Todas las partes en la mesa de negociaciones insisten en que se mantenga el plazo formal para la firma del acuerdo en una carrera contrarreloj. A pesar de que el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, declaraba el 23 martes que se opone a congelar el programa nuclear de Irán y exige el levantamiento inmediato de todas las sanciones tras la firma, la sociedad iraní y el grupo de negociación es optimista en las posibilidades de un acuerdo en estas horas críticas.
Posponer de nuevo el acuerdo nuclear por el enroque del líder supremo y el Consejo de Guardianes en una etapa tan avanzada de las negociaciones supondría un problema tanto para el grupo negociador como para el propio líder, pues podría poner en entredicho su capacidad negociadora y representativa en su propio país.
Existen grandes divergencias internas dentro de la sociedad iraní a la hora de valorar qué constituye un buen acuerdo, pero una encuesta publicada recientemente por el Centro de Estudios Internacionales y de Seguridad de la Universidad de Maryland revela que hay una sólida aprobación y un optimismo generalizado, que se manifestaron tras la firma del acuerdo de Lausana, en abril. Un 57% de los iraníes apoya la firma del acuerdo nuclear y hasta un 70% cree que dicho acuerdo beneficiará a ambas partes. Además, gran parte la sociedad iraní difiere de la opinión expresada por Jamenei en dos de sus líneas rojas: un 57% de los encuestados aprueba la limitación de las centrifugadoras iraníes y del arsenal nuclear, y consiente las inspecciones de la AIEA por un periodo de tiempo establecido.
Por otro lado, el asunto de las sanciones sigue dividiendo a la opinión pública iraní: un 50% opina que el levantamiento de todas las sanciones es un requisito previo a la firma del acuerdo, mientras que un 44% dice que “Irán debe estar dispuesto a cerrar el trato incluso si Estados Unidos conserva algunas sanciones, siempre que todas la ONU y de la Unión Europea levanten las suyas”.
Vemos en esta encuesta que la gran mayoría cree que su cuerpo legislativo debe estar involucrado de alguna manera en las negociaciones, y el 81% quiere que este tenga poder para evitar un acuerdo contrario al “interés nacional de Irán”. Pero precisamente la intervención del Parlamento y de su órgano supervisor, el poderoso Consejo de Guardianes, podría anular o postergar la esperada firma. La pasada semana ambos organismos aprobaban un nueva ley que prohíbe el acceso a las instalaciones militares y que exige que las sanciones se levanten “desde el día en que Irán comience la implementación de las promesas hechas”.
Internamente, Irán muestra sutiles signos de aperturismo. No hace mucho tiempo, la cuestión nuclear era tabú, nadie se atrevía a expresar su opinión abiertamente sobre el programa o las negociaciones, mientras que ahora se han convertido en un asunto de debate público. No obstante, en los últimos meses y conforme avanzaba la fecha del acuerdo se han producido intensos debates en el Parlamento a puerta cerrada: aquí vemos una batalla verbal (y física) que se ha hecho pública en redes sociales donde un miembro del ala conservadora se encara con el ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif.
La sociedad iraní tendrá la oportunidad de expresar su aceptación o rechazo de las reglas del juego en las elecciones legislativas de febrero de 2016. Según se desprende de los datos, la mitad preferiría ver a los partidarios de Hasán Rohaní en el Parlamento, mientras que una cuarta parte son bastante críticos con la gestión de su gobierno en temas clave como la economía y el empleo.
Tanto los resultados como la propia participación electoral de las legislativas de febrero se evaluarán como una gran encuesta de opinión ciudadana. Si esta semana se firma un acuerdo viable y beneficioso para la sociedad, los iraníes van a responder positivamente ante su gobierno, pero si el ejecutivo no logra firmar y presentar resultados económicos tangibles en un plazo aproximado de seis meses –especialmente en lo referente al relajamiento de las sanciones–, tiene los días de su presidencia contados.
Los jóvenes, los usuarios de Internet y los partidarios de Rohaní creen que es un interlocutor capaz de cerrar un acuerdo beneficioso para Irán. En el plano económico, el levantamiento de las sanciones y la reconexión con el mercado económico y financiero benefician a los negocios y a la banca, así como al ciudadano de a pie. En el plano político, las relaciones exteriores anquilosadas de los sucesivos gobiernos iraníes no conectan bien con una extensa clase media joven y cualificada – el 60% de la población de Irán tiene menos de 30 años.
En el imaginario colectivo iraní, la firma de este acuerdo simboliza el inicio de una nueva etapa de “normalización” en las relaciones exteriores, cuyo declive precisamente se exacerbó como consecuencia del embrollo nuclear. Irán puede aprovechar esta oportunidad para cumplir con las aspiraciones nacionales profundamente arraigadas del pueblo iraní, incluyendo la consecución de un desarrollo económico y tecnológico a largo plazo, así como un renovado liderazgo regional.