La captura de dióxido de carbono está estos días en las noticias. La administración presidida por Joe Biden se ha comprometido a destinar 100 millones de dólares para nuevos proyectos de innovación climática, como la captura del carbono directamente del aire, y los nuevos libros de la periodista científica Elizabeth Kolbert y de Bill Gates han llevado a que la captura de CO2 sea un asunto cubierto por todos los principales periódicos de Estados Unidos. Mientras tanto, la Unión Europea trabaja para aprobar la Ley Climática Europea, que dice que las tecnologías de captura de carbono “deben ser rentables e implementadas”, mientras los activistas ecológicos se quejan de que la decisión del Consejo Europeo de contar el carbono absorbido por los bosques para cumplir con su nuevo objetivo de emisiones para 2030 es un truco contable. El Parlamento Europeo, por su parte, ha dicho que prefiere un objetivo sin captura de CO2.
Honestamente, la verdad es que la captura de CO2 siempre está en las noticias; por lo general, entre líneas.
La razón por la que la palabra “neto” está en “cero neto” es que los expertos no creen que sea posible evitar todas las emisiones de gases de efecto invernadero. Incluso si toda la electricidad, los calentadores y los automóviles se vuelven libres de carbono, todavía habrá algunas emisiones residuales difíciles de mitigar en sectores como el cemento y el transporte marítimo de larga distancia, lo que significa que algunos sectores deben tener emisiones negativas para que un país sea cero neto.
Esta lógica también se traslada al nivel internacional. Finlandia, un país de abundantes recursos hidroeléctricos, energía nuclear y bosques gigantes para absorber carbono, apunta a cero emisiones netas para 2035 y emisiones netas negativas a partir de entonces, mientras que Polonia, que depende del carbón, probablemente seguirá siendo positiva neta en 2050. Lo verdaderamente importante para el objetivo del cero neto en toda la UE para 2050 es que las cuentas salgan (a cero).
El apoyo a la captura de CO2
Los métodos para capturar el dióxido de carbono de la atmósfera van desde los más baratos y probados (plantar árboles) hasta los más costosos y de última generación (utilizando productos químicos y máquinas para capturar el carbono del aire, lo que se conoce como captura directa de aire). Cada método tiene sus pros y sus contras, sus defensores y sus detractores. Por ejemplo, es posible que haya visto informes sobre el muy publicitado estudio de ETH Zurich que argumentan que los nuevos bosques podrían almacenar la mayoría de las emisiones de carbono antropogénicas acumuladas; aunque es posible que no haya visto que los autores previeron plantar árboles en un área del tamaño de EEUU, o que los incendios forestales de 2020 en Australia liberaron más carbono del que suele liberar el país en un año. Los expertos en clima que asesoran a la ONU están muy esperanzados acerca de una tecnología conocida como Beccs, que significa bioenergía con captura y almacenamiento de carbono. Esto implica quemar biomasa para generar electricidad y luego capturar el carbono y almacenarlo de forma segura.
Para los políticos más preocupados por las metas políticas que por la tecnología elegida, hay dos puntos relevantes. Primero, todas estas tecnologías (excepto los árboles) se encuentran en la fase de prueba y demostración, lejos de la escala necesaria para compensar las emisiones actuales. En todo el mundo hay solo unas pocas docenas de Beccs operativas o plantas de captura directa de aire.
Fuente: Internationale Politik Quarterly
En segundo lugar, los líderes de hoy confían plenamente en la captura de CO2 para alcanzar sus objetivos de temperatura. La mayoría de los caminos hacia el objetivo de dos grados centígrados requieren que la tecnología Beccs proporcione el 20% de la energía primaria para 2100, casi tanto como lo hace el gas natural en la actualidad. El camino a 1,5 grados centígrados es aún más empinado. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio ha declarado que “todas las vías que limitan el calentamiento global a 1,5 grados centígrados con un sobrepaso limitado o nulo proyectan el uso de captura de dióxido de carbono del orden de entre 100 y 1.000 giga toneladas de CO2 durante el siglo XXI”, es decir, lo suficiente para eliminar las emisiones de varios años según la tasa actual de emisiones, de casi 40 gigatoneladas de CO2 al año.
Dada la importancia de las emisiones negativas cuando se trata de lograr los objetivos climáticos, es significativo la poca atención que reciben de los políticos ansiosos por comercializar sus objetivos cero netos. En un artículo para la revista Science, los investigadores climáticos Glen Peters y Kevin Anderson lamentan la “ausencia casi total de la captura de CO2 en las discusiones sobre políticas climáticas”. Un consejo asesor de la Comisión Europea advierte de que la UE ni siquiera tiene una definición legal de lo que constituye captura de CO2. El sistema de comercio de emisiones de la UE no tiene ningún mecanismo para permitir que una operación de emisiones negativas como una planta Beccs genere créditos valiosos. Europa ha avanzado poco en la captura de carbono procedente de las centrales eléctricas de combustibles fósiles, lo que no genera emisiones negativas, sino que limita las emisiones positivas, mucho menos aspira el carbono del aire.
