“Se van a arrepentir de lo que hicieron”. Con estas palabras el presidente de Rusia, Vladimir Putin, condenaba en el discurso sobre el Estado de la Nación del 3 de diciembre el derribo de un avión ruso por parte de Turquía. La invitación formal a Montenegro para unirse a la Alianza Atlántica tampoco “quedará sin respuesta”, advierten desde el Kremlin. ¿Estamos ante las chispas de nuevas fogatas dentro del anillo de fuego que rodea Europa?
El concepto “arco de crisis” o “anillo de fuego”, en palabras del vicesecretario general de la OTAN, Alexander Vershbow, es clave a la hora de analizar el papel de la Alianza en lo relativo a la defensa colectiva, la gestión de crisis y la cooperación en asuntos de seguridad. Sobre este concepto se desarrollaron las jornadas organizadas a finales del pasado octubre por la División de Diplomacia Pública de la OTAN y el Real Instituto Elcano, con la colaboración del Istituto Affari Internazionali y el Instituto Português de Relações Internacionais. Con arco de crisis se hace referencia a la conexión entre los conflictos que rodean a Europa y que se prolongan desde el inicio de la primavera árabe, desde la intervención de la OTAN en Libia de 2011 hasta los bombardeos rusos en Siria del último mes. Para Vershbow, la chispa que prendió el anillo de fuego fue la intervención rusa en Ucrania, lo que internacionalizó el conflicto.
Como destaca el investigador Carlos Gaspar, el arco de crisis ha creado alrededor de los Estados europeos miembros de la OTAN un entorno estratégico inestable, que ha llevado a modificar las políticas de seguridad regional de las potencias, específicamente Estados Unidos, Alemania y Rusia. Washington se encuentra en una situación de retirada y no inmersión en conflictos, como queda patente en Afganistán. Resulta significativo notar cómo dejó en manos de Alemania la gestión de la crisis de Crimea. Berlín, por su parte, ha tenido que asumir responsabilidades como mediador diplomático, consecuencia inmediata de la estrategia de no inmersión estadounidense. Lo que ha abierto creado nuevas oportunidades para países como Rusia, que puede salir favorecida de conflictos como el ucraniano. Moscú ha llevado a cabo una revisión de su estrategia y destaca su búsqueda de ayuda por parte de Irán y China para volver a recuperar su estatus de superpotencia.
Volviendo al arco de crisis, la estabilidad en el Mediterráneo está condicionada por el horizonte dibujado por las primaveras árabes. Entre sus consecuencias, uno de los efectos directos para la seguridad de la OTAN según Pietro Batacchi, director de la Revista Italiana Difesa, sería los flujos migratorios. Tras la caída del régimen de Muamar el Gadafi, 170.000 libios han emigrado a Italia. Además, los radicalismos y extremismos hacen que los riesgos de atentados contra embarcaciones de miembros de la OTAN sean mucho más altos. También afecta a la inestabilidad de los recursos energéticos y podría provocar una carrera armamentística en la región.
Alessandro Marrone, investigador principal del Istituto Affari Internazionali, destaca la importancia de trabajar en seguridad marítima en el Mediterráneo para demostrar a la opinión publica la utilidad de la Alianza como herramienta de freno de riesgos y amenazas más allá de Rusia. Sin embargo, debido a los cambios experimentados en la región, es necesario reevaluar amenazas centradas en el Mediterráneo y crear una nueva estrategia marítima, ya que la actual fue concebida para un panorama previo a 2011.
Gerlinde Niehus, directora de la Sección de Comunicación de la División de Diplomacia Pública de la OTAN, ejemplifica de manera lampedusiana –“si queremos que todo siga como está, es necesario que nada cambie”– la necesidad de adaptación de la OTAN para continuar con una estrategia de seguridad eficaz. Jüri Luik, director del International Center for Defence Studies de Tallin, subraya cómo la OTAN ha evolucionado según lo hacían las amenazas y riesgos a los que se enfrentaba.
En estos momentos, la Alianza está en un nuevo punto de inflexión, ya que ha de enfrentarse a un arco de crisis que rodea a Europa por el Este y por el Sur. Debido a ello, la adaptación de las herramientas con las que cuenta la OTAN es imprescindible. Carlos Martins Brancos, investigador asociado del Instituto Português de Relações Internacionais, destaca el Plan RAP (por sus siglas en inglés: Readiness Action Plan, o Plan de Acción de Preparación Aliada) como el núcleo del futuro de la acción de la Alianza y todas las nuevas herramientas de interoperabilidad.
Brancos enfatiza la importancia de reconciliar los intereses nacionales de cada Estado miembro en aras de lograr una mayor cohesión dentro de la Alianza. Dado que las visiones y percepciones de los riesgos y amenazas que merecen prioridad pueden diferir en cada Estado, una nueva solidaridad entre los mismos es imprescindible para mantener un equilibrio entre intereses nacionales, objetivos de seguridad global y la propia efectividad de la OTAN.