Allí donde hay una voluntad hay un camino. Habría que tener el talento de Lenin para escribir en una línea lo que requiere un largo resumen.
Reino Unido busca a better deal, un acuerdo mejor. Enfrente, la firmeza germano-francesa, en principio inamovible. Hoy por hoy, David Cameron parece decidido a hacer campaña por el sí en la Unión Europea. El primer ministro británico ha visitado primero a su homólogo holandés, Mark Rutte, para encontrar esa misma tarde-noche al presidente francés François Hollande. Al día siguiente, 29 de mayo, reunión con la primera ministra polaca, Ewa Kopac, para desembarcar luego en Berlín y hablar con gran detenimiento con Angela Merkel.
Le Monde insiste en que ha sido la canciller quien ha mantenido un gesto más próximo, más cordial, hacía el premier británico. La poderosa señora Merkel ha mostrado respeto y cordialidad por el señor Cameron. Pero la prensa europea es casi unánime: este es un viaje de buena voluntad. La actitud de quien llega es exploratoria y cordial. Un mensaje subyacía en las conversaciones de La Haya, París, Varsovia y Berlín. “Haré el máximo para conseguir –adelantó Merkel– que Reino Unido permanezca como uno de los grandes integrantes de la UE. Pero no lo conseguiré si ustedes no nos ayudan”. Este es el mensaje inicial. Pero la negociación no han comenzado todavía. Y parece ser que el primer ministro británico comenzará por las grandes cuestiones políticas y jurídicas. The Kernel of Britain, el centro más duro e insalvable de Albión: no solo no queremos ceder más soberanía sino que queremos reponer algunas parcelas, a nuestro juicio vitales, cedidas en el pasado reticente. Para empezar, no es este un planteamiento excesivamente amistoso ni conciliador.
Pero Merkel y Hollande coinciden en un punto de partida, su convencimiento de que Cameron quiere negociar. Y siempre que se negocia es para arreglar un problema, no para hacerlo inviable. Cameron lo ha dicho, quiere permanecer en la UE. Merkel y Hollande defienden los compromisos, creen en los compromisos. Un ejemplo reciente son sus dudas compartidas sobre Vladimir Putin.
“Naturalmente, cuando se está convencido de una cuestión de fondo, no cabe decir: ‘Una modificación de los tratados es totalmente imposible…’. Conocemos las grandes dificultades para cambiarlos pero siempre he dicho a propósito de la zona euro que había que hacer cuanto fuera posible y no discutir desde el principio sobre cuestiones meramente formales”. En efecto, la canciller parece empeñada en hallar una salida. En esta cuestión central, el entendimiento de Merkel y Hollande parece claro. Ya sabemos, Francia ha cedido una parte –menor– de su influencia; Alemania ha ocupado pacíficamente un espacio político central en la UE. Cameron sabe no ya lo que se juega él sino lo que arriesga Reino Unido, esa gran nación que no podrá modificar su condición insular. En este primer viaje, que precederá a muchos otros, Cameron ha insistido: “Nosotros creemos en la responsabilidad presupuestaria, sea en el plano nacional o en el plano europeo. Creemos en la economía de mercado, creemos en la OTAN, creemos en la libertad de comercio”.
Recién cruzado el límite entre los siglos XIX y XX, Gran Bretaña se mantenía al frente, en medio de crecientes amenazas. China e India estaban sometidas. Alemania o Rusia trataban de abrirse paso en Europa mientras forcejeaban con su diplomacia y sus servicios secretos frente a la todavía primera potencia mundial. El affaire Dreyfus acababa de remontarse en Francia. Al cabo de 115 años, quedan pocos vestigios de aquel mundo. Reino Unido y Francia son dos respetadas potencias de segundo orden. China parece decidida a obtener su puesto en el primer grupo, en el que Estados Unidos se mantiene solo. Pero a China podrían faltarle cien años para alcanzar esos 11 grupos de combate comandados por un gran portaaviones americano.
China podrá llegar a ese nivel quizá algún día, muy lejano aún. Rusia previsiblemente no llegará. Hay tres grandes democracias europeas, Francia, Reino Unido y Alemania, integradas en la OTAN, firmemente aliadas de EE UU. Francia y Reino Unido, pero no Alemania, son naciones dotadas de fuerza nuclear. Después de 70 años, la historia europea sigue enviando sus mensajes. En cualquier caso, Francia, Reino Unido y Alemania permanecerán como aliados firmes de quien ejerce hoy el poder dominante en sus dos versiones oficiales, hard y soft. Soterradamente o a la luz del día, hoy se mantienen razones más fuertes a favor de la permanencia de los británicos en la UE. Cameron –depende de su talento personal y de la elasticidad y firmeza de los conservadores– podrá ser en 2017 el protagonista de esa dificilísima opción ofrecida a ingleses, galeses, escoceses e irlandeses del norte.