El anuncio del presidente ruso, Vladímir Putin, de que Rusia suspendería su participación en el New Start aporta una claridad no deseada a una situación a la que Estados Unidos, casi con toda seguridad, tendrá que enfrentarse dentro de tres años. Con su decisión, Putin ha acabado de facto con el control bilateral de armamentos ruso-estadounidense. Es casi seguro que el New Start no tendrá sucesor cuando expire a principios de 2026. EEUU y Rusia se encontrarán entonces sin ningún medio formal para gestionar su enfrentamiento nuclear. Ambas partes, al igual que China, saldrán perdiendo, aunque Rusia será probablemente la más perjudicada de las tres.
El New Start fue negociado por la administración de Barack Obama en 2010. Con su entrada en vigor en 2011, limitó los arsenales estadounidenses y rusos de armas nucleares de largo alcance durante diez años y, además, contenía una disposición para prorrogarlo otros cinco. Para garantizar el cumplimiento del tratado, ambas partes acordaron un sólido régimen de verificación. Las dos partes dispusieron prorrogarlo hasta febrero de 2026. No existe ninguna disposición en el tratado para prorrogarlo de nuevo más allá de esa fecha. Las delegaciones estadounidense y rusa iniciaron conversaciones sobre un tratado sucesor en 2021, pero se interrumpieron tras la agresión rusa a Ucrania en febrero de 2022.
Punto de no retorno
Salvo que Moscú tome alguna medida drástica para aumentar rápidamente su arsenal nuclear estratégico, algo que nadie ha predicho, el efecto inmediato del anuncio ruso sobre el equilibrio estratégico entre Rusia y EEUU no va a ser apreciable. Ni siquiera los críticos más duros de Putin han sugerido que Rusia esté a punto de romper el tratado y alcanzar la superioridad nuclear estratégica sobre EEUU. El ministerio de Asuntos Exteriores ruso ha emitido un comunicado en el que aclara que Rusia no tiene intención de incumplir los límites de armamento del tratado y que mantendrá la práctica de notificar a la parte estadounidense los lanzamientos de misiles. Antes del anuncio de Putin, el departamento de Estado ya había declarado que Rusia no cumplía con las disposiciones de verificación del tratado por su negativa a permitir las inspecciones estadounidenses de las instalaciones nucleares rusas. Sin las inspecciones in situ y, posiblemente, sin otras medidas de verificación y transparencia se complicarían los esfuerzos de Washington por controlar las fuerzas nucleares estratégicas rusas. Daría lugar a una mayor dependencia de los llamados medios técnicos nacionales de verificación, o satélites y radares, y probablemente a cierta pérdida de confianza en los resultados debido a la interrupción de al menos un flujo de datos.
La decisión de suspender la participación en el New Start es el último ejemplo del enfoque “a la carta” de Rusia respecto al cumplimiento de los tratados. A diferencia de EEUU, que se retiró del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) en 2002 y del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) en 2019 –ambas acciones permitidas por los términos de estos tratados–, Rusia, aparentemente, prefiere violar los tratados cuando le conviene en lugar de retirarse de ellos formalmente. En 2007, Rusia suspendió la aplicación del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), una acción no permitida por sus términos y, por tanto, una violación. Se retiró formalmente en 2015. En 2014, el departamento de Estado informó de que Rusia había violado el Tratado INF. Rusia negó las acusaciones y en 2017 procedió a desplegar los misiles prohibidos. Agentes del gobierno ruso han utilizado agentes nerviosos contra renegados del régimen y opositores en violación de la Convención sobre Armas Químicas y Biológicas. Todo ello constituye un pobre historial de cumplimiento de las obligaciones internacionales por parte de Rusia. Hasta hace poco, la adhesión rusa a los términos del New Start era una notable excepción a ese patrón. Ahora ya no.
Incluso si los negociadores estadounidenses y rusos pudieran firmar de algún modo un tratado que sucediera al New Start, es casi seguro que no sería ratificado por el Senado estadounidense, donde ya el original se enfrentó a una fuerte oposición. El historial de violaciones del tratado por parte de Rusia sería una barrera formidable para un tratado sucesor o incluso para un acuerdo no vinculante políticamente.
