El régimen de Muamar el Gadafi tiene los días contados. Esto no significa que la guerra civil haya terminado, pero sí que su final está cada vez más cerca. Lo que tampoco significa que la estabilidad vaya regresar a un país de seis millones y medio de habitantes, la mayoría en la franja mediterránea, y 1.759.540 kilómetros cuadrados. Libia tiene numerosos ingredientes para convertirse en un foco de inestabilidad, máxime cuando el coronel que ha gobernado durante más de 40 años con puño de hierro el desierto libio siga en libertad.
Las tropas rebeldes centran sus objetivos en Sirte, ciudad natal de Gadafi, y en la región de Sabha, 600 kilómetros al sur de Trípoli, la capital del país. Por el momento, se desconoce el paradero de Gadafi, que según la OTAN todavía está al frente de sus fuerzas armadas. Sí se sabe el de tres de sus hijos: Aníbal, Mohamed y Aisha Gadafi, así como el de su esposa, Safia Farkash, todos refugiados en Argelia. Mutasim y Jamis, jefes de las fuerzas armadas gadafistas, continúan como su padre en paradero desconocido, al igual que Saif el Islam.
Mientras el Consejo Nacional de Transición (CNT), el gobierno rebelde libio, comienza la tarea de reconstruir un país dañado por décadas de dictadura y meses de guerra civil, el Consejo de Seguridad de la ONU desbloquea los miles de millones de dólares en bienes libios depositados en bancos estadounidenses y británicos, fondos que irán a parar al CNT. Una de las cláusulas para el desbloqueo de los fondos congelados garantiza que ninguna parte de los mismos se utilice para la compra de equipamiento militar. Con la guerra aún en marcha y la escasa presencia de la comunidad internacional sobre el terreno, será difícil comprobar el cumplimiento estricto de dicha cláusula.
Gadafi “el superviviente”, de 69 años, ha llamado a la resistencia. El coronel todavía tiene capacidad para poner en peligro la difícil transición en Libia, ya que los vínculos tribales que sostienen su poder no se disolverán mientras permanezca en libertad, por restringidos que sean sus movimientos. Asimismo, el dictador espera que las fisuras y contradicciones internas de los rebeldes, amalgama de diversas tribus, jueguen a su favor.
En el próximo número de Política Exterior, septiembre-octubre 2011, Jesús Gil, Alejandro Lorca y Ariel José James, se ocupan del factor tribal tanto en el conflicto libio como en el yemení. En un artículo titulado Libia y Yemen: comunidad tribal y guerra civil, los autores, profesores de la Universidad Autónoma de Madrid, explican que la política en Oriente Próximo está vinculada a las comunidades tribales extendidas por el territorio, al margen de las fronteras de los Estados. Y que las guerras en Libia y Yemen confirman que cualquier estrategia falla si no se tienen en cuenta factores como etnia, clase y tribu.
Para más información:
Juan Tovar, “Libia y el viejo dilema de la intervención”. Política Exterior núm. 143, septiembre-octubre 2011.
José Enrique de Ayala, “La intervención internacional en Libia”. Afkar/Ideas núm. 30, verano 2011.
Jesús A. Núñez Villaverde, “Libia, un desbarajuste de difícil salida”. Política Exterior núm. 141, mayo-junio 2011.
Luis Martínez, “Libia: de la amenaza islamista a la revolución”. Afkar/Ideas núm. 29, primavera 2011.
Haizam Amirah Fernández, “El regreso de Libia”. Política Exterior núm. 111, mayo-junio 2006.