El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, presentó la nueva Ruta de la Seda como “el Proyecto del Siglo” en la Asamblea General de la ONU del 21 de septiembre. Fue la última de una serie de declaraciones y eventos, incluyendo el fórum de Un cinturón-una ruta de mayo en Pekín y la IX Cumbre de los BRICS en Xiamen a principios de septiembre, orquestada para posicionar a China en la vanguardia de una nueva etapa de la globalización. Paso a paso, el país demuestra que el Cinturón y la Ruta de la Seda es, hoy día, el marco que guía su liderazgo económico internacional.
Oficialmente lanzado en 2013, su visión combina una Ruta de la Seda a través de las antiguas rutas euroasiáticas, una Ruta de la Seda marítima que atraviesa el mar del sur de China y el océano Índico, así como otros corredores de transporte asiáticos, centros logísticos e inversiones. China espera construir una red que conectará economías remotas e impulsará una renovada prosperidad. Comúnmente denominado Un cinturón-una ruta, estos proyectos se aprovechan de los puntos fuertes de China –vastas reservas de capital, visón de negocios, experiencia en ingeniería y capacidad de producción y construcción– para generar influencia geopolítica y remodelar los patrones comerciales.
Un cinturón-una ruta está concebido para abarcar propósitos de política exterior así como de desarrollo interno. Es un medio para abrir mercados, exportar sobrecapacidad, generar empleo, reducir las desigualdades regionales, promover la estabilidad política y la seguridad por medio de la prosperidad; y en última instancia, restaurar las esferas de influencia China a sus máximos históricos. El coste del proyecto se estima en un trillón de dólares.
Se va a necesitar más que relaciones públicas, propaganda y grandes declaraciones para aplacar los temores sobre el proyecto
Comprensiblemente, muchos observadores se muestran escépticos ante una visión tan ambiciosa, cara y arriesgada. Mientras que en las fronteras chinas más remotas cuentan con una infraestructura de transporte de primera clase y con zonas económicas especiales, las condiciones de carreteras y otras estructuras declinan de manera abrupta más allá de las fronteras nacionales. Esta situación frustra a una China que ha dependido del comercio internacional para su auge imparable y que ahora encara un freno en el crecimiento de PIB, además de experimentar unos cada vez más reducidos rendimientos en sus inversiones domésticas. China rebosa con una sensación de ambición y dinamismo económico, o al menos un simulacro de ello basado en inversiones de activos fijos financiadas por el Estado. La esperanza es que exportando su modelo económico a más de 60 países alrededor de Eurasia, África y más allá; y promoviendo rutas alternativas a Europa, puede reavivar el crecimiento interno e internacional.
Guiando las relaciones regionales
Para poner su visión en práctica, China contará con muchas idas y venidas en Un cinturón-una ruta. Se va a necesitar más que las relaciones públicas, propaganda y declaraciones públicas para persuadir a muchos de los participantes de que los beneficios económicos superan sus temores acerca de la creciente huella geopolítica china.
El ejemplo más claro es la frontera con Corea del Norte. China ha construido zonas comerciales y de procesamiento alrededor de las ciudades fronterizas de Dandong, Yanji y Hunchun, y las conectó con las capitales provinciales con trenes de alta velocidad. La conexión que falta es el acceso al mar a través del puerto Rason en Corea del Norte. Por ahora, estos planes están detenidos debido a sanciones internacionales y el enfriamiento gradual de las relaciones entre Pekín y una Pyongyang que parece aborrecer China, pese a depender de ella para su supervivencia.
Mientras que Corea del Norte desfila a su propio ritmo, en otras partes las fricciones surgen como resultado de la presencia y el creciente poder de China. A menudo Pekín ha empleado un tono autoritario, incluso agresivo, desacorde con el mensaje pacífico de Un cinturón-una ruta. Esto se ha puesto de manifiesto a través de una creciente rivalidad estratégica con Estados Unidos y sus aliados, las disputas de soberanía marítima en el mar del Este y el mar del Sur de China, tensiones en el estrecho de Taiwán y la presión a Corea del Sur por el despliegue del sistema anti-misiles estadounidense THAAD. En el plano doméstico, las cada vez más restrictivas leyes de seguridad nacional y barreras para entrar al mercado han enfriado las intenciones de muchas compañías extranjeras de hacer negocios en China.
La reciente crisis en la frontera del Himalaya con India en Doklam, un territorio disputado en la frontera entre China y Bután, es el último ejemplo de cómo las carreteras pueden tanto conectar como dividir. Aunque la discusión fue rápidamente arreglada por el primer ministro indio, Narendra Modi, durante la cumbre de los BRICS, este hecho puso en evidencia cómo las nuevas ambiciones por tierra y mar de Pekín inquietan a India, que teme quedar cercada mientras que sus vecinos son cooptados, aunque muchos en Nueva Delhi dicen que la relación económica con China es beneficiosa. El reto de India es equilibrar los aspectos geopolíticos y económicos de la relación. Como en el mar del
Sur de China, las actividades constructoras chinas en el Himalaya han adquirido una funesta sombra estratégica para sus vecinos.
