Quizá fue un error. Quizá no. Si tenemos en cuenta que el principal logro de la política europea hacia el Mediterráneo ha sido la estabilidad, esto es, la defensa del statu quo, la sustitución del Proceso de Barcelona por la Unión por el Mediterráneo (UpM) puede interpretarse tanto como un intento de que nada se mueva en el escenario mediterráneo como de todo lo contrario. El caso es que dos años después de su lanzamiento (París, 2008), el proyecto apadrinado por Francia se tambalea por la imposibilidad de propiciar un encuentro entre los líderes de la ribera norte y la ribera sur del mar más nuestro.
Tras el aplazamiento de la primera convocatoria en junio de 2010, la prevista para noviembre del mismo año ha sufrido el mismo destino. Jesús A. Núñez, codirector del IECAH, ya lo advertía en el número de julio-agosto 2010 de Política Exterior: la Unión Europea viaja hacia ninguna parte con su actual política hacia el Mediterráneo.
“La falta de resultados de los esquemas precedentes llevó a la apuesta por activar el Proceso de Barcelona (1995), con el objetivo de propiciar un Mediterráneo próspero y en paz. Diez años después, el desánimo había cundido de nuevo, sin que la Política Europea de Vecindad (2004), con un enfoque netamente bilateral, añadiera nada que no pudiese encontrar repuesta en Barcelona. En estos últimos años algunos han creído ‘redescubrir’ el Mediterráneo. Fruto de ello es la UpM, una criatura nacida tras un embarazo complicado, con enormes dificultades para abrirse paso entre el resto de iniciativas”, expone Núñez.
El acercamiento a determinados países, caso de Marruecos o Túnez, no parece haber propiciado un respeto escrupuloso por los valores defendidos por la política exterior de la Unión Europea, al menos teóricamente. Así, el respeto a los derechos humanos y la promoción de la democracia encuentran en el Mediterráneo un hueso duro de roer.
Los investigadores del ECFR Susi Dennison y Anthony Dworkin acusan a la UE en el último número de Política Exterior de carecer de un planteamiento eficaz común para las relaciones con terceros países en estas materias. Las prioridades a corto plazo han desbancado a menudo los objetivos a largo plazo. De este modo, el “ambicioso programa” de reforma política de la Declaración de Barcelona está ausente en la UpM, de perfil sin duda más bajo. Sin embargo, a pesar de rebajar las aspiraciones, el fracaso ha llamado ya dos veces a la puerta.
“El mal momento que atraviesan las relaciones entre palestinos e israelíes no justifica la patente imposibilidad de convocar una cumbre bienal entre los líderes de las dos riberas del Mediterráneo”, apunta Beatriz Navarro, corresponsal ante la Unión Europea de La Vanguardia. ¿Qué sucede entonces que impide que el Mediterráneo vuelva a brillar?
Para más información:
Jesús A. Núñez, «Mediterráneo: el viaje a ninguna parte de la UE». Política Exterior núm. 136, julio-agosto 2010.
Susi Dennison y Anthony Dworkin,»Valores y política exterior en la Unión Europea». Política Exterior núm. 138, noviembre-diciembre 2010.
Ridha Kéfi, «Proceso de Barcelona-Unión por el Mediterráneo: expectativas y reservas en el Sur». Afkar/Ideas núm. 19, otoño 2009.
tuve la suerte de participar este domingo en una mini-convocatoria en Barcelona en la sede de la UPM en dicha ciudad. Asistimos representantes empresariales y algunos funcionarios de la UE para seguir adelante con la presentacion de proyectos mediterraneos concretos que afectan a paises de ambas orillas.La ausencia de lideres politicos no impidio que la reunion tuviese lugar aunque a menor escala entre empresarios con vocacion de continuar con el proceso de cooperacion mutua entre empresas y paises mediterraneos.
Los proyectos estan en la mesa y se espera prosperar en la concrecion de los mismos en un plazo breve de tiempo.
Rafael G Jordana