España lleva casi nueve años de misión en Afganistán. Se han perdido 93 vidas y se han gastado alrededor de 2.000 millones de euros desde que en enero de 2002 llegaran al país asiático las primeras unidades españolas. En estos momentos se encuentra desplegada en Afganistán una fuerza española de 1.500 efectivos, repartidos principalmente entre la base de apoyo avanzada de Herat, al oeste del país, y Qala-i-Naw.
¿Cuáles son las razones para dicho despliegue? El presidente Zapatero ha comparecido en el pleno del Congreso de los Diputados para informar y debatir sobre la presencia española en Afganistán. No lo hacía desde 2005. Según sus palabras, estamos en Afganistán para evitar que el país vuelva a convertirse en un santuario terrorista, lo que podría provocar inestabilidad en la región, léase Pakistán, potencia nuclear de 170 millones de habitantes, además de alentar el terrorismo en otros rincones del mundo, multiplicando la amenaza para nuestras sociedades.
¿Cuáles son nuestros objetivos, a la vista de estas razones? Nuestra misión es colaborar con las autoridades afganas en el mantenimiento de la seguridad y en la reconstrucción del país, y contribuir a la formación de las fuerzas de seguridad afganas. Hasta el momento, según Zapatero, los logros en estas materias han sido insuficientes y, además, se han producido muy lentamente.
¿Cómo avanzar en la consecución de dichos objetivos, a la vista de los errores del pasado? Los nuevos conceptos clave son afganización y, al mismo tiempo, integración. Afganizar supone transferir la responsabilidad a los afganos para que sean ellos los que se hagan cargo del país, empezando por la seguridad; cuanto antes consigamos esto, anuncia Zapatero, antes nos marcharemos de allí, pues los objetivos son irrenunciables pero los plazos, indicativos. El segundo concepto, integración, supone negociar y pactar con los talibán; con la parte talibán denominada “moderada”, ya que hay una parte “absolutamente radical” que se considera muy difícilmente integrable en el proceso de normalización de Afganistán. Esta estrategia está ya en marcha y se va a acelerar a partir de 2011.
Hasta aquí las razones y los objetivos de la misión española en Afganistán, los costes y la nueva estrategia, que busca mezclar lo político con lo militar. ¿Está dando resultados?, se pregunta Zapatero. Poco a poco. ¿Debe dar más? Sí.
Sin embargo, según Durán i Lleida Afganistán no se estabilizará nunca como nosotros queremos, si atendemos a la historia del país. Un estudio de The Afghanistan Study Group apoya esta tesis. Según este informe, la guerra en Afganistán es una guerra civil en torno al reparto de poder, a lo que hay que sumar una resistencia armada ante lo que es percibido como una ocupación militar extranjera. ¿La solución? Negociación, en efecto, pero también abandono progresivo de la región. Esfuerzos anteriores para centralizar el poder en Afganistán han fracasado. Así, un escenario plausible es el de un gobierno de Kabul intrínsecamente débil, regiones autónomas con presencia talibán “moderada”, junto a una ISAF minoritaria para evitar una nueva guerra civil y para combatir a los restos de Al Qaeda en la región. ¿Y el Estado de Derecho? Suponemos que para otra ocasión.
Para más información:
Nuria del Viso, «Negociación y reconcilización en Afganistán». Política Exterior núm. 137, septiembre-octubre 2010.
Daniel Korski, «Diseñar una estrategia europea para Afganistán». Política Exterior núm. 129, mayo-junio 2009.
The Afghan Study Group, «A new way forward«. Report, september 2010.