Seguidores del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, portan una gran bandera turca para conmemorar el Día de los Mártires y el 103 aniversario de la victoria turca de Gallipoli, durante Primera Guerra Mundial, en una ceremonia en Çanakkale, el 18 de marzo de 2018. GETTY

La mentalidad de asedio de Turquía

Nigar Göksel
 |  27 de marzo de 2018

Las calles del puerto de los Dardanelos en la ciudad de Çanakkale estaban llenas de gente en estado de júbilo. Más allá de las fortalezas centenarias que protegían el estrecho, los buques de guerra turcos anclaron en el horizonte. Banderas turcas de todas las formas y tamaños se agitaban locamente en un viento tan fuerte que las maniobras navales y los sobrevuelos de la fuerza aérea tuvieron que ser cancelados.

Era el 18 de marzo, Día de la Victoria y Mártires de Çanakkale, cuando Turquía celebra el aniversario de la derrota de las armadas británica y francesa en su intento de 1915 de abrirse camino hasta Estambul, entonces capital del imperio Otomano. El mismo día, Turquía también honra a los soldados otomanos que perdieron la vida al vencer a las fuerzas aliadas en la campaña de Gallipoli en la primavera de 1915.

Sin embargo, la generación previa usó el 18 de marzo para celebrar la memoria del fundador de la República, Mustafá Kemal Atatürk, que se dio a conocer como el oficial otomano que defendía el estrecho observando desde las alturas. Pero en la Turquía de hoy, todo, especialmente la historia, se ve presionado por el apoyo popular a las políticas del momento. El propio presidente Recep Tayyip Erdogan compareció en Çanakkale para subrayar el mensaje de una nación asediada.

 

En la Turquía de hoy, todo, especialmente la historia, se ve presionado por el apoyo popular a las políticas del momento

 

En todos los canales de televisión y redes sociales, Erdogan pudo ser visto y oído anunciando una nueva victoria, esta vez la toma de la ciudad siria de Afrin, ocupada por el Ejército Sirio Libre (FSA) con el apoyo del ejército turco. Las imágenes mostraban hombres de la FSA accediendo al centro de Afrin y a residentes (entre los cuales los hombres en edad de combatir estaban notablemente ausentes) arrojando arroz desde techos y balcones. En las imágenes, la gente de Afrin aplaudía la eliminación de las pancartas de los afiliados sirios del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK),  grupo insurgente con el que Turquía ha estado involucrada en una lucha de décadas.

«Lo que sucedió en Çanakkale está sucediendo en Afrin. Así como derrotamos a aquellos que estaban listos para celebrar su victoria en Çanakkale, también hemos derrotado a aquellos que pensaban que estaban estableciendo un corredor de terror en nuestras fronteras», dijo el presidente Erdogan a la multitud. «La ola de terror contra Turquía no es más que un esfuerzo por revivir la campaña de Çanakkale un siglo después”.

Por «ola de terror», el presidente no solo se refería al PKK y sus afiliados, sino también a algo más. En su discurso de un país bajo ataque, Erdogan recordó el fallido intento de golpe contra él en julio de 2016, aparentemente montado por fuerzas leales al predicador islamista y antiguo aliado del gobernante,Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos, etiquetado como FETO por Ankara. «El pueblo turco que se levantó contra las fuerzas golpistas para proteger a su país actuó con el mismo espíritu que sus antepasados un siglo antes», dijo el presidente.

En el parque y en el paseo marítimo en Çanakkale, las multitudes se regocijaron. Recitaron los himnos que conocían de memoria desde la escuela primaria, a veces intercambiando el nombre de Erdogan por Atatürk y Afrin por Çanakkale.

La narrativa general con la que el gobierno ha convencido a la sociedad es sencilla. Así como los Estados que ganaron la Primera Guerra Mundial se vieron obstaculizados por la guerra de independencia turca, esas mismas potencias occidentales, el PKK y FETO serán frustradas por la «nueva Turquía» que Erdogan, dice, está construyendo. Y tal vez porque esta mentalidad de asedio estuvo presente bajo los predecesores de Erdogan y los partidos secularistas que gobernaron Turquía, nadie parece notar la desconexión lógica: estas supuestamente pérfidas potencias occidentales son aliadas de Turquía en la OTAN, además de ser sus principales socios económicos.

