarios generales ha sido coherente con su tiempo y alcance. Ya vimos incluso antes del nombramiento de su primer secretario, Néstor Kirchner (2010), que la organización funcionó ante graves problemas. Posteriormente, María Emma Mejía (2011-2012) logró la ratificación del Tratado Constitutivo y le dio carácter institucional (2011-2012). Posteriormente, Alí Rodríguez Araque (2012-2014) mantuvo la misma línea de trabajo, pero debido a problemas de salud no logró posicionar más a la organización. Bajo su mandato la organización pierde fuelle ante la crisis de las elecciones venezolanas de abril de 2013, o ante la arbitraria detención del avión presidencial boliviano en julio de ese mismo año. Samper (2014-2017) debe asumir el via crucis político de Venezuela, sin lograr resolver nada, ya que la cláusula democrática (Protocolo de Guyana, 2010), al igual que otros mecanismos de la región, no resultó operativa ante el autoritarismo creciente primero de Chávez y luego de Maduro.
Pese a las dificultades, la organización ha avanzado en cuestiones de salud, infraestructura, seguridad y cultura con diferentes velocidades, mientras es criticada por los detractores de la integración suramericana. El 17 de abril de 2015 (en su octavo aniversario) se inauguraron la Escuela Suramericana de Defensa (ESUDE), la Unidad Técnica de Apoyo Electoral y la Biblioteca Gabriel García Márquez. Más que un final, todo ello denota un camino de suramericanización aún por construir.
Ahora es tiempo de que los líderes regionales suramericanos valoren el proceso de construcción regional previo. Más allá de un nombre emblemático en la secretaría general, es necesario un profundo ejercicio de transformación de preferencias, de acercamiento a la opinión pública y de estrategia institucional. En suma, afrontar los dilemas estratégicos de la opción mas equilibrada y cercana para la agenda política de la Suramérica contemporánea. En la crisis está la oportunidad.