A menudo Pekín ha empleado un tono autoritario, incluso agresivo, desacorde con el mensaje pacífico de Un cinturón-una ruta
Las relaciones con otro representante de los BRICS, Vladimir Putin, son más cálidas gracias a la química que hay entre Xi Jinping y Putin, una agenda regular de encuentros bilaterales e intereses comunes debido al alejamiento ruso de Europa y sus disputas con Washington. Pero a pesar del buen panorama, Xi y Putin han complicado la gestión de los asuntos, en particular en Asia Central, donde sus dos iniciativas –la nueva Ruta de la Seda china y la Unión Económica Euroasiática rusa– tienen objetivos y prioridades divergentes y encaran numerosos obstáculos. A pesar de haberse comprometido a cooperar en un principio, la rivalidad de China y Rusia podría aumentar debido a sus visiones divergentes.
Aun así, el ejemplo de Rusia y Asia Central sugiere que los BRICS y otros participantes en Un cinturón-una ruta tienen la oportunidad de modelar el ascenso de China a través de un sendero de beneficios mutuos. Esto requerirá que los gobiernos se tomen en serio la iniciativa y sean estratégicos con respecto a sus reacciones, midiendo tanto las implicaciones económicas como políticas. Mientras cada país busca su propio interés en Un cinturón-una ruta, podrían descubrir que también es beneficioso compartir impresiones y prácticas adecuadas a la hora de involucrase con actores chinos de creciente influencia.
Experiencia primero, luego desarrollo
Aplicado de manera inteligente, Un cinturón-una ruta, junto con instituciones de apoyo, podría hacer de vehículo para que China interprete un papel cada vez más importante, cooperativo y beneficioso en el sistema internacional. El volumen de financiación probablemente provendrá del Banco de Desarrollo Chino, Banco Exim de China, Fundación de la nueva Ruta de la Seda y los bancos estatales. El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras y el Nuevo Banco de Desarrollo pueden añadir experiencia global y legitimidad así como financiación. Juntos, podrían posibilitar a China utilizar capital, tecnología y capacidad de ingeniería para ayudar a millones de personas a escapar de la pobreza, como ya lo ha hecho a nivel nacional. Pero esto tendrá que ser equilibrado con factores del país y a nivel local. Los proyectos de Un cinturón-una ruta tendrán que lidiar con infinidad de situaciones políticas, sociales y de seguridad complejas; incluyendo terrorismo, extremismo violento, tensiones interétnicas, xenofobia, regímenes autoritarios frágiles y sistemas políticos y comportamientos que perpetúan altos niveles de corrupción y desigualdad.
La premisa básica china es que el desarrollo económico aliviará estos problemas. De alguna manera puede, pero si la prosperidad se reparte de manera desigual, las comunidades locales no son consultadas en proyectos que los afecten y las reformas institucionales y de sistemas de gobierno no logran mantener el ritmo con la afluencia de inversiones, entonces Un cinturón-una ruta podrían empeorar situaciones ya frágiles. Analistas chinos sostienen que mientras que los intereses de las élites dominantes de los países de Un cinturón-una ruta estén alineados a los de China, los problemas podrán resolverse. Pero la historia sugiere otra cosa. No es extraño que muchas de las propias empresas chinas sean cautelosas a la hora de incluir proyectos costosos e inciertos de Un cinturón-una ruta en sus balances generales. Como ilustra nuestro informe sobre la experiencia china en Sudán del Sur, las inversiones de Pekín en lugares inseguros vienen de la mano con riesgos y dilemas complejos que desafían su tradicional aversión a la intervención.
Para mitigar esos riesgos, China y sus socios necesitarán profundizar su compresión de países y situaciones vecinas, y ser más transparentes, inclusivos y responsables al implementar proyectos. Esto podría incluir: involucrarse constantemente con las comunidades afectadas, tener en cuenta sus intereses, evaluar las implicaciones políticas y económicas de los proyectos; y asegurar que los beneficios no sean divididos como botín entre élites sin responsabilidad en pactos a escondidas. También será necesario estudiar los motivos detrás del terrorismo y el atractivo de las ideologías extremistas, apostando más por respuestas políticas matizadas.
Analistas chinos sostienen que mientras los intereses de las élites dominantes estén alineados a los de China, los problemas se podrán resolver; la historia sugiere otra cosa
Empresas, instituciones financieras y otras organizaciones involucradas en proyectos de Un cinturón-una ruta tendrán que ser más rigurosas a la hora de evaluar y abordar riesgos políticos y de seguridad. Las medidas cuantitativas y los marcos estratégicos imprecisos resultan insuficientes. Es necesaria la investigación sobre el terreno. La propia capacidad china para evaluar el riesgo político no está manteniendo el ritmo de sus crecientes ambiciones. Para rectificar eso, Pekín debería empoderar a sus legisladores, universidades y think tanks para que de manera libre se involucren con sus homólogos extranjeros y de esta manera faciliten evaluaciones sinceras de obstáculos y errores políticos.
A través de su visión de una nueva Ruta de la Seda, Xi ha invocado el potente imaginario histórico de China para presentarla como bastión del comercio, la prosperidad y la estabilidad. Él y sus consejeros harían bien en inspirarse también de otro momento culmen en la larga historia china: la dinastía Tang, que floreció en gran parte dada su apertura cultural e intelectual. Al asegurar que sus políticas y acciones están a la altura de una retórica sublime, China tiene la oportunidad de promover de verdad el poder blando, la influencia y la admiración que anhela.
Este artículo fue publicado originalmente el 2 de octubre, en inglés, en la web de Crisis Group.