Rebelión en el Senado estadounidense. El motivo es el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés), un ambicioso tratado de libre comercio impulsado por Barack Obama y al que Elizabeth Warren, senadora por Massachusetts, se opone. Aunque Obama y Warren llevan dos semanas intercambiando críticas, su desencuentro es más que un choque de personalidades: simboliza la creciente fractura entre las facciones centristas y progresistas del partido al que ambos pertenecen.
En una votación preliminar el 11 de mayo, Warren y el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, impidieron a Obama cosechar los 60 votos (sobre un total de 100) que necesitaba para recibir la llamada “vía rápida” o fast-track. Esto hubiese permitido al presidente negociar sin que el legislativo presentase enmiendas al tratado, una condición indispensable para que los 12 miembros del TPP se sienten a negociar un acuerdo en común. La “vía rápida” se extendería durante los siguientes seis años, abarcando el siguiente ciclo presidencial.
Para Warren, el principal problema del fast-track es que permitiría al sucesor –o sucesora– de Obama debilitar las regulaciones financieras aprobadas tras la crisis de 2008. Pero la senadora es un síntoma y no una causa de los problemas del TPP. Una coalición poderosa de grupos de presión apoya a Warren. Los principales sindicatos estadounidenses no quieren verse obligados a competir a la baja con países asiáticos. Varios grupos ecologistas se muestran preocupados con el posible impacto medioambiental del tratado. Médicos sin Fronteras ve peligrar el suministro de medicamentos genéricos en los países que adopten el tratado. La Electronic Frontier Foundation, una organización sin ánimo de lucro que lucha por los derechos de libertad de expresión, opina que el TPP puede tener consecuencias negativas para la privacidad en la red. Y un grupo de 100 profesores de derecho ha firmado una carta oponiéndose a la Resolución de Conflictos entre Inversores y Estados (RCIE), un mecanismo según el cual cualquier multinacional podría litigar la legislación de un país de igual a igual.
Obama ha respondido ante estas críticas alegando que el TPP es “el acuerdo comercial más progresista de la historia”. Pero es imposible verificar sus palabras, porque el TTP se está diseñando con una opacidad sin precedentes. Michael Wessel, que asesoró al Partido Demócrata durante las negociaciones del NAFTA, tiene motivos para sentirse “muy preocupado” con el contenido del tratado. Pero no puede revelar qué es lo que le preocupa, porque las personas con acceso al borrador del TPP deben firmar acuerdos de confidencialidad que les impiden discutirlo. Como los grupos que se oponen al tratado solo pueden obtener información a través de filtraciones, el presidente puede objetar que sus críticas no son lo suficientemente específicas.
Ocurre lo mismo con la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), contraparte atlántica del TPP. El eurodiputado Ernest Urtsaun (ICV) relató a eldiario.es su experiencia leyendo el borrador del tratado: “Me han quitado el bolígrafo, me han quitado cualquier papel sobre el que podría escribir y me han quitado el móvil. Luego firmas un documento de confidencialidad de 14 páginas y un funcionario te saca los documentos que el eurodiputado pide con antelación. El tiempo máximo es de dos horas y durante ese lapso el funcionario te controla permanentemente”. La aprobación del TTIP, hasta ahora presentada como un cuestión técnica, se está politizando a marchas forzadas.
Irónicamente, será el Partido Republicano, que desde 2009 ha llevado a cabo una oposición inmisericorde, el que saque las castañas del fuego al presidente. Mitch McConell, líder de la mayoría republicana en el Senado, ha garantizado que la cámara otorgará la vía rápida a Obama antes de que acabe la semana. Pero las divisiones en el Partido Demócrata no acabarán tras la batalla por el TTIP. Warren ha citado selectivamente la autobiografía de Hillary Clinton para indicar que la principal candidata demócrata a las elecciones de 2016 se opone al tratado. Clinton, centrista y cercana al sector financiero, ya está realizando gestos para contentar al ala progresista de su partido y aplacar al principal rival a su izquierda, el socialista Bernie Sanders.