Los libaneses se han decidido por el proyecto político prooccidental liderado por la Coalición 14 de Marzo de Saad Hariri, integrada por suníes, drusos y cristianos gobernante hasta ahora. La alianza de oposición entre los dos partidos chiíes, Amal y Hezbolá, y el Frente Patriótico Libre del maronita Michel Aoun (Coalición 8 de Marzo) reconoció su derrota la misma noche electoral del 7 de junio. La Coalición 14 de Marzo ha obtenido 71 de los 128 escaños del Parlamento libanés, frente a 57 de la oposición.
Para Michael Young, director de opinión del Daily Star, la coalición ganadora representa el centro moderado y real de la política libanesa y asegura que el país se beneficiará de su victoria. En lo que se entendió como un gesto de conciliación hacia Hezbolá, el presidente Michel Sleiman se mostró esperanzado en que «todos los partidos cooperen para el que el país pueda hacer frente a los retos políticos y económicos».
La democracia libanesa, organizada en cuotas de representación para sus 18 minorías político-religiosas, es el experimento político más complicado de Oriente Próximo. El país está bajo una órbita de influencias externas encontradas: los chiíes de Irán y Siria, los suníes de Arabia Saudí y la observación atenta de Israel, Francia y Estados Unidos.
Barack Obama ha felicitado a los libaneses por su «coraje y compromiso con la democracia». Líbano es un país clave para la política de EE UU en Oriente Próximo y para la estabilidad de la región. En una entrevista en el Council of Foreign Relations, el experto Mohamed Bazzi ha advertido de la inestabilidad crónica de Líbano: «es un país tan fracturado, puede cambiar tanto y tan rápidamente, que la administración Obama tendrá que tener cuidado para no provocar consecuencias que pueda lamentar».
El ex ministro de Finanzas de Líbano Georges Corm explica la complejidad del país en «Líbano-Palestina: los puntos muertos». Política Exterior núm. 120 (Nobiembre / Diciembre, 2007).