Además, el Kremlin no muestra ninguna intención ni de volver a cumplir el New Start ni de negociar un sucesor. Eso estaba claro incluso antes del anuncio de Putin. En una larga entrevista con el diario ruso Kommersant a finales de enero, Sergey Ryabkov, máximo responsable del ministerio de Asuntos Exteriores para las relaciones ruso-estadounidenses y el control de armamentos, condicionó la vuelta de Rusia al cumplimiento del New Start a que EEUU aceptara las demandas rusas de garantías de seguridad presentadas a finales de 2021 como condiciones del Kremlin para no atacar Ucrania. Al igual que el listón se puso entonces demasiado alto deliberadamente para que EEUU cumpliera y evitara que Rusia atacara Ucrania, lo mismo ocurre ahora para que Rusia vuelva a la mesa de negociaciones. En otras palabras, no ocurrirá.
¿Por qué?
¿Cuál puede ser el motivo del anuncio de Putin? La decisión de abandonar el último tratado bilateral de control de armamento que queda y abrir las puertas a una carrera armamentística sin restricciones ni regulaciones con EEUU probablemente no se tomó sin considerar su gravedad. Putin ha sido descrito como impulsivo, y puede resultar tentador explicar su decisión sobre el New Start como una respuesta a la visita a Kiev del presidente Joe Biden. Pero el ruido de sables nuclear ha sido una característica recurrente en la retórica oficial rusa. Es probable que la decisión sobre el New Start haya sido un movimiento deliberado y calculado.
Se me ocurren varias explicaciones posibles, la principal de las cuales es la percepción de las amenazas por parte de las autoridades rusas de seguridad nacional y los factores que las determinan desde hace tiempo. El ataque total contra Ucrania hace un año fue el punto de inflexión tras el cual las relaciones con Occidente se convirtieron en una confrontación abierta. El fracaso a la hora de lograr una victoria rápida en Ucrania ha desembocado en una situación insostenible para los expertos en seguridad nacional rusos, acostumbrados desde hace tiempo –incluso en la era de los misiles– a confiar en la profundidad estratégica para su seguridad, una protección frente a las amenazas que tradicionalmente emanan de Occidente. Tras un año de brutales combates, el Donbás se ha convertido en el punto débil de Rusia. Ucrania se ha convertido en el enemigo más amenazador, hostil e irreconciliable de la frontera occidental rusa. Las modernizadas y alardeadas fuerzas convencionales rusas han sufrido un duro golpe gracias a la combinación del heroísmo ucraniano y las armas estadounidenses. El ruido de sables nuclear ruso pretende, al menos en parte, compensarlo.
Además, a medida que EEUU y otros países de la OTAN suministran a Kiev armamento más avanzado, la capacidad de Ucrania y de la OTAN para poner en peligro partes del corazón de Rusia reaviva la antigua preocupación de los altos mandos militares rusos sobre la asimetría fundamental entre EEUU y Rusia. En una guerra suelo europeo, EEUU puede poner en peligro el corazón de Rusia, pero Rusia no puede poner en peligro el territorio estadounidense sin recurrir a su arsenal nuclear estratégico. Parece poco probable que estas consideraciones no formaran parte del cálculo subyacente a la decisión de Putin de abandonar el control de armamentos y avanzar hacia lo que promete ser una carrera armamentística nuclear sin restricciones con EEUU.
Sin duda, otros factores también impulsaron la decisión de Putin. Rusia siempre ha tenido un poderoso grupo de presión nuclear, descontento con los profundos recortes del arsenal nuclear del país desde el final de la guerra fría. Sus argumentos contra la reducción del armamento nuclear se han visto reforzados por la antigua preocupación de la comunidad estratégica rusa sobre los planes de EEUU de desarrollar y desplegar defensas contra misiles balísticos. El Tratado ABM había prohibido de facto tales defensas. La retirada de EEUU del mismo en 2002 fue criticada por la seguridad nacional rusa, al considerar que pretendía permitir a EEUU lanzar un primer ataque de neutralización contra Rusia. La preocupación por las defensas antimisiles estadounidenses y la consiguiente capacidad de EEUU para lograr la superioridad sobre Rusia y la capacidad de lanzar un primer ataque de neutralización se refleja en las repetidas declaraciones de Putin de que las nuevas armas rusas pueden superar todas las defensas estadounidenses.
Otro factor relacionado y probable detrás de la decisión de Putin es la supuesta acumulación de armas nucleares estratégicas chinas. En medio de las crecientes tensiones entre EEUU y China, es posible que los estrategas rusos hayan llegado a la conclusión de que, tras la expiración del New Start en 2026, EEUU responderá a la acumulación china aumentando sus sistemas ofensivos más allá de los límites del New Start, así como sus defensas antimisiles. En ese caso, aunque la expansión de China no sea la principal preocupación de los estrategas rusos, la ampliación de las capacidades ofensivas y defensivas de EEUU sí sería una de sus mayores preocupaciones. Según esta lógica, la decisión de abandonar el New Start y las perspectivas sobre futuros acuerdos de control de armamento no es tanto doblegarse ante lo inevitable como intentar adelantarse a ello.