Supuestos tácitos y riesgo moral
Algunas personas se quejan de que los políticos confían subrepticiamente en la captura de CO2 como una red de seguridad. En su poderoso discurso de 2019 ante el Parlamento Europeo, la activista climática Greta Thunberg acusó a los eurodiputados de poner “las condiciones de vida futuras para todas las especies vivas en manos de inventos que aún no se han inventado”. Una preocupación relacionada es que reconocer la promesa de la captura de CO2 podría distraer la atención de la necesidad de evitar emisiones. Según este punto de vista, la captura de CO2 es un ejemplo clásico de riesgo moral, en el que alguien deja de protegerse contra el riesgo porque está protegido de sus consecuencias. (Las opiniones sobre los peligros morales ecológicos cambian todo el tiempo: por ejemplo, Al Gore, el exvicepresidente de EEUU convertido en ecologista ambiental, en su día vio medidas de adaptación como construir diques como un riesgo moral, mientras que hoy se aceptan como una necesidad). Con gigantes de los combustibles fósiles como Shell prometiendo llegar a cero neto mediante el aumento de la producción de gas hoy y el uso de captura de CO2 para compensarlo más adelante, es fácil ver como la captura de CO2 puede facilitar el “lavado de cara verde”.
«Según algunos modelos climáticos, ya hemos agotado el ‘presupuesto de carbono’, es decir, las emisiones hasta la fecha ya llevarán a la Tierra más allá del umbral de 1,5 grados centígrados»
El problema es que no son solo las compañías petroleras las que cuentan con la captura de CO2. También lo está cualquiera que tenga esperanzas de alcanzar el objetivo de 1,5 grados centígrados. De hecho, según algunos modelos climáticos, los seres humanos ya han agotado el “presupuesto de carbono”, es decir, las emisiones hasta la fecha ya llevarán a la Tierra más allá del umbral de 1,5 grados centígrados, y los seres humanos deben eliminar más emisiones de las que agregan durante el resto del siglo. Al menos teóricamente, en la lucha contra el cambio climático es posible sobrepasar el límite y luego volver a bajar (usando la captura de CO2 para eventualmente reducir las temperaturas). Solo habrá que tener cuidado con la cascada de efectos adversos que podemos haber desatado en el intermedio, como el permafrost derritiéndose o el colapso de las capas de hielo.
Una vez que un gobierno admite que cuenta con la captura de CO2 para contrarrestar pequeñas emisiones residuales en algunos sectores complicados, puede perder el norte. Imagínese a un asesor de comunicaciones aconsejando a un futuro presidente de la Comisión Europea: “¿Las guerras culturales y una débil recuperación económica descarrilaron sus esfuerzos de protección climática en la década de 2020? No tenga miedo. No es necesario admitir la derrota o decirle a los ciudadanos que, después de todo, un calentamiento de 2,5 grados centígrados no es tan malo. ¡Simplemente aumente sus proyecciones de captura de CO2!”.
Objetivos más claros, más investigación
¿Cómo evitar que la captura de CO2 se convierta en una cortina de humo para salir de apuros? Algunos expertos se están alejando de la captura de CO2 y del concepto de neutralidad climática por completo: Claudia Kemfert, una destacada economista del Instituto Alemán de Investigación Económica, anunció recientemente en Nature que cree que el “cero neto” ya no es suficiente, en parte porque las mejores tecnologías de captura de CO2 permiten el seguir usando combustibles fósiles. Para Kemfert, el objetivo debe ser evitar todas las emisiones de carbono.
Otros académicos quieren desarrollar la captura de CO2 como una vía paralela a las reducción de emisiones. Una idea que está ganando fuerza es que los países dividan sus objetivos en dos, uno para la reducción de emisiones y otro para la captura de CO2. La ley climática sueca de neutralidad climática para 2045 hace lo siguiente: el plan es reducir las emisiones en un 85% y utilizar “medidas complementarias”, incluida las tecnologías Beccs, para el otro 15%. Esto es un enfoque sensato porque debería evitar que las mejoras en las tecnologías de captura de dióxido de carbono reduzcan la ambición de evitar emisiones en primer lugar. También ayudaría a promover el desarrollo de las tecnologías necesarias para lograr emisiones netas negativas a muy largo plazo.
No se puede negar que la captura de CO2 es un asunto delicado política y comunicativamente. Es al mismo tiempo algo necesario para lograr los mejores resultados climáticos posibles, con las emisiones cayendo más del 90% en unas pocas décadas y la captura de CO2 limpiando el resto, y potencialmente una excusa para derivar hacia el peor de todos los resultados, con los defensores de los combustibles fósiles usando la captura de CO2 para justificar las elevadas emisiones actuales. Lo que está claro es que los países desarrollados deben dedicar más recursos a la investigación y el despliegue de tecnologías de captura, en parte para ayudar a limpiar el carbono que depositan en la atmosfera antes de que el mundo en desarrollo se industrialice. Para adaptar una analogía del debate académico, la humanidad se va por la borda y tendrá que aprender a nadar, se le lance o no un pequeño chaleco salvavidas.
Versión en inglés en la columna Carbon Critical del Internationale Politike Quarterly.
El futuro cambio climático, incluso la desaparción de especies y la modificación de todo el ecosistema, puede llegar de los océanos, que se han convertido en un gigantesco sumidero de temperatura y de CO2. La muy necesaria recuperación de este CO2 será, mucho me temo, una tarea difícil de llevar a cabo. Y estará bien mientras no se convierta en un Caballo de Troya de ciertas industrias energéticas, que seguramente serán las encargadas de absorverlo a costa de todos, para seguir emitiendo CO2.