Discurso del presidente ruso Vladimir Putin durante la sesión plenaria de la Cumbre de la OCS, el 4 de julio de 2024, en Astana, Kazajstán. GETTY.

La OCS: recompensas y riesgos de admitir a Bielorrusia

China y Rusia han llevado a la Organización de Cooperación de Shanghái más allá de su misión original. Esto podría hacer que algunos miembros estén más dispuestos a colaborar con la UE.
Eva Seiwert
 |  12 de julio de 2024

La próxima admisión de Bielorrusia en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) demuestra que la agrupación, antaño puramente regional –compuesta originalmente por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán–, está ampliando su alcance geográfico y geopolítico. Tras India y Pakistán en 2017 e Irán en 2023, Bielorrusia será el primer país exclusivamente europeo en adherirse. Lo que comenzó como un foro centroasiático centrado en la cooperación regional en materia de seguridad se habrá convertido en un club diverso de 10 miembros con ambiciones mundiales cada vez más amplias.

El cambio de orientación de la OCS refleja la evolución de los intereses de China y Rusia. Como miembros fundadores, fueron los impulsores de la creación de una plataforma para la seguridad regional y la cooperación económica, y 23 años después, están dispuestos en parte a sacrificar ese papel para aumentar el peso internacional de la OCS: sus miembros representan ya aproximadamente el 25% de la producción económica mundial y la mitad de su población, lo que la hace útil para los objetivos geopolíticos de Moscú y Pekín.

Aunque el interés de Rusia por la organización creada por China fue inicialmente ambiguo, Moscú empezó a tomarse la OCS más en serio tras su anexión de Crimea en 2014 y las consiguientes sanciones occidentales. Desde que comenzó su invasión a Ucrania en 2022, ha tenido que buscar socios fuera de Europa rápidamente. El Kremlin considera ahora que la OCS es un foro útil para recabar apoyos y contrarrestar las afirmaciones occidentales sobre su aislamiento internacional, por lo que ha adoptado un planteamiento de adhesión del tipo “cuantos más, mejor”.

Al principio, China fracasó en su intento de estrechar los lazos económicos a la vez que la colaboración en materia de seguridad. A mediados de la década de 2010, utilizaba foros como la Iniciativa de la Franja y la Ruta y, más tarde, la Cumbre China-Asia Central, para promover una cooperación regional más estrecha. Sin embargo, una vez consolidada su posición como gran potencia, China acogió la OCS como una alternativa a las instituciones lideradas por Estados Unidos y como un foro donde presentarse como la campeona del Sur Global.

 

Aumentar la presencia geopolítica de la organización

Con la incorporación en 2017 de India y Pakistán, dos pesos pesados del sur de Asia, la OCS apostó por aumentar su visibilidad en la escena mundial, al tiempo que aceptaba el riesgo de que décadas de tensiones entre India y Pakistán debilitaran su mandato fundamental de cooperación en materia de seguridad. Independientemente de este defecto, la incorporación de dos grandes potencias regionales que también eran Estados nucleares prometía aportar más legitimidad a la organización. La aceptación de India como primer país miembro indiscutiblemente democrático ayudaría a contrarrestar la imagen occidental de la OCS como un “club de dictadores”.

La adhesión de Irán tenía más sentido en términos de eficacia organizativa. Teherán era la opción natural para evitar que el narcotráfico y la inestabilidad política se extendieran desde el vecino Afganistán, y prometía mejorar los vínculos comerciales a través de su puerto de Chabahar en el Golfo de Omán. Pero Irán también desdibujó aún más el enfoque regional de la OCS y dañó cualquier legitimidad global que la organización hubiera ganado al admitir a India: varios miembros de la OCS se habían negado durante mucho tiempo a considerar la solicitud de Irán para convertirse en miembro de pleno derecho, presentada ya en 2008.

Pero, en 2015, Rusia y China se unieron a Estados Unidos y Europa para firmar el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés) con Irán, en virtud del cual Teherán acordó limitar su programa nuclear a cambio de un alivio de las sanciones. Después de que la Administración Trump se retirara unilateralmente del JCPOA en 2018, el antagonismo hacia Estados Unidos acercó a China, Rusia e Irán. La adhesión de Teherán en 2023 demostró que a la OCS ya no le importaba si Occidente la veía como amiga o enemiga.

La adhesión de Bielorrusia en la cumbre de la OCS en Astaná (Kazajistán) sellará la transformación de la OCS en un bloque geopolítico en el centro de una confrontación mundial cada vez más dura entre Estados Unidos y sus aliados, por un lado, y China, Rusia y sus socios, por otro. Como primer miembro exclusivamente europeo, Bielorrusia amplía el alcance de la OCS desde Asia Central, Meridional y Occidental; añade un importante aliado de Rusia y un “socio estratégico” y refuerza a la OCS como contrapeso de las organizaciones occidentales.

 

Elegir entre China y EEUU

La ampliación de la OCS parece centrarse ahora en formar una coalición que apoye la ambición de China y Rusia de establecer un orden mundial no dominado por Occidente. Pero los intereses de Minsk en la OCS pueden no ser solo geoestratégicos. El comercio con los demás miembros será una buena alternativa a los lazos con Europa, dadas las sanciones de la UE por apoyar la guerra de Rusia contra Ucrania. Dada su débil economía, Bielorrusia puede ganar más con la adhesión a la OCS que los demás miembros con la incorporación de Minsk.

Los próximos pasos de la OCS serán cruciales. ¿Se centrará en consolidar las relaciones entre sus miembros, estrechos socios de China y Rusia que comparten su visión de un “orden mundial multipolar”? pero que también quieren recoger los frutos de la colaboración económica? ¿O se convertirá la expansión en la nueva normalidad, a medida que la OCS reúna al mayor número posible de países para erigirse en la voz del Sur Global? Los llamados socios de diálogo de la organización incluyen actualmente, entre otros, a Bahréin, Camboya, Egipto, Kuwait, Maldivas, Nepal y Catar.

Dado que la OCS requiere consenso, es probable que la organización no se apresure en añadir a más países. A algunos Estados de la OCS no les interesa tener que elegir entre la lealtad a Rusia y China y las relaciones con Estados Unidos. Kazajistán, por ejemplo, se ha negado a apoyar abiertamente la guerra de Rusia contra Ucrania. Su política exterior multivectorial debería hacerla reacia a convertir la OCS de una herramienta para resolver cuestiones regionales en una geopolítica.

La ampliación ha elevado el perfil de la OCS y la ha puesto en una encrucijada: la visibilidad internacional ha venido acompañada de una pérdida de relevancia regional. Esto supone una oportunidad para que la UE aumente su compromiso con Asia Central. Los lazos diplomáticos y económicos han aumentado en los últimos años: el 42% de la inversión extranjera directa acumulada en la región proviene de la UE. Aunque la Unión no puede actuar como alternativa al mandato regional original de la OCS, sí puede aprovechar su posición para ofrecer asociaciones más atractivas centradas en la cooperación.

Una versión más larga de este comentario se publicó en el sitio web de The Diplomat el 1 de julio de 2024. Artículo traducido del inglés de la web de MERICS.

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