Pero Erdogan no es el único que promueve esta imagen de un mundo exterior contra Turquía. Fue totalmente respaldado por el líder del derechista Partido de Acción Nacionalista (MHP), Devlet Bahçeli, reelegido como presidente del partido, y no por casualidad, el 18 de marzo. Fue Bahçeli quien después de las elecciones parlamentarias de junio de 2015 optó por la repetición electoral en lugar de formar una coalición con el principal partido secularista de la oposición, el Partido Popular Republicano (CHP), y el prokurdo Partido Democrático Popular (HDP), que de forma sorprendente había obtenido numerosos votos en las urnas. El jefe del MHP dijo en el Congreso que aprobaba los poderes ejecutivos –enormemente ampliados– que Erdogan ganó en el referéndum de abril de 2017: «Tayyip Erdogan estaba rodeado por todo el mundo y no podíamos escapar de la responsabilidad».

 

 Hay buenas razones para que los líderes de Turquía adopten una plataforma más inclusiva

 

Sin embargo, la aparente unidad deja fuera a varios segmentos de la sociedad. El MPH dio la bienvenida a miembros de otros partidos, pero no invitó al HDP, CHP ni a los representantes en el Congreso del Partido Secularista Conservador (Iyi), rompiendo así con la tradición turca por la que los oponentes son siempre invitados a tales eventos. Estos tres partidos juntos representan al 40% de la población. El alcalde de Çanakkale, miembro del CHP, no asistió a la gran ceremonia del 18 de marzo porque Erdogan había ordenado que se le prohibiera hablar. Este alcalde había ganado el 54,5% de los votos en las elecciones locales de 2014.

Cuando les pregunté a los transeúntes en Çanakkale sobre la imbricación de las políticas de partido de Erdogan, la operación de Afrin y los triunfos militares del pasado, pocos realmente me respondieron. Algunos se deleitaron con su retórica de orgullo nacional. Otros eran reacios a decir nada. Después de todo, los tribunales han encarcelado a más de 70 periodistas en Turquía, y la policía ha iniciado procedimientos judiciales contra cientos de usuarios de redes sociales que publicaron críticas sobre la campaña turca en Siria. Recordé las palabras de un amigo periodista que me contó la semana pasada cuando regresó de Harat, al otro lado de la frontera, desde Afrin: «La gente ahora incluso teme hacer comentarios sobre el precio de los tomates». Aún así, algunos en Çanakkale me dijeron que se encogieron al ver la cobertura televisiva del comportamiento de los combatientes de la FSA en Afrin porque estaban «disparando en el aire como matones», o «parecían yihadistas» mientras cantaban «Allahu Akbar» (Alá es el más grande). «Nuestro glorioso ejército no debería estar en los mismos rangos que esta gente», dijo una persona.

Ya sea ideológicamente alineados con la élite gobernante o no, casi todos están satisfechos con los avances en infraestructuras que han sido la fuerza del partido de Erdogan. El 18 de marzo de 2017, Erdogan celebró una ceremonia de firma de lo que será el puente colgante más largo del mundo, el Puente Çanakkale 1915, a través del estrecho de los Dardanelos. Este año anunció que la construcción terminaría dieciocho meses antes de lo previsto, el 18 de marzo de 2022, un año antes del centenario de la República de Turquía. Este puente es una de las muchas mejoras que acortan las distancias para quienes se dirigen desde Estambul a las ciudades turcas del Egeo y el Mediterráneo.

Las multitudes que se reunieron en Çanakkale para celebrar la heroica victoria de 1915 son un recordatorio de que muchos turcos están lo suficientemente satisfechos con el estado actual de las cosas, ya sea por razones materiales o ideológicas. De hecho, es poco probable que Erdogan pierda pronto ante los políticos de la oposición que tienen poco en común entre ellos, más allá de la aversión personal hacia él. Aún así, alrededor de la mitad de la sociedad se siente agraviada por su gobierno de mano dura.

Algunos de los países que asediaron el estrecho de los Dardanelos hace un siglo y que se enmarcan como «enemigos» en la narrativa actual han sido aliados de Turquía durante las últimas seis décadas y comparten un gran interés en la estabilidad, la democracia y la prosperidad del país. Si bien los críticos del liderazgo político de Ankara deben reconocer que Erdogan aún goza de considerable apoyo interno, también existe un buen argumento para que los dirigentes de Turquía adopten una plataforma más inclusiva, tanto interna como externamente, para lo que, sin embargo, probablemente tendrán que pasar muchos años más.

Este artículo fue publicado originalmente, en inglés, en la web de Crisis Group.

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