Las revueltas en Túnez y Egipto han mostrado al mundo la eficacia de las nuevas herramientas de comunicación cuando estas están a disposición de una ciudadanía con ánimo revolucionario: los teléfonos móviles o las redes sociales han permitido a los tunecinos y egipcios enfrentados a su Gobierno coordinarse y organizar protestas masivas que, en el caso de Túnez, han provocado la caída del dictador Ben Alí (23 años en el poder), y en el de Egipto han conseguido, por ahora, que se tambalee el régimen de Mubarak, con 30 años de ejercicio a sus espladas.
El sociólogo Manuel Castells habla en La Vanguardia, a raíz de las revueltas en el Norte de África, de la nueva fuerza de los movimientos sociales espontáneos en un entorno de comunicación digital. Las redes sociales y las redes móviles permiten construir un sistema de comunicación sin centro ni líderes que funciona con eficacia, desbordando censura y represión, explica Castells. Así, parece emerger un nuevo sistema de comunicación de masas construido como mezcla interactiva y multimodal entre televisión, Internet, radio y plataformas de comunicación móvil.
“No es la comunicación la que origina la revuelta”, expone Castells. “Pero sin esa nueva forma de comunicación la revolución tunecina no hubiera tenido las mismas características: su espontaneidad, la ausencia de líderes, el protagonismo de estudiantes y profesionales, junto con los políticos de la oposición y los sindicatos jugando un papel de apoyo cuando estaba el proceso en marcha”.
De la importancia de las nuevas redes de comunicación a la hora de enfrentarse a las dictaduras habla el hecho de que éstas se esfuercen en limitar el acceso a las mismas. La censura de las nuevas redes (cierre de servidores, limitación de acceso a determinadas páginas) se combina con métodos tradicionales y más sustanciales, como se ha podido observar en Egipto estos días: toque de queda, cierre del tráfico ferroviario y sabotaje violento de las manifestaciones.
El estudio clásico de Eliu Katz y Paul Lazarsfeld sobre la capacidad de los medios de cambiar la mente de las personas se actualiza con la irrupción de los nuevos medios de comunicación de masas. Tradicionalmente, los medios difundían las opiniones a la sociedad; en un segundo estadio, eran los círculos sociales (familiares, amigos, líderes de opinión) quienes rebotaban dichas opiniones, provocando el nacimiento las ideas políticas en la mente de las personas.
Clay Shirky, profesor de Nuevos Medios en la Universidad de Nueva York, en un ensayo en el último número de Foreign Affairs, explica que los nuevos medios permiten no sólo consumir información, como antaño, sino producirla e interactuar en tiempo real, propiciando el desarrollo de una esfera pública más amplia y dinámica. “El acceso a la información –indica Shirky- es menos importante, políticamente, que el acceso a la conversación”.
Las redes sociales permiten, además de participar en los debates, coordinarse mejor a grupos y organizaciones informales, por lo general indisciplinados. Pueden ser herramientas poderosas, sí, advierten los expertos, pero siempre y cuando exista una sociedad civil fuerte que sepa utilizarlas. Los escépticos del poder político de los nuevos medios critican, no obstante, que las redes sociales pueden debilitar en lugar de fortalecer a dicha sociedad civil, promoviendo un “activismo de clic”: unirse a un grupo de Facebook en favor de la libertad en Birmania en lugar de salir a la calle a protestar.
Además, son un arma de doble filo. Las dictaduras pueden (y muchas lo están haciendo) perfeccionar su control sobre las mismas y utilizarlas con fines represivos y propagandísticos. La compañía Vodafone ha denunciado que, durante las revueltas, el Gobierno egipcio la ha forzado a enviar miles de mensajes de texto con propaganda a favor de Mubarak.
El debate en torno a la capacidad de influencia política de las redes sociales está abierto. Las evidencias para un estudio serio sobre la cuestión aumentan día a día. Filipinas, Moldavia, Bielorrusia, China, Túnez…
Mientras, las revolución sigue incendiando las calles de Egipto.