George Weah y Jewel Howard Taylor, exmujer de Charles Taylor, representan el cambio, aunque ambos forman parte del sistema. GETTY

Liberia, segunda ronda

Pilar Requena
 |  16 de octubre de 2017

La final se celebrará el 7 de noviembre porque ninguno de los candidatos ha conseguido la mayoría absoluta que da la victoria automática y la presidencia de Liberia. Como se esperaba, los dos contendientes serán el popular exfutbolista y actual senador George Weah y el actual vicepresidente, Joseph Boakai. La sorpresa ha sido que Weah, candidato de la Coalición por el Cambio Democrático, ha ganado la primera vuelta con una clara diferencia de casi 10 puntos. Pero no puede cantar victoria todavía. A Weah le ocurrió casi lo mismo en las elecciones de 2005 frente a la actual presidenta, Ellen Johnson-Sirleaf, y al final esta ganó por goleada. En 2011 también fue candidato, aunque a vicepresidente, y fue igualmente derrotado por la primera mujer presidenta del continente africano y por Boakai.

Habrá que seguir con atención a cuál de los candidatos apoyan los otros 18 que se han quedado fuera de la carrera. Sobre todo los que, aunque a gran distancia, ocupan el tercer, cuarto y quinto puesto y suman casi el 24% de los votos: el abogado Charles Brumskine, el exejecutivo de Coca-Cola Alexander Cummings y el antiguo señor de la guerra y ahora senador y predicador, Prince Johnson. Ahí está la clave de la segunda ronda de estos comicios que suponen el primer traspaso democrático del poder en el país africano en siete décadas.

Los liberianos acudieron a las urnas el 10 de octubre de forma masiva, decepcionados con su clase política pero esperanzados en el cambio. En los colegios electorales sorprendía la presencia de muchos jóvenes. Más de dos millones de liberianos se habían registrado para votar en unas elecciones que los observadores internacionales han calificado de pacíficas y aceptables, a pesar de que se produjeron algunos fallos y de que algún que otro candidato haya denunciado fraude, sin presentar pruebas hasta ahora. Son las primeras organizadas por los liberianos solos, sin la asistencia de las Naciones Unidas, que el 30 de junio de 2016 traspasó también la seguridad a las fuerzas del país, y las terceras presidenciales tras el final de las guerras civiles.

Weah representa el cambio. Le acompaña como candidata a la vicepresidencia la senadora Jewel Howard Taylor, exmujer de Charles Taylor, el sanguinario expresidente encarcelado por crímenes de guerra cometidos en la vecina Sierra Leona. Todo vale para conseguir los votos de sus partidarios. Aunque prometen cambio, tanto Weah como Howard forman parte del sistema.

Lo mismo ocurre con Boakai, candidato del gubernamental Partido de la Unidad y vicepresidente con Johnson-Sirleaf desde hace doce años. Se le considera representante de la continuidad aunque se ha distanciado de la presidenta y esta no le ha mostrado su apoyo.

 

Liberian President Sirleaf And USAID Administrator Shah Hold Press Conference

 

Fin de una era

La gran ausente de estas elecciones, aunque muy presente, ha sido justamente la presidenta, que se retira de la política activa liberiana tras décadas en ella. Se va porque la Constitución solo permite dos mandatos. Es el final de la era Johnson-Sirleaf, cuyo legado se centra en haber conseguido mantener la paz y la estabilidad y dejar, sin duda, al país mejor de lo que lo encontró. No es poco, pero es insuficiente para las grandes expectativas que despertó.

Incluso las mujeres, que la auparon al poder votándola de forma masiva, no ocultan su decepción por su falta de una agenda feminista. En estos días hicieron notar de nuevo su presencia con un acto en favor de la paz en vísperas de las elecciones. Y ya se han producido varias protestas ante el legislativo después de que el Senado aprobase una enmienda a la ley contra la violación, un grave problema en el país, que permitiría la libertad bajo fianza para los violadores.

La endémica corrupción sigue siendo enorme, y la clase dirigente no se libra de ella, incluso la propia Johnson-Sirleaf ha sido acusada de nepotismo por colocar a sus hijos en puestos relevantes. En el campo de los derechos de las mujeres tampoco se ha avanzado lo suficiente. Se han aprobado leyes contra la violación y la violación doméstica pero muchas veces no se aplican. Y no se ha conseguido abolir la terrible práctica de la mutilación genital femenina.

En educación, se ha introducido la educación gratuita en los colegios públicos hasta el grado medio pero la calidad es mala y el 62% de los niños en edad escolar no asisten a la escuela primaria. El nivel de analfabetismo sigue siendo alto, sobre todo entre las mujeres. La educación se vio muy afectada –los centros de enseñanza cerraron– durante la epidemia del ébola, que colapsó también el precario sistema de salud liberiano.

La economía también recibió un durísimo golpe al abandonar el país muchas empresas extranjeras y organizaciones internacionales. El desempleo es muy alto, sobre todo entre los jóvenes, y se calcula que un 64% de los liberianos viven por debajo del umbral de la pobreza.

Los conflictos étnicos continúan, aunque latentes. No se ha avanzado en una justicia transicional para llevar ante los tribunales a los responsables de los crímenes de guerra y las atrocidades cometidas durante las guerras civiles. La violación fue un arma de guerra y los contendientes convirtieron en soldados a muchos menores.

Se ha invertido mucho dinero y tiempo en la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, pero sus recomendaciones han acabado en un cajón. La razón última es que entre los miembros del ejecutivo y del legislativo hay responsables de esos crímenes en mayor o menor grado y han aprovechado su poder para parar su puesta en práctica. Así que la impunidad continúa. Incluso Johnson-Sirleaf está incluida en una lista de personas a las que se les debe prohibir el ejercicio de cargo público por el apoyo que prestó a Taylor. En su caso, no habría podido presentarse para su segundo mandato.

La ley de reforma de la tierra, la mejora de las infraestructuras, la electricidad, el agua potable o el acceso universal a la justicia son otras de las muchas asignaturas que quedan pendientes para el nuevo presidente.

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