Estados Unidos planea actualizar periódicamente sus restricciones a la exportación hacia China de equipos de fabricación de semiconductores y chips de alta gama, cerrando lagunas a medida que avance la tecnología. A corto plazo, esto promete aumentar la eficacia de la campaña liderada por EEUU para frenar el acceso de China a las tecnologías más punteras. Pero, a largo plazo, erosionará el apoyo de muchos países aliados que no quieren elegir entre Pekín y Washington, y animará a China a invertir más en fabricación nacional.
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El Departamento de Comercio de EEUU actualizó sus restricciones de hace un año –destinadas a abordar las “preocupaciones de seguridad nacional planteadas por” la “modernización militar” de Pekín– para incluir a Irán, Venezuela y otros 19 países contra los que EEUU mantiene un embargo de armas e impedir que sirvan como posibles conductos de exportación a China. También amplió su llamada cláusula de minimis a determinados equipos avanzados de fabricación de semiconductores, obligando a las empresas europeas a poner fin a la exportación de productos que contengan tan solo una pequeña fracción de piezas fabricadas en Estados Unidos.
Al cambiar el umbral de rendimiento de los chips de inteligencia artificial aptos para la exportación, Washington pretende asegurarse de que los fabricantes de chips no puedan reducir las especificaciones de sus productos para eludir las restricciones estadounidenses, una solución favorecida recientemente por el fabricante estadounidense de chips de alta gama Nvidia, que, por ejemplo, ralentizó su chip A100 en el A800 para China, transformando sus prestaciones. El gobierno de EEUU obliga ahora a las empresas a notificar siempre que tengan previsto vender chips próximos al umbral de rendimiento a China o a los otros 21 países más cuestionados por Washington.
Estas medidas harán más difícil que China se haga con equipos vetados por EEUU de forma indirecta o que importe legalmente chips occidentales suficientemente buenos. Pero a los fabricantes de chips de los países aliados les preocupa que Estados Unidos pueda estar utilizando las restricciones a la exportación a China para generar un efecto secundario añadido: proteger partes de su industria de alta tecnología de la competencia extranjera. La secretaria de Comercio estadounidense, Gina Raimondo, ha declarado que, si alguna empresa intentara sortear los controles estadounidenses, Washington podría establecer nuevas normas al día siguiente.
Aunque el Gobierno estadounidense está dispuesto a restringir la actividad de las empresas de semiconductores tanto estadounidenses como extranjeras, hasta la fecha no ha emitido la tan esperada orden ejecutiva sobre la computación en nube. Proveedores como AWS, de Amazon, o Azure, de Microsoft, ofrecen acceso en línea a amplias capacidades informáticas, y representan una laguna evidente en el empeño de bloquear el acceso de China a la inteligencia artificial. Esto ha generado la impresión de que algunas empresas tecnológicas americanas están siendo protegidas de medidas que, por el contrario, han afectado a un gran número de empresas no estadounidenses.
Los límites de las medidas coercitivas
Otros factores también podrían debilitar la eficacia de los controles de las exportaciones a largo plazo. Los recientes avances de fabricantes chinos de semiconductores como Huawei y SMIC muestran los límites de la fiscalización, ya que se siguen concediendo licencias. Además, como casi todos los equipos occidentales de alta tecnología contienen algo de tecnología estadounidense, la aplicación de la cláusula de minimis obliga a los fabricantes de otros países a obtener la aprobación de Estados Unidos para exportar a China. Incluso las capitales que comparten el objetivo de Washington de reducir el poderío militar chino pueden resentirse.
Para imponer un bloqueo mundial sería necesaria una cooperación internacional fluida y mantener el liderazgo tecnológico de Occidente, que pueda impedir a Pekín eludir los “cuellos de botella” (choke-points) impuestos en las cadenas de suministro de semiconductores. Pero a muchas empresas y países que destacan en el comercio de chips les preocupa que esto les obligue inextricablemente a elegir entre hacer negocios con Estados Unidos o con China, ya que hacer negocios con ambos sería complicado.
«Con el tiempo, el mercado chino se convertiría en un ecosistema separado, con productos y normas diferentes a los occidentales»
La empresa de IA G42, con sede en Emiratos Árabes Unidos, puede dar fe de ello. Dentro de su actividad económica, que abarca la energía, las finanzas y la sanidad, G42 anunció una colaboración con OpenAI para integrar los modelos generativos de IA en sus operaciones. Los servicios de inteligencia estadounidenses no tardaron en expresar su preocupación por los numerosos vínculos de G42 con China, entre ellos con el fabricante de hardware sancionado Huawei. Para apaciguar a EEUU y mantener su acceso a chips de IA fundamentales, G42 anunció posteriormente su plan de cortar algunos de estos lazos con Pekín.
Otro problema de la política de los cuellos de botella es que incitaría a China a invertir más en métodos alternativos para alcanzar los mismos objetivos, como la computación neuromórfica: la aplicación de modelos lingüísticos más pequeños y específicos y la producción de chips más pequeños en hardware más antiguo. Aunque estos sistemas resulten inviables para el comercio internacional, serían lo suficientemente eficaces para las empresas chinas aisladas de los proveedores mundiales. Con el tiempo, el mercado chino se convertiría en un ecosistema separado, con productos y normas diferentes a los occidentales.
¿Qué queda para China?
Al tener un alcance relativamente amplio, el control de las exportaciones obligará a China a invertir en todos los eslabones de la cadena de suministro de semiconductores, lo que significa que Pekín tardará mucho tiempo en crear un suministro interno adecuado. Esto permitiría a Washington alcanzar su objetivo expreso de frenar el desarrollo militar chino, pero al mismo tiempo cerraría el mercado chino al resto del mundo. Los ecosistemas tecnológicos separados y desconectados también dificultarán a Occidente el seguimiento de los avances de China en tecnologías críticas.
El éxito de EEUU sobre China dependerá no solo del compromiso de Washington de subsanar las deficiencias a medida que se produzcan, sino también, y de manera crucial, de otros países. Muchos aliados tienen diferentes consideraciones estratégicas sobre trabajar con o contra Pekín, y China está mostrando la determinación de desarrollar sus propias capacidades. Conservar el liderazgo en tecnologías clave, lograr que los gobiernos occidentales se alineen con sus objetivos y supervisar los avances chinos son ahora los tres grandes retos de Washington.
Artículo traducido del inglés de la web de MERICS.