También es posible que Putin haya decidido “suspender” la participación rusa en el tratado –en lugar de retirarse directamente– como una estratagema de relaciones públicas destinada a evitar que se le culpe de abandonar el control de armamentos. Si la maniobra rusa tiene por objeto incitar a EEUU a abandonar el tratado como respuesta, es poco probable que funcione, ya que la administración Biden, a diferencia de su predecesora, ha dejado claro su compromiso con el control de armamentos; ha sido comedida en su reacción al anuncio de Putin; y es muy poco probable que caiga en su trampa, si es que se trata de eso.
Malas noticias para todos
A pesar de estas posibles razones que subyacen a la decisión de Putin, se mire como se mire, es probable que Rusia esté peor, no mejor. Su decisión sigue los pasos de su desastrosa guerra contra Ucrania, que ha supuesto un duro golpe para la posición de Rusia en Europa, por lo que quizá forme parte del patrón más que de una desviación.
El fin del control bilateral de armas entre EEUU y Rusia no beneficiará a nadie. Una nueva carrera armamentística estaría plagada de gastos militares innecesarios y mayores riesgos de una escalada catastrófica. Además, dado que China está en camino de aumentar su arsenal nuclear, la carrera armamentística bilateral podría convertirse en trilateral, con muchos riesgos y complicaciones adicionales, la mayoría de los cuales no son evidentes a primera vista, pero es probable que se manifiesten con el tiempo.
Aquí es donde la correlación de fuerzas no parece favorecer a Rusia, y de hecho va en su contra. En ausencia de control de armamentos, en la dinámica trilateral EEUU-China-Rusia, es probable que Rusia sea el país que salga peor parado de los tres, teniendo en cuenta sus sombrías perspectivas económicas, las limitaciones en el acceso a tecnologías avanzadas y la carga que supone librar la guerra en Ucrania. Con el tiempo, es probable que el ritmo de esa dinámica lo marque más la competencia entre EEUU y China que entre EEUU y Rusia. Para mantener el ritmo, Rusia podría repetir el error que cometió la Unión Soviética durante la guerra fría, enzarzándose en un enfrentamiento militar con EEUU y sus aliados y, esta vez, por defecto, con China. Las meteduras de pata de Putin están llevando a Rusia a revivir ese capítulo.
¿Qué significa para EEUU? Hay que reconocer que aún es pronto para apreciar plenamente el significado del anuncio de Putin. No tiene sentido que EEUU muerda el anzuelo ruso y abandone el New Start antes de su expiración. El tratado no impide los programas de modernización en curso en EEUU, y no hay razón para dar a Rusia la oportunidad acusar públicamente a EEUU de renunciar al control de armamentos. Por el contrario, tiene sentido hacer que Rusia cumpla públicamente su promesa de mantenerse dentro de los límites del tratado, vigilar su cumplimiento con todos los medios disponibles que le queden y hacer público su incumplimiento en caso de que se produzca. También tiene sentido animar a la opinión pública mundial, especialmente a los socios estratégicos de Rusia, China e India, a condenar la medida rusa.
La carrera armamentística nuclear a tres bandas se verá agravada por la adición a la mezcla de armas convencionales avanzadas, hipersónicas y cibernéticas. Para políticos y analistas, el reto de reflexionar sobre la dinámica, las implicaciones y las formas de hacer frente a este conjunto de desafíos más allá de la simple adición de más armas es enorme.
Por último, la decisión de Putin de suspender el New Start es solo la última de una serie de acciones a lo largo de su presidencia que carecen de sentido para los responsables políticos y los analistas occidentales: el discurso de 2007 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, la nueva asociación “sin límites” con China, la violación del Tratado INF que da a EEUU vía libre para apuntar al corazón de Rusia desde cerca, la anexión de Crimea que empujó a Europa a empezar a reconstruir su músculo militar tras décadas de euforia tras la guerra fría, y la guerra total contra Ucrania, un desastre que ha convertido a Ucrania en el enemigo número uno de Rusia y a Rusia en una nación al margen de la ley dirigida por criminales de guerra. Desde el punto de vista occidental, todas estas acciones son contrarias a los intereses rusos y deben obedecer a una lógica diferente y difícil de comprender. A medida que se desmoronan los puentes de las relaciones entre EEUU y Rusia, y que el ruido de sables nucleares se ha convertido en una característica común de la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, comprender esa lógica es más importante que nunca.
Artículo originalmente publicado en inglés en la web de Carnegie Endowment for International